Antonio Suárez
Martes, 15 de Marzo de 2016

No tenemos sueños baratos

Pese a la expectación, seguimos sin poder hablar del gobierno. Hay quien pronostica que habrá que repetir las elecciones y que tendremos que dejarlo para después del verano. Veremos.


Así que, como en el concurso de la tele, me pido Tema y como soy el único para elegir escojo Economía.


“Más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados, menos demócratas. Éste es el devastador balance que queda después de años de Gran Recesión en buena parte del mundo, especialmente en el sur de Europa, el laboratorio favorito de los experimentos ensayados con sus ciudadanos. Cobayas de la austeridad expansiva”. Con este párrafo se inicia el libro 'Estos años bárbaros' del economista y periodista Joaquín Estefanía. Sería una pretensión absurda intentar resumir las razones que llevan al autor a tan terrible conclusión, así que simplemente recomiendo la lectura de la obra.


Sé que muchos me dirán que cuando se juntan tres economistas producen tres diagnósticos diferentes, incluso alguno más, para que haya donde elegir. Y tendrá usted razón, amable lector. En economía, como en otras ciencias sociales – psicología, sociología,…- existen diferentes escuelas de pensamiento. Alguna de estas escuelas han pretendido seguir las pautas de las ciencias físicas, pero en economía no hay laboratorios donde hacer experimentos. Los resultados de las recetas solo se observan cuando ya se le han aplicado al paciente. A veces con resultados desastrosos. Para que no se diga que me olvido de las otras escuelas, seguro que algún seguidor del canon quirúrgico dirá que mejor amputado que muerto, pero en todo caso opinable.


Algunas escuelas económicas se han dotado de sofisticados aparatos matemáticos con el fin de mejorar su capacidad de análisis.  Notable esfuerzo que lleva a proyectar, sobre bases estadísticas la experiencia del pasado, para, en condiciones normales -recordando el laboratorio de Física- predecir el futuro. Bien, el problema se presenta cuando las circunstancias no son normales o no son previsibles. En este punto algunos bromistas dicen que los economistas solo saben predecir el pasado. 


¿No hay solución? La única que aparece como razonable es que la respuesta es política, los políticos y el pueblo soberano que les vota son los que toman las decisiones. Si se toma la decisión adecuada, estupendo y si no, al menos, es una responsabilidad compartida. No hay recetas mágicas. Los técnicos proponen y los políticos disponen. O como diría Keynes, un gran economista, los economistas en el asiento de atrás.


Pero bajemos al desierto de lo real, que diría Morfeo en Matrix. A últimos de febrero se reunía en Shanghái el G-20, el grupo de los 20 países más poderosos. Allí se reunieron los ministros de finanzas, multitud de asesores, el FMI, la OCDE y toda la prensa mundial para parir un ratón. En el comunicado final conjunto se recoge que la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea, el brusco abaratamiento de las materias primas, las tensiones geopolíticas, la crisis de los refugiados,  la crisis de los países emergentes, la desaceleración de China…, suponen un grave riesgo de desestabilización de la economía mundial. Solución: utilizar todas las herramientas posibles. Es decir nada concreto, solo humo.


¿Sorprendido? A mi modo de ver, para semejante final hubiera bastado una videoconferencia y un correo electrónico. El asunto es que no se ponen de acuerdo en las soluciones y entre las muchas discrepancias nuestro apreciado ministro de finanzas alemán, entre otros, sigue proponiendo insistir en la 'austeridad expansiva'. Más reformas y recortes.


Mientras, si usted está pasando por una situación difícil, compre lotería, 'No tenemos sueños baratos'.

   

 

 

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