María José Cordero
Lunes, 08 de Febrero de 2016

Para mañana

Todo lo que se deja…bosteza. Es una máxima de la postergación, de dejar para mañana lo que no quieres arreglar hoy, desde cosas sencillas a las más complicadas. 


Los psicoterapeutas aconsejan no procrastinar para que la vida no se nos estanque. Ese verbo tan enrevesado es el que, desde hace unas décadas, viene a sustituir todo lo que postergamos.


Dejamos de tomar decisiones esperando a que las cosas se resuelvan solas, y nada se resuelve por sí mismo. En las relaciones personales, hay quien siempre espera al sustituto, estando todavía con una pareja, para salir de un atolladero que no saben cómo resolver. Y no es que no sepan, es que la cobardía, el egoísmo y la mala praxis adquirida con los años, les lleva a postergar decisiones, no enfrentándose nunca a nada.


Otra situación diferente es dejar de arreglar aquel grifo que gotea, o la cerradura que no cierra…etc, porque también los humanos valoramos, cuando se tiene poco tiempo, qué cosas merecen más nuestra atención y establecemos un orden de prioridades. ¿Es eso, también, procrastinar?


Dejemos para mañana lo que no podemos hacer hoy. Tal como dice el refrán; tampoco hay que agobiarse. Así que, por mucha palabra compleja para denominar lo que postergamos, cuanto menos cosas dejemos sin resolver, menos se nos acumularán. Eso también agobia un montón. Pero lo imperdonable son las decisiones que afectan a otras personas, esas que se postergan por comodidad propia, porque nos miramos tanto el ombligo que no valoramos los sentimientos de otros. En este tipo de postergaciones las personas con poca o nula empatía son las más tendentes a procrastinar.

 

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