Javier Huerta
Domingo, 17 de Enero de 2016

Historia de una placa, o la maldición de los Panero (Folletín por entregas) VIII y IX

VIII

 

La conversación del día anterior con el Odioso Señor del Veto, epifonema escatológico incluido, me ha dejado una resaca tremenda. No debía haberlo hecho. Me sacude el remordimiento (Cernuda). Pienso que he podido tirar por la borda todo el trabajo de Maura, mucho más comedido y diplomático que yo. Él jamás hubiera mandado a la mierda a nadie. No he estado a la altura, claro que no. En fin, llamo a Maura, le cuento todo, todo menos la maleducada coletilla. No quiero desanimarlo. Me debe sentir muy decaído, porque acaba la charla así:

            —Ya verás cómo al final ponemos la placa.

 

Le digo que ojalá pero que lo veo difícil. Hasta este momento había sido camusiano, pero ahora he hecho un viraje radical. Estoy más con Sartre y su pesimismo existencial, Huis clos. En efecto, yo mismo he cerrado la puerta. No hay salida.

            —Voy a ponerme en contacto —sigue Maura— con los vecinos de Ibiza, 34, ya sabes que de ellos partió la iniciativa de la placa.

            —¿Quieres poner la placa en la casa de enfrente?

            —No, simplemente, que presionen, tal vez consigan algo.

 

E imagino una mani poética en el bulevar de Ibiza. Los vecinos del número 34 dirigiéndose con pancartas a sus vecinos del número 35: La poesía unida, jamás será vencida…, Leopoldo Panero, te quiere el pueblo entero…, y ripios así, al fin y al cabo estos tendrían el encanto poético que no tienen los de las manifestaciones políticas, tan previsibles, tan líricamente vacuos. Si me invitan, seré el primero en llevar la pancarta.

 

Han sido unos días, semanas, meses, de llamadas telefónicas, de conversaciones estúpidas: la Señora de la Comunidad, la Abogada, el Odioso Señor del Veto, su Secretaria, tan mona, personajes todos de sainete, nada que ver con Camus y su grandeza trágica. Estoy terminando El extranjero.

 

 

IX

 

Ha pasado el centenario de Camus, con más pena que gloria, al menos aquí en España. Para recordar, el montaje por Eduardo Vasco de El malentendido, en el Centro Dramático Nacional. ¡Y qué escritor! Eso sí, no parece haberme dado mucha suerte en el affaire placa Panero, pero no hay que desesperar.

 

Otoño de 2015. Mi estación favorita. Trabajo en la Biblioteca de Astorga (algún día habrá que rendir homenaje a Esperanza Marcos, por su eficiencia, por su amabilidad, dos virtudes que no siempre van unidas). A mí también me trae suerte. Algunas buenas noticias en los últimos tiempos las he recibido allí. Mientras trabajo en los preparativos de los actos dedicados a Gerardo Diego, entre ellos la colocación de una placa en la casa de Rodríguez de Cela (¿pondrá aquí también la propietaria problemas?) suena el móvil. Llamada sin identificar.

            ?Javier, soy Antonio Maura… Que ya hemos colocado la placa a Leopoldo Panero…

Me debe suponer la incredulidad hecha silencio porque insiste:

            ?Ya está puesta. Te acabo de mandar un correo con una fotografía adjunta.

            ?¡Hombre, esto hay que celebrarlo!

            ?Eso está hecho. El domingo, si quieres, quedamos en Ibiza y la vemos.

            ?Y así nos conocemos ?añado yo, más contento que unas castañuelas maragatas, por haber llevado a buen puerto el barco de lo imposible.

 

Bueno, de placa a placa: de Gerardo Diego a Leopoldo Panero. La de Gerardo, diseñada por el gran Benito Escarpizo, es muy hermosa. Tal vez por ello la señora propietaria de la casa donde veraneara el poeta santanderino se niega a que la instalen en la fachada. ¡De ninguna manera!, creo que dijo. Menos mal que la casa tenía una pared lateral, que si no, me veo de nuevo enrolado en Misión imposible II: Placa Gerardo Diego. Y es que esto de querer honrar a los poetas es una extravagancia intolerable. Ya lo dijo mi admirado Mestre: La poesía ha caído en desgracia. Menos mal que tenemos a Camus, para después de la caída, levantarnos y volvernos a caer y volvernos a levantar… Y, en fin, lo prometido es deuda. Aquí tienen la placa de Leopoldo Panero en Ibiza, 35. No dejen de verla cuando vayan por Madrid.

 

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