Lumpemproletariado
De entre todos los defectos que tiene la democracia hay uno del cual no nos avisaron en la Transición y que es compartido por todos los sistemas políticos habidos en todos los tiempos y en toda latitud. Se trata de aquel que excluye a los excluidos, a los perdedores de todas las batallas del mundo, a los hijos de todas las revoluciones pendientes. Han sido olvidados hasta de la de Marx y de los soviets. Son los menesterosos, los eventuales de todo, los rateros y las prostitutas, los mendigos y los vagabundos, los tullidos y los desahuciados, los enfermos y los borrachos, los locos, los tontos y los raros...Son los que, instalados en la miseria, no producen nada y, por lo tanto, no pueden participar en la lucha de clases porque no tienen nada con que acudir a la huelga, no pueden hacer huelga de nada.
No les interesan ni a los comunistas residuales que encima los acusan de cimentar el gran capitalismo y de nutrir, si llega el caso, sus fuerzas de choque, y les parece mal hasta que acepten las migajas de la caridad. Les piden, en definitiva, una dignidad y una fuerza que no pueden ni soñar.
Sin expectativas, sin esperanzas y en condiciones lamentables pasean por el mundo su imagen como un espectro para que los demás conjuremos los fantasmas del fracaso.
De entre todos los defectos que tiene la democracia hay uno del cual no nos avisaron en la Transición y que es compartido por todos los sistemas políticos habidos en todos los tiempos y en toda latitud. Se trata de aquel que excluye a los excluidos, a los perdedores de todas las batallas del mundo, a los hijos de todas las revoluciones pendientes. Han sido olvidados hasta de la de Marx y de los soviets. Son los menesterosos, los eventuales de todo, los rateros y las prostitutas, los mendigos y los vagabundos, los tullidos y los desahuciados, los enfermos y los borrachos, los locos, los tontos y los raros...Son los que, instalados en la miseria, no producen nada y, por lo tanto, no pueden participar en la lucha de clases porque no tienen nada con que acudir a la huelga, no pueden hacer huelga de nada.
No les interesan ni a los comunistas residuales que encima los acusan de cimentar el gran capitalismo y de nutrir, si llega el caso, sus fuerzas de choque, y les parece mal hasta que acepten las migajas de la caridad. Les piden, en definitiva, una dignidad y una fuerza que no pueden ni soñar.
Sin expectativas, sin esperanzas y en condiciones lamentables pasean por el mundo su imagen como un espectro para que los demás conjuremos los fantasmas del fracaso.




