Bruno Marcos
Martes, 15 de Marzo de 2016

Lumpemproletariado

De entre todos los defectos que tiene la democracia hay uno del cual no nos avisaron en la Transición y que es compartido por todos los sistemas políticos habidos en todos los tiempos y en toda latitud. Se trata de aquel que excluye a los excluidos, a los perdedores de todas las batallas del mundo, a los hijos de todas las revoluciones pendientes. Han sido olvidados hasta de la de Marx y de los soviets. Son los menesterosos, los eventuales de todo, los rateros y las prostitutas, los mendigos y los vagabundos, los tullidos y los desahuciados, los enfermos y los borrachos, los locos, los tontos y los raros...Son los que, instalados en la miseria, no producen nada y, por lo tanto, no pueden participar en la lucha de clases porque no tienen nada con que acudir a la huelga, no pueden hacer huelga de nada.


No les interesan ni a los comunistas residuales que encima los acusan de cimentar el gran capitalismo y de nutrir, si llega el caso, sus fuerzas de choque, y les parece mal hasta que acepten las migajas de la caridad. Les piden, en definitiva, una dignidad y una fuerza que no pueden ni soñar.


Sin expectativas, sin esperanzas y en condiciones lamentables pasean por el mundo su imagen como un espectro para que los demás conjuremos los fantasmas del fracaso.

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