Embutidos Rodríguez, al amparo de la ley
Aparentemente la principal preocupación de la sociedad ante el incendio de 'Embutidos Rodríguez' es la de “luchar para que esto se levante y vuelva a funcionar”. Tal vez este sea el grito unánime de los trabajadores que han perdido su empleo. Pero lo que se aviene al leer los montones de cenizas que quedaron del fuego (‘tefromancia’) es la situación de riesgo y de precariedad que asolan a la provincia, a sus trabajadores y acaso a todo el país.
La situación de riesgo permanente que supone la ausencia de un parque de bomberos en las comarcas limítrofes a Astorga no es asunto menor, llamita fatua; es el andancio que se propaga y prende cada vez que arde alguna cosa. ¿Será la privatización que ha de venir? ¿será este el andancio? Dependerá mucho de si se vaticina negocio o no. Ya conocemos la consigna del nuevo espíritu del capitalismo: "socializar las pérdidas y privatizar las ganancias". Pero ¿acaso ese nuevo capitalismo somos nosotros?
La precariedad es la de los trabajadores/as de ‘Embutidos Rodríguez’ y la de tantos trabajadores/emprendedores agazapados hasta que les caiga el tsunami. Al amparo de la flexibilidad, -la cual ha permitido trasladar sobre los asalariados, así como los subcontratistas el peso de la incertidumbre del mercado- los empleados de la fábrica de Soto de la Vega han podido llegar a ser mayormente autónomos; pero su contratación para trabajar en 'Embutidos Rodríguez' se realiza a través de la cooperativa ‘Servicane’, que es para la que legalmente trabajan. ¿Verdad que es más fácil entender ahora las crisis de identidad, las secuelas psíquicas, incluso la corrosión del carácter, al formar parte de una dependencia desvinculada?
Estas formas jurídicas de contratación intermediaria, promovidas por la nueva legislación laboral, malean el sentido de lo que sería una relación laboral digna; permitiendo que los empleadores se salten continuamente los derechos fundamentales: no se quieren mujeres o se las discrimina salarialmente, no se contratan mayores de 45 años etc.
No nos engañemos, las alegrías del emprendimiento son en muchos casos el reclamo de una esclavitud encubierta. Ya lo han entendido así los productores agrícolas que invirtieron en la modernización de las granjas o de los rebaños; trabajar ha llegado a ser una forma de empobrecimiento. La 'pasta' no es para quien la trabaja, sino para los grandes: contratistas, matarifes, transportistas y distribuidores; antes de dar en el destino de los supermercados y de las grandes superficies.
La gran superficie es la gran superficialidad y nuevamente tenemos que hablar del destino, ¿de nuestro destino?: ‘Elige tu destino’ reza un eslogan juvenil a la puerta de algunos centros de enseñanza, y es que tras la apariencia de autonomía de los nuevos autoempleos, lo que concurre es la atomización de los trabajadores y la irresponsabilidad de las empresas y lo que es peor bajo el amparo que no del peso de la ley.
Aparentemente la principal preocupación de la sociedad ante el incendio de 'Embutidos Rodríguez' es la de “luchar para que esto se levante y vuelva a funcionar”. Tal vez este sea el grito unánime de los trabajadores que han perdido su empleo. Pero lo que se aviene al leer los montones de cenizas que quedaron del fuego (‘tefromancia’) es la situación de riesgo y de precariedad que asolan a la provincia, a sus trabajadores y acaso a todo el país.
La situación de riesgo permanente que supone la ausencia de un parque de bomberos en las comarcas limítrofes a Astorga no es asunto menor, llamita fatua; es el andancio que se propaga y prende cada vez que arde alguna cosa. ¿Será la privatización que ha de venir? ¿será este el andancio? Dependerá mucho de si se vaticina negocio o no. Ya conocemos la consigna del nuevo espíritu del capitalismo: "socializar las pérdidas y privatizar las ganancias". Pero ¿acaso ese nuevo capitalismo somos nosotros?
La precariedad es la de los trabajadores/as de ‘Embutidos Rodríguez’ y la de tantos trabajadores/emprendedores agazapados hasta que les caiga el tsunami. Al amparo de la flexibilidad, -la cual ha permitido trasladar sobre los asalariados, así como los subcontratistas el peso de la incertidumbre del mercado- los empleados de la fábrica de Soto de la Vega han podido llegar a ser mayormente autónomos; pero su contratación para trabajar en 'Embutidos Rodríguez' se realiza a través de la cooperativa ‘Servicane’, que es para la que legalmente trabajan. ¿Verdad que es más fácil entender ahora las crisis de identidad, las secuelas psíquicas, incluso la corrosión del carácter, al formar parte de una dependencia desvinculada?
Estas formas jurídicas de contratación intermediaria, promovidas por la nueva legislación laboral, malean el sentido de lo que sería una relación laboral digna; permitiendo que los empleadores se salten continuamente los derechos fundamentales: no se quieren mujeres o se las discrimina salarialmente, no se contratan mayores de 45 años etc.
No nos engañemos, las alegrías del emprendimiento son en muchos casos el reclamo de una esclavitud encubierta. Ya lo han entendido así los productores agrícolas que invirtieron en la modernización de las granjas o de los rebaños; trabajar ha llegado a ser una forma de empobrecimiento. La 'pasta' no es para quien la trabaja, sino para los grandes: contratistas, matarifes, transportistas y distribuidores; antes de dar en el destino de los supermercados y de las grandes superficies.
La gran superficie es la gran superficialidad y nuevamente tenemos que hablar del destino, ¿de nuestro destino?: ‘Elige tu destino’ reza un eslogan juvenil a la puerta de algunos centros de enseñanza, y es que tras la apariencia de autonomía de los nuevos autoempleos, lo que concurre es la atomización de los trabajadores y la irresponsabilidad de las empresas y lo que es peor bajo el amparo que no del peso de la ley.




