España: Los putrefactos
Escribe Arturo Barea en la novela autobiográfica 'La forja de un rebelde':
"—A mí esto me parece un robo.
—Lo es —afirmó Córcoles—, un robo al Estado.
—Y si no me da la gana robar, ¿qué pasa?
Córcoles me miró y se encogió de hombros. Se echó a reír, pero yo tenía la cara muy seria, y entonces se levantó y vino a mí; me cogió del brazo.
—¿Has hablado en serio?
—Sí. Esto es una porquería. Yo no he robado en mi vida y esto es robar.
—Mira: robar es quitar el dinero a alguien. Pero esto no es robar. ¿Quién es el Estado? Si robamos a alguien, es al Estado, y bastante nos roba él a nosotros. ¿Tú crees que un sargento con noventa pesetas al mes puede vivir? Y aun aquí, en Africa, con ciento cuarenta por estar en campaña, ¿se puede vivir? Tienes derecho a casarte. Cásate con veintiocho duros al mes y verás…
—Se quedó mirando a lo lejos y luego siguió en voz muy baja:
—Acércate. Aparte de todo esto, hay otra cosa. Esto es como si una máquina te coge una mano; después va el brazo y luego todo el cuerpo. Y no puedes escapar. Si no te prestas a robar para otros y para ti, te quitarán la plaza, te trasladarán después, te mandarán a donde revientes de hambre y corras el riesgo de un tiro a cada momento. Si se te ocurre hablar o protestar, hay medios más sencillos: te quitarán los galones de sargento por cualquier falta corregida y aumentada y hasta… —bajó mucho más la voz— un accidente puede ocurrirle a cualquiera. Todos los días hay 'pacos' en el camino del Zoco.
Corrían los primeros días del mes de junio de 1920."
Escribe Arturo Barea en la novela autobiográfica 'La forja de un rebelde':
"—A mí esto me parece un robo.
—Lo es —afirmó Córcoles—, un robo al Estado.
—Y si no me da la gana robar, ¿qué pasa?
Córcoles me miró y se encogió de hombros. Se echó a reír, pero yo tenía la cara muy seria, y entonces se levantó y vino a mí; me cogió del brazo.
—¿Has hablado en serio?
—Sí. Esto es una porquería. Yo no he robado en mi vida y esto es robar.
—Mira: robar es quitar el dinero a alguien. Pero esto no es robar. ¿Quién es el Estado? Si robamos a alguien, es al Estado, y bastante nos roba él a nosotros. ¿Tú crees que un sargento con noventa pesetas al mes puede vivir? Y aun aquí, en Africa, con ciento cuarenta por estar en campaña, ¿se puede vivir? Tienes derecho a casarte. Cásate con veintiocho duros al mes y verás…
—Se quedó mirando a lo lejos y luego siguió en voz muy baja:
—Acércate. Aparte de todo esto, hay otra cosa. Esto es como si una máquina te coge una mano; después va el brazo y luego todo el cuerpo. Y no puedes escapar. Si no te prestas a robar para otros y para ti, te quitarán la plaza, te trasladarán después, te mandarán a donde revientes de hambre y corras el riesgo de un tiro a cada momento. Si se te ocurre hablar o protestar, hay medios más sencillos: te quitarán los galones de sargento por cualquier falta corregida y aumentada y hasta… —bajó mucho más la voz— un accidente puede ocurrirle a cualquiera. Todos los días hay 'pacos' en el camino del Zoco.
Corrían los primeros días del mes de junio de 1920."




