La llave
Ponte en mi lugar y dime que te apetece estar todo el día dando explicaciones de a dónde vienes y con quién vas.
Que tu casa tiene que estar perfecta y tu ropa colocada. Que en tu trabajo tienes que ser la mejor y siempre estar dispuesta a escuchar penas y más penas de todos tus conocidos pero como eres soltera no tienes problemas y tu vida es perfecta.
Que si el anillo de tu dedo no va a juego con tu vestido, que por qué vistes siempre de negro y que si en verano no tienes calor, o sonreír cuando un desconocido te dice ¡Guapa!, aunque en realidad tienes ganas de morderle.
Si el interior de mi alma tiene una frontera insalvable, no insistas en entrar sin invitación, que no eres bienvenido.
A mis años no pienso perder el tiempo en tonterías o melancolías imposibles. O sí. Me cabrearé cuando no reciba el mensaje en el momento adecuado y miraré mil veces a ver si se conectó y no me habló. ¿Acaso tú no lo haces? Me gustaría que me dijeras: te necesito al abrir los ojos, o acariciaras al azar mi mano. Las fichas encajarían, una vez más, y haría una nueva línea premiada en mi ‘Tetris’ particular, pero pobre de aquel que intente cortar mi alma o domar mi libertad.
El mundo se parará cuando yo diga, por ejemplo, mientras admiro las fotografías de un libro precioso y volverá a arrancar cuando yo lo decida. Quiero no ser transparente, no sentirme culpable y que se forme a mí alrededor una burbuja para que me reboten las tonterías y no pierda ni un segundo de mi vida en ellas.
Y es que resulta que las vueltas de la Vida nos marean y nos marean. Ella nos hace reír y nos hace llorar. Me levanta hasta el placer más extremo y me deposita en el suelo con el alma llena de tristeza. Es paradójico que yo pueda consolar tu dolor con mis risas y que otro abrigue mi corazón, que está helado. Puedo ser refugio de otra alma y necesitar, de vez en cuando, hacerme pequeñita.
Mi corazón sólo tiene una llave original y en ella, aprenderé algún día, que está escrito mi propio nombre.
Ponte en mi lugar y dime que te apetece estar todo el día dando explicaciones de a dónde vienes y con quién vas.
Que tu casa tiene que estar perfecta y tu ropa colocada. Que en tu trabajo tienes que ser la mejor y siempre estar dispuesta a escuchar penas y más penas de todos tus conocidos pero como eres soltera no tienes problemas y tu vida es perfecta.
Que si el anillo de tu dedo no va a juego con tu vestido, que por qué vistes siempre de negro y que si en verano no tienes calor, o sonreír cuando un desconocido te dice ¡Guapa!, aunque en realidad tienes ganas de morderle.
Si el interior de mi alma tiene una frontera insalvable, no insistas en entrar sin invitación, que no eres bienvenido.
A mis años no pienso perder el tiempo en tonterías o melancolías imposibles. O sí. Me cabrearé cuando no reciba el mensaje en el momento adecuado y miraré mil veces a ver si se conectó y no me habló. ¿Acaso tú no lo haces? Me gustaría que me dijeras: te necesito al abrir los ojos, o acariciaras al azar mi mano. Las fichas encajarían, una vez más, y haría una nueva línea premiada en mi ‘Tetris’ particular, pero pobre de aquel que intente cortar mi alma o domar mi libertad.
El mundo se parará cuando yo diga, por ejemplo, mientras admiro las fotografías de un libro precioso y volverá a arrancar cuando yo lo decida. Quiero no ser transparente, no sentirme culpable y que se forme a mí alrededor una burbuja para que me reboten las tonterías y no pierda ni un segundo de mi vida en ellas.
Y es que resulta que las vueltas de la Vida nos marean y nos marean. Ella nos hace reír y nos hace llorar. Me levanta hasta el placer más extremo y me deposita en el suelo con el alma llena de tristeza. Es paradójico que yo pueda consolar tu dolor con mis risas y que otro abrigue mi corazón, que está helado. Puedo ser refugio de otra alma y necesitar, de vez en cuando, hacerme pequeñita.
Mi corazón sólo tiene una llave original y en ella, aprenderé algún día, que está escrito mi propio nombre.




