Otra librería
Otra librería ha cerrado. Otra más. Probablemente, la mayoría de los astorganos que leen este periódico conocen la famosa librería Cervantes de Salamanca. Cualquiera que haya paseado por las calles céntricas de la ciudad se habrá detenido alguna vez frente a la estrecha entrada que da pie a varios pisos de librería. A sinuosos pasillos donde el libro buscado siempre se esconde detrás de otros muchos. A un lugar, en fin, que, pese a una cierta desidia en los últimos años —no vamos a negarlo— muchas veces era el sitio preciso donde buscar ese libro adecuado. Pues sí, esta librería, Cervantes, ha cerrado. Bueno, lo va a hacer. Ya hace unas semanas anunciaron la inesperada noticia, que ha aparecido en varios de los principales medios nacionales. Otra librería más. En nuestra ciudad, desde luego, estamos desafortunadamente acostumbrados a ello: Filandón o Cervantes son ejemplos de ello.
No obstante, hay razones para el optimismo. Al mismo tiempo que escuchaba la noticia que acabo de comentar, leía en un periódico la sorprendente noticia de que "las librerías remontan el vuelo en 2015". El año pasado, este tipo de establecimientos aumentaron su número considerablemente, 200 más que el año anterior. En la misma Salamanca, de hecho, han surgido nuevas librerías. Claro que el planteamiento de las mismas es totalmente diferente. Ya no son esos centros enormes, verdaderos almacenes de libros, donde siempre encuentras lo que buscas. Este tipo de centros —desde luego, muy útiles— no puede competir contra el gigante de Internet, insuperable en cuanto a capacidad y disponibilidad. Las nuevas librerías, al contrario, son normalmente pequeñas, de diseño atractivo, donde, más que a encontrar, se va a ser encontrado, a pasear y a toparse de pronto con el libro que, sin saberlo, estabas buscando. Y, sobre todo, por una importante presencia en las redes sociales, desde las que se potencian los numerosos actos culturales que organizan, con lo que se convierten en un centro de reunión envidiable.
Estamos, en fin, ante un cambio en el sector provocado por el crecimiento exponencial de los medios digitales. Claro que hay que lamentar la desaparición de este local histórico, ya parte de la ciudad, pero también hay que ver y celebrar esas otras librerías que han sabido aflorar y ofrecer esa cercanía y humanidad de las distancias cortas que Internet no puede proporcionar.
Otra librería ha cerrado. Otra más. Probablemente, la mayoría de los astorganos que leen este periódico conocen la famosa librería Cervantes de Salamanca. Cualquiera que haya paseado por las calles céntricas de la ciudad se habrá detenido alguna vez frente a la estrecha entrada que da pie a varios pisos de librería. A sinuosos pasillos donde el libro buscado siempre se esconde detrás de otros muchos. A un lugar, en fin, que, pese a una cierta desidia en los últimos años —no vamos a negarlo— muchas veces era el sitio preciso donde buscar ese libro adecuado. Pues sí, esta librería, Cervantes, ha cerrado. Bueno, lo va a hacer. Ya hace unas semanas anunciaron la inesperada noticia, que ha aparecido en varios de los principales medios nacionales. Otra librería más. En nuestra ciudad, desde luego, estamos desafortunadamente acostumbrados a ello: Filandón o Cervantes son ejemplos de ello.
No obstante, hay razones para el optimismo. Al mismo tiempo que escuchaba la noticia que acabo de comentar, leía en un periódico la sorprendente noticia de que "las librerías remontan el vuelo en 2015". El año pasado, este tipo de establecimientos aumentaron su número considerablemente, 200 más que el año anterior. En la misma Salamanca, de hecho, han surgido nuevas librerías. Claro que el planteamiento de las mismas es totalmente diferente. Ya no son esos centros enormes, verdaderos almacenes de libros, donde siempre encuentras lo que buscas. Este tipo de centros —desde luego, muy útiles— no puede competir contra el gigante de Internet, insuperable en cuanto a capacidad y disponibilidad. Las nuevas librerías, al contrario, son normalmente pequeñas, de diseño atractivo, donde, más que a encontrar, se va a ser encontrado, a pasear y a toparse de pronto con el libro que, sin saberlo, estabas buscando. Y, sobre todo, por una importante presencia en las redes sociales, desde las que se potencian los numerosos actos culturales que organizan, con lo que se convierten en un centro de reunión envidiable.
Estamos, en fin, ante un cambio en el sector provocado por el crecimiento exponencial de los medios digitales. Claro que hay que lamentar la desaparición de este local histórico, ya parte de la ciudad, pero también hay que ver y celebrar esas otras librerías que han sabido aflorar y ofrecer esa cercanía y humanidad de las distancias cortas que Internet no puede proporcionar.




