Miércoles, 22 de Mayo de 2013

Servilismo institucional

NICOLÁS PÉREZ HIDALGO / 

Dicen los expertos, que el lenguaje apareció en la evolución humana no sólo para comunicarnos, sino primariamente para confundir. En estos tiempos, está de moda no hablar de las cosas por su nombre, sino suavizarlas utilizando palabras que nada tienen que ver con la usada hace unos años para hablar de lo mismo. Por poner unos ejemplos, los políticos utilizan eufemismos para evitar nombrar palabras como crisis, subida de impuestos, recortes, etc… y en otros ámbitos los cocineros se hicieron llamar restauradores y ahora han vuelto al redil de la cocina, la digna limpiadora pasó a ser considerada operadora de servicios y el camionero, a ser transportista primero y a operador logístico después. Las palabras no son más que señales para mentir y engañar, y que en ocasiones se usan para evitar alarmismo social o simplemente porque algunas ayudan a hablar de algo que no está bien visto socialmente.

Con demasiada frecuencia se vienen escuchando declaraciones de nuestros responsables políticos a todos los niveles, en las que se pide lealtad institucional cuando se negocia sobre presupuestos, recortes o medidas complejas o difíciles de explicar a la ciudadanía. Normalmente sucede cuando uno de los 'negociadores' institucionales, sale en los medios a hacer declaraciones consideradas duras por quien ostenta el poder. Pedir lealtad institucional es una señal de advertencia a la institución de turno (normalmente gobernada por otro color político) para que esté callada y no diga nada sobre el asunto, no sea que después vaya a haber represalias por 'piar' más de la cuenta.

No hace muchos años cierto 'político', veía con muy malos ojos hacer declaraciones o manifestaciones pidiendo el arreglo de una carretera que vertebra una comarca y usada por miles de personas, por si después era mal visto por la administración autonómica cuando negociara otras cosas, o fuera a pedir dinero para las innumerables tonterías que se inventaba cada día, evidentemente pagadas con todos nuestros impuestos. Aquel día no fue necesario que alguien se lo advirtiera. El “hombre bien domado” (que cantaba Víctor Manuel en “el abuelo fue picador”) sabía de sobra que tenía que guardar servilismo institucional.

Ya más recientemente, han sonado todas las alarmas porque en un pequeño pueblo de esta provincia se ha anunciado que se irá a los tribunales para denunciar ilegalidades. En unas horas han ardido los teléfonos de todas las administraciones y niveles políticos y sociales, para llamar a unos y a otros e intentar apagar (presionando, claro está) el fuego en 'caciquilandia'. En esta ocasión el agua con la que pretenden apagarlo, no es otra que la amenaza de no dar lo que se ha venido dando o investigar lo mismo que se quiere denunciar pero en otro lugar con otro color.

Convendría empezar a hacer un diccionario político-ciudadano/ciudadano-político para descubrir qué hay detrás de cada palabra o frase que sale por la boca de un cargo público. En la primera entrada pondremos que lealtad institucional vendría a ser “entre bomberos no nos pisemos la manguera” o “vamos a llevarnos bien…” o el conocidísimo ejemplo del “hoy por ti mañana por mi”. 

Yo dejo ahí la idea, a ver quién quiere aportar al diccionario.

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