Javier Domingo Martín
Lunes, 20 de Junio de 2016

Realidad y ficción

En la mañana, el mismo pitido inoportuno me despierta a la misma hora de siempre. Por la luz que entra por la ventana, parece de noche, pero los números del dispositivo apuntan claramente la hora. Son las 07.00, no hay duda. En el desayuno, un hombre en traje enuncia una serie de puntos que, sin ningún atisbo de titubeo, cumplirá durante los siguientes cuatro años —si se diera el caso de que su nombre saliera repetidamente en una serie de papeles que, religiosamente, los votantes (o sea, gente como yo, que desayunamos en este momento) lo decidimos así. No hay duda. En la calle, unas treinta personas, vestidas de época —de época anterior a la nuestra, quiero decir—, toman un café y un donut mientras esperan. Un salmantino me informa de que se está rodando Still Star-Crossed, una continuación de los amores de Romeo y Julieta. Durante las próximas semanas, dice —el informante, digo—, las calles Compañía o Libreros estarán en Verona. En la facultad (como saben, en el magnífico Palacio de Anaya) preside el patio un glorioso artefacto con forma de zepelín. Un estudiante, con su pertinente Quijote bajo el brazo, me informa de que, gracias a ese objeto (el artefacto, digo, no el libro), esta noche será de día, y el Palacio estará en Italia. Claro, por eso tapan el busto de Unamuno, sin duda. Más tarde, cuando el ángelus de los monjes de San Esteban, religiosamente, lo indica, como cada día, salgo de la Facultad. En la librería, hojeo los Articuentos completos de Juan José Millás: artículos que son cuentos que son artículos que son cuentos (no sé exactamente con qué quedarme). En casa, finalmente, reviso los perfiles de Facebook, de mis escogidos amigos. Elijo que «me gustan» algunos de los momentos de sus biografías (todo es tan interesante que no sé exactamente con qué quedarme). Una noticia me anuncia —leo en una noticia, quiero decir—que la famosa serie, finalmente, se grabará en Salamanca, que será Verona que será Salamanca durante algunos capítulos. Decido, entonces, teclear estas líneas. Las envío sin saber si lo que he escrito es verdad.
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