Desencanto
Otra vez estamos en campaña electoral. De nuevo las calles se empapelan. De las farolas cuelgan retratos y slogans, de los muros desvencijados de algunas casas en construcción, o en pura ruina, también aparece la publicidad tediosa de estas campañas infinitas. Es el cansancio de la mentira, pues mucho bla, bla, bla y pocas cosas, una vez ganada la partida, se cumplen.
No quiero que me convenzan. Déjenlo, por favor. Estoy cansada, estamos cansados de tanta demagogia, de tanta parafernalia de papel, de tanta palabra hueca.
No quiero que me convenzan con la verborrea de turno. No quiero que gasten el dinero, que tanto necesita la Sanidad, la Escuela Pública, la Justicia, para funcionar rápida y no a paso de tortuga, que tanto imploran las familias de dependientes y discapacitados: no necesitamos que se sigan gastando nuestro dinero en sus pompas y alharacas.
No quiero escuchar lo manido tantas veces, las promesas incumplidas, una y otra vez, para que ustedes, señores de la política, hagan sus negocios privados a costa de lo público. No quiero ser un títere en sus manos, ni que me doren la píldora porque necesitan mi voto. No quiero que gasten el dinero en convencerme. Déjenlo, por favor. No es una súplica sino una exigencia de una ciudadana que ve como la bolsa de las pensiones está mermando a pasos agigantados, mientras sus bolsillos y su patrimonio, mis queridos políticos, crecen en proporción inversa al descalabro de la economía española.
No obstante, y a pesar de todo, evocando al poeta Rubén Darío “Aún guarda la Esperanza la caja de Pandora”.
Otra vez estamos en campaña electoral. De nuevo las calles se empapelan. De las farolas cuelgan retratos y slogans, de los muros desvencijados de algunas casas en construcción, o en pura ruina, también aparece la publicidad tediosa de estas campañas infinitas. Es el cansancio de la mentira, pues mucho bla, bla, bla y pocas cosas, una vez ganada la partida, se cumplen.
No quiero que me convenzan. Déjenlo, por favor. Estoy cansada, estamos cansados de tanta demagogia, de tanta parafernalia de papel, de tanta palabra hueca.
No quiero que me convenzan con la verborrea de turno. No quiero que gasten el dinero, que tanto necesita la Sanidad, la Escuela Pública, la Justicia, para funcionar rápida y no a paso de tortuga, que tanto imploran las familias de dependientes y discapacitados: no necesitamos que se sigan gastando nuestro dinero en sus pompas y alharacas.
No quiero escuchar lo manido tantas veces, las promesas incumplidas, una y otra vez, para que ustedes, señores de la política, hagan sus negocios privados a costa de lo público. No quiero ser un títere en sus manos, ni que me doren la píldora porque necesitan mi voto. No quiero que gasten el dinero en convencerme. Déjenlo, por favor. No es una súplica sino una exigencia de una ciudadana que ve como la bolsa de las pensiones está mermando a pasos agigantados, mientras sus bolsillos y su patrimonio, mis queridos políticos, crecen en proporción inversa al descalabro de la economía española.
No obstante, y a pesar de todo, evocando al poeta Rubén Darío “Aún guarda la Esperanza la caja de Pandora”.




