Agustín Fernández Paz (1947-2016), in memoriam
El pasado 12 de julio falleció Agustín Fernández Paz, reconocido autor de literatura juvenil en lengua gallega. Su obra ha sido traducida a más de veinte lenguas y fue reconocida con múltiples premios como el Merlín, el Lazarillo (concedido en 1991 por vez primera a un libro en gallego), Edebé Juvenil, Reina Lupa, White Ravens, Barco de Vapor, lista de honor del IBBY, Frei Martín Sarmiento, Premio de la Crítica, Nacional de Literatura Infantil y Juvenil o VII Premio Iberoamericano SM en reconocimiento a toda su carrera literaria, entre otros.
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Nacido en Vilalba (Lugo) en 1947, se podría decir que su primera formación literaria tuvo lugar en los años de infancia, escuchando los cuentos junto al hogar en invierno, o en la puerta de la casa en verano, como él recordaría en 'El rastro que dejamos', un libro en el que se recopilaron textos suyos de diversa naturaleza (ensayo, microrrelato, apunte biográfico…). También en ese libro habla del papel fundamental que tuvo la figura del padre, músico y carpintero, que llevaba a casa libros de Verne, Cunqueiro o Fole. El cine y los cómics, que leía con fervor, completarían esa primera formación del escritor.
Con el título de perito industrial mecánico, obtenido en la Universidad Laboral de Gijón, marchó a Barcelona donde comenzaría los estudios de Magisterio, que terminará en la Coruña, iniciando su andadura profesional a mediados de la década de los setenta, primero en A Coruña y después en Mugardos.
Como él dijo en más de una ocasión, en aquellos años finales de la dictadura y primeros de la democracia, él y sus compañeros de generación aspiraban “a cambiar el mundo desde las aulas”. Por eso, inmerso en su labor pedagógica, cofundó, junto con otros profesores concienciados, los colectivos ‘Avanzar’ y ‘Nueva Escuela Gallega’. Impartió cursos relacionados con la didáctica de la lengua, la normalización lingüística y los medios de comunicación y colaboró en numerosas revistas sobre esos mismos temas. Fue también entonces cuando, viendo el vacío existente, surgió entre estos docentes la necesidad de elaborar un material pedagógico en gallego necesario para las aulas. Así, el libro 'CANALES 5', del que es coautor, recibiría el Premio Emilia Pardo Bazán, del Ministerio de Educación, para libros de texto no sexistas. También en ese tiempo escribió crítica de literatura infantil y juvenil y sobre el mundo del cómic consiguiendo en 1992, el Premio Ourense de Banda Diseñada.
Y así, fruto de sus preocupaciones pedagógicas, se fue acercando a la literatura, observando la utilidad de las ficciones como complemento indispensable para la formación en la vida. Superando los prejuicios existentes respecto a la literatura juvenil, comenzó a escribir para los más pequeños demostrando que, además de entretener, este tipo de literatura puede ser buena también para pensar. Demostró que era posible escribir libros críticos e inteligentes, llenos también de humor e ironía. Tenía precedentes como Maria Gripe, Michael Ende, John Christopher, Roald Dahl y, sobre todo, su admirado Gianni Rodari. Porque la literatura juvenil, como a él le gustaba decir, no es otra cosa que literatura que también pueden leer los más pequeños de la casa. Según dijo en una entrevista hace no muchos años “lo que puede definir una novela como de adultos o no son las técnicas narrativas más complejas que harán que el hipotético lector tenga que tener una madurez lectora que, muchas veces, los jóvenes no poseen”.
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Algunas de las premisas que configuran su obra son: la perfecta arquitectura de las tramas, cierta experimentación en lo referido a la técnica narrativa y la mezcla de géneros como la fantasía, las aventuras, la ciencia ficción o el terror, heredado de autores como Lovecraft. Pero también la novela de compromiso con la memoria colectiva, como esa trilogía de la memoria histórica que conforman 'Noche de voraces sombras', 'Corredores de sombra' y 'No hay noche tan larga'. O esa novela generacional, más reciente, 'El viaje de Gagarin.
Todas las historias se tejen con los hilos de la vida, le gustaba decir a Agustín. Su obra, escrita siempre en gallego y traducida a varias lenguas, ha merecido numerosos premios como el Merlín, el Lazarillo (concedido ese año de 1991 por vez primera a un libro en gallego), Edebé Juvenil, Rañolas, Reina Lupa, White Ravens, Barco de Vapor, lista de honor del IBBY, Frei Martín Sarmiento, Premio de la Crítica, Nacional de Literatura Infantil y Juvenil o VII Premio Iberoamericano SM en reconocimiento a toda su carrera literaria, entre otros.
Agustín se fue “cuando aun tenía historias que contar” como dijo estos días en las redes sociales Xavier Alcalá, otro escritor gallego ampliamente reconocido. El autor se fue, queda con nosotros su obra. También su ejemplo pues, más allá de la figura del escritor, está el hombre. Agustín Fernández Paz fue y será siempre un referente cívico para muchos de sus lectores como demostró al rechazar en el año 2010 el Premio de la Cultura Gallega, otorgado por la Xunta de Galicia, en protesta por su política lingüística en coherencia con las reivindicaciones hechas por la asociación Prolingua de la que era también cofundador.
De su grandeza humana hablaba hace poco el novelista Pedro Feijoo al recordar que pocas figuras vivas de la cultura gallega consiguen una aceptación tan unánime como la que tenía Fernández Paz. Cualquiera, no sólo los que admirábamos su persona y éramos lectores apasionados de su obra, sino cualquiera que lo hubiese conocido o que tuviera contacto con él, por mínimo que fuera, puede dar fe de su bondad, de su generosidad, de su entusiasmo… El hombre murió. Su obra imperecedera quedará para siempre con nosotros
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Nacido en Vilalba (Lugo) en 1947, se podría decir que su primera formación literaria tuvo lugar en los años de infancia, escuchando los cuentos junto al hogar en invierno, o en la puerta de la casa en verano, como él recordaría en 'El rastro que dejamos', un libro en el que se recopilaron textos suyos de diversa naturaleza (ensayo, microrrelato, apunte biográfico…). También en ese libro habla del papel fundamental que tuvo la figura del padre, músico y carpintero, que llevaba a casa libros de Verne, Cunqueiro o Fole. El cine y los cómics, que leía con fervor, completarían esa primera formación del escritor.
Con el título de perito industrial mecánico, obtenido en la Universidad Laboral de Gijón, marchó a Barcelona donde comenzaría los estudios de Magisterio, que terminará en la Coruña, iniciando su andadura profesional a mediados de la década de los setenta, primero en A Coruña y después en Mugardos.
Como él dijo en más de una ocasión, en aquellos años finales de la dictadura y primeros de la democracia, él y sus compañeros de generación aspiraban “a cambiar el mundo desde las aulas”. Por eso, inmerso en su labor pedagógica, cofundó, junto con otros profesores concienciados, los colectivos ‘Avanzar’ y ‘Nueva Escuela Gallega’. Impartió cursos relacionados con la didáctica de la lengua, la normalización lingüística y los medios de comunicación y colaboró en numerosas revistas sobre esos mismos temas. Fue también entonces cuando, viendo el vacío existente, surgió entre estos docentes la necesidad de elaborar un material pedagógico en gallego necesario para las aulas. Así, el libro 'CANALES 5', del que es coautor, recibiría el Premio Emilia Pardo Bazán, del Ministerio de Educación, para libros de texto no sexistas. También en ese tiempo escribió crítica de literatura infantil y juvenil y sobre el mundo del cómic consiguiendo en 1992, el Premio Ourense de Banda Diseñada.
Y así, fruto de sus preocupaciones pedagógicas, se fue acercando a la literatura, observando la utilidad de las ficciones como complemento indispensable para la formación en la vida. Superando los prejuicios existentes respecto a la literatura juvenil, comenzó a escribir para los más pequeños demostrando que, además de entretener, este tipo de literatura puede ser buena también para pensar. Demostró que era posible escribir libros críticos e inteligentes, llenos también de humor e ironía. Tenía precedentes como Maria Gripe, Michael Ende, John Christopher, Roald Dahl y, sobre todo, su admirado Gianni Rodari. Porque la literatura juvenil, como a él le gustaba decir, no es otra cosa que literatura que también pueden leer los más pequeños de la casa. Según dijo en una entrevista hace no muchos años “lo que puede definir una novela como de adultos o no son las técnicas narrativas más complejas que harán que el hipotético lector tenga que tener una madurez lectora que, muchas veces, los jóvenes no poseen”.
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Algunas de las premisas que configuran su obra son: la perfecta arquitectura de las tramas, cierta experimentación en lo referido a la técnica narrativa y la mezcla de géneros como la fantasía, las aventuras, la ciencia ficción o el terror, heredado de autores como Lovecraft. Pero también la novela de compromiso con la memoria colectiva, como esa trilogía de la memoria histórica que conforman 'Noche de voraces sombras', 'Corredores de sombra' y 'No hay noche tan larga'. O esa novela generacional, más reciente, 'El viaje de Gagarin.
Todas las historias se tejen con los hilos de la vida, le gustaba decir a Agustín. Su obra, escrita siempre en gallego y traducida a varias lenguas, ha merecido numerosos premios como el Merlín, el Lazarillo (concedido ese año de 1991 por vez primera a un libro en gallego), Edebé Juvenil, Rañolas, Reina Lupa, White Ravens, Barco de Vapor, lista de honor del IBBY, Frei Martín Sarmiento, Premio de la Crítica, Nacional de Literatura Infantil y Juvenil o VII Premio Iberoamericano SM en reconocimiento a toda su carrera literaria, entre otros.
Agustín se fue “cuando aun tenía historias que contar” como dijo estos días en las redes sociales Xavier Alcalá, otro escritor gallego ampliamente reconocido. El autor se fue, queda con nosotros su obra. También su ejemplo pues, más allá de la figura del escritor, está el hombre. Agustín Fernández Paz fue y será siempre un referente cívico para muchos de sus lectores como demostró al rechazar en el año 2010 el Premio de la Cultura Gallega, otorgado por la Xunta de Galicia, en protesta por su política lingüística en coherencia con las reivindicaciones hechas por la asociación Prolingua de la que era también cofundador.
De su grandeza humana hablaba hace poco el novelista Pedro Feijoo al recordar que pocas figuras vivas de la cultura gallega consiguen una aceptación tan unánime como la que tenía Fernández Paz. Cualquiera, no sólo los que admirábamos su persona y éramos lectores apasionados de su obra, sino cualquiera que lo hubiese conocido o que tuviera contacto con él, por mínimo que fuera, puede dar fe de su bondad, de su generosidad, de su entusiasmo… El hombre murió. Su obra imperecedera quedará para siempre con nosotros






