Los titiriteros y el periodismo basura
Hubo un tiempo en la Transición en el que leer la prensa era una aventura del conocimiento, quizá porque no sabíamos casi nada, pero a lo largo de estos años abrir un periódico o ver un telediario se ha vuelto una de las experiencias cotidianas más desagradables del día. La prensa se ha ido polarizando extremadamente, uniéndose a unos u otros planes de los que ansiaban el poder económico o político y la opinión invade todas las secciones. Se han tomado demasiado en serio aquello del cuarto poder y fantasean todo el rato en poner a unos y quitar a otros, todo con la precisa metodología de administrar la información de una forma u otra a la sagrada opinión pública por cuyo bien, supuestamente, se hace todo.
El periodismo ha sido cómplice o coautor de casi todas las cosas de la democracia, como debe ocurrir en todos los países libres y avanzados que ya se las saben todas y conocen sus límites, peligros y fallos. Seguramente en el periodismo, como en todo, el margen de acción que queda a los profesionales para acercarse a la verdad sea totalmente exiguo.
Pero lo absolutamente lamentable es que esta prensa nos invite constantemente al absurdo, como en este caso reciente de los titiriteros proponiendo y amplificando otro capítulo grotesco de las dos españas. Buena parte de la población cae en la trampa maníquea sin darse cuenta de que los títeres somos nosotros, alineándose con los titiriteros o con los otros.
Hubo un tiempo en la Transición en el que leer la prensa era una aventura del conocimiento, quizá porque no sabíamos casi nada, pero a lo largo de estos años abrir un periódico o ver un telediario se ha vuelto una de las experiencias cotidianas más desagradables del día. La prensa se ha ido polarizando extremadamente, uniéndose a unos u otros planes de los que ansiaban el poder económico o político y la opinión invade todas las secciones. Se han tomado demasiado en serio aquello del cuarto poder y fantasean todo el rato en poner a unos y quitar a otros, todo con la precisa metodología de administrar la información de una forma u otra a la sagrada opinión pública por cuyo bien, supuestamente, se hace todo.
El periodismo ha sido cómplice o coautor de casi todas las cosas de la democracia, como debe ocurrir en todos los países libres y avanzados que ya se las saben todas y conocen sus límites, peligros y fallos. Seguramente en el periodismo, como en todo, el margen de acción que queda a los profesionales para acercarse a la verdad sea totalmente exiguo.
Pero lo absolutamente lamentable es que esta prensa nos invite constantemente al absurdo, como en este caso reciente de los titiriteros proponiendo y amplificando otro capítulo grotesco de las dos españas. Buena parte de la población cae en la trampa maníquea sin darse cuenta de que los títeres somos nosotros, alineándose con los titiriteros o con los otros.




