En aquel tiempo azul
ANTONIO MERAYO. Fuenteencalada, 16 (revista del Centro de Estudios Astorganos 'Marcelo Macías'), 69 páginas
![[Img #3359]](upload/img/periodico/img_3359.jpg)
El oficio de poeta (hondo de inocencia,
según José Luis Puerto) consiste básicamente en crear belleza con las palabras.
El artesano del poema ha de poseer la capacidad de manejar el idioma con
soltura para que su obra sea un mensaje polifónico que comunique simultánea y
plenamente emociones, formas y melodías; que despierte en la mente de los
lectores toda suerte de fantasías, imágenes y evocaciones, haciéndoles viajar
por territorios nunca hasta entonces conocidos: los que la mente dibuje,
perfile y coloree. Por otro lado está la necesidad de crear con la palabra
poética una tonalidad, una atmósfera propia y característica que nace de la
intención poética inicial, además de un ritmo que armonice y otorgue unidad al
conjunto de versos que llamamos poema,
para que la experiencia estética semeje un universo totalizador. A todos estos
elementos habría que sumar el talento, la formación, las lecturas realizadas y
otros que sería enojoso enumerar aquí, requisitos que determinan la rotunda y
tozuda realidad: hay muchos autores que se atreven a escribir poesía, pero a
muy pocos de ellos se les puede considerar poetas
en el sentido más noble del término. Para Jiménez Lozano, el poeta nace y se
hace, pero tiene que nacer; es decir, la cualidad principal que precisa la
creación poética le tiene que salir del alma. Y el resto, quod natura non dat...
El poemario En aquel tiempo azul, de Antonio Merayo, pasó casi desapercibido en
su día, pero es de justicia dedicarle una lectura atenta que nos permita
disfrutar despacio de todos sus logros estéticos. Han sido y son muchos los
poetas que buscan en los recuerdos de su infancia los motivos y los materiales
con los que edificar sus obras, desde Pablo Neruda o José Ángel Valente hasta
el más cercano Alonso Ares, por ejemplo. Escribió Rainer M. Rilke que la única patria
feliz, sin territorio, es la conformada por los niños; y más, que la verdadera
patria del hombre es la infancia.
Los paisajes de la niñez y la memoria de los años en los que el tiempo
parecía no tener fin, la felicidad de la edad infantil y la impresión que todas
las experiencias acumuladas han dejado en la retina del poeta, configuran este
conjunto poético y constituyen sus ejes temáticos fundamentales:
En aquel tiempo azul, vivir era una música que
agrandaba los sueños, era un revuelo de
ilusiones con azúcar y era lo más frecuente jugar
al escondite y hallar una emoción en cualquier
parte.
(2, pág. 19, vv. 1-5)
El conjunto está dividido en tres partes: I (catorce poemas), II
(nueve poemas) y el poema final Recordando
a un payaso. Son versos que nacen de recuerdos, que arrancan con las
primeras imágenes que la mente es capaz de evocar y recorren paisajes, colores,
sabores, tristezas y alegrías de un rincón de El Bierzo –Corullón– donde lo más
lógico era ignorar que existieran árboles que no dieran frutos: «Hoy regreso al
fulgor de mis primeros años [...] Hoy regreso a aquel tiempo del niño que
jugaba / con un rompecabezas como si fuese la existencia [...] Hoy regreso a la
patria de mis sueños y [...] volveré a ser el niño de hace ya tantas / lluvias,
reviviré historias de hilaridad, asombro o / miedo, de sentimientos sin
orillas, de ternuras, / de fuegos y de hallazgos, páginas sin enmiendas / de
una época lejana, en que la noche era una / inquietante flor oscura y el día un
pájaro de luz.» (1, págs. 17-18)
Muchas de las imágenes que recorren
los versos de En aquel tiempo azul
son verdaderos hallazgos que desbordan la imaginación:
Mi madre me cosía los sueños que se me
rompiesen en cualquier gancho de la vida y mi
padre cazaba las aves engañosas que surcasen
el cielo de mi infancia.
(2, pág. 19, vv. 6-9)
Mi ángel de la guarda descendía del cuadro
muy temprano y no paraba en todo el día de
vigilar mi corazón aventurero, que sintiendo y
sintiendo se asía de las patas de pájaros en
vuelo y llegaba a lugares donde la noche no
existía.
(2, pág. 20, vv. 23-28)
Las llaves de la lluvia abrían poco a poco las
cosechas [...]
(2, pág. 22, vv. 53, 54)
Aquí quien puede vuelve. Los personajes del
Quijote, cuando logran salir del libro, vienen a
este lugar en donde las bodegas atesoran
aromas y penumbras, y el olor a manzanas que
maduran en un cuarto con piso de madera, nos
sale a recibir como si fuéramos su árbol.
(3,
pág. 24, vv. 15-20)
Las chimeneas ondeaban sus pañuelos de humo
como queriendo saludar al vecindario y el viento
recorría los caminos aprovechando la ocasión
para silbar.
(4, pág. 25, vv. 5-8)
Tenía el vagabundo muy pocos años más que
sus primeras penas. Sus días menos tristes eran
aquellos en los que conseguía sentir una ilusión,
aunque no fuera grande e incluso en ella hiciese
frío.
(19, pág. 54, vv. 1-5)
…
La sucesión de imágenes y metáforas
que inundan los versos del poemario hacen un recorrido por las calles del
pueblo, por las costumbres de antaño, las gentes, la amistad, los sueños, los
miedos… por todas esas pequeñas cosas que al final vuelven a emocionarnos
cuando las recordamos o charlamos con amigos de la infancia. El tono del libro
es una mezcla de melancolía amable, dulce evocación y pasión sincera al revivir
los intensos momentos de los primeros años como luminosos fogonazos de
instantáneas inolvidables que impresionaran la voluntad del poeta a cada
instante para darle forma y alma a cada uno de sus poemas. La lectura de En aquel tiempo azul es un regalo desde
la inocencia escrito con los códigos de la más alta poesía, un delicioso viaje
a lo largo de 24 poemas que nos reconcilian con lo más hermoso de la vida.
ANTONIO GARCÍA MONTES
El oficio de poeta (hondo de inocencia, según José Luis Puerto) consiste básicamente en crear belleza con las palabras. El artesano del poema ha de poseer la capacidad de manejar el idioma con soltura para que su obra sea un mensaje polifónico que comunique simultánea y plenamente emociones, formas y melodías; que despierte en la mente de los lectores toda suerte de fantasías, imágenes y evocaciones, haciéndoles viajar por territorios nunca hasta entonces conocidos: los que la mente dibuje, perfile y coloree. Por otro lado está la necesidad de crear con la palabra poética una tonalidad, una atmósfera propia y característica que nace de la intención poética inicial, además de un ritmo que armonice y otorgue unidad al conjunto de versos que llamamos poema, para que la experiencia estética semeje un universo totalizador. A todos estos elementos habría que sumar el talento, la formación, las lecturas realizadas y otros que sería enojoso enumerar aquí, requisitos que determinan la rotunda y tozuda realidad: hay muchos autores que se atreven a escribir poesía, pero a muy pocos de ellos se les puede considerar poetas en el sentido más noble del término. Para Jiménez Lozano, el poeta nace y se hace, pero tiene que nacer; es decir, la cualidad principal que precisa la creación poética le tiene que salir del alma. Y el resto, quod natura non dat...
El poemario En aquel tiempo azul, de Antonio Merayo, pasó casi desapercibido en
su día, pero es de justicia dedicarle una lectura atenta que nos permita
disfrutar despacio de todos sus logros estéticos. Han sido y son muchos los
poetas que buscan en los recuerdos de su infancia los motivos y los materiales
con los que edificar sus obras, desde Pablo Neruda o José Ángel Valente hasta
el más cercano Alonso Ares, por ejemplo. Escribió Rainer M. Rilke que la única patria
feliz, sin territorio, es la conformada por los niños; y más, que la verdadera
patria del hombre es la infancia.
Los paisajes de la niñez y la memoria de los años en los que el tiempo parecía no tener fin, la felicidad de la edad infantil y la impresión que todas las experiencias acumuladas han dejado en la retina del poeta, configuran este conjunto poético y constituyen sus ejes temáticos fundamentales:
En aquel tiempo azul, vivir era una música que
agrandaba los sueños, era un revuelo de
ilusiones con azúcar y era lo más frecuente jugar
al escondite y hallar una emoción en cualquier
parte.
(2, pág. 19, vv. 1-5)
El conjunto está dividido en tres partes: I (catorce poemas), II (nueve poemas) y el poema final Recordando a un payaso. Son versos que nacen de recuerdos, que arrancan con las primeras imágenes que la mente es capaz de evocar y recorren paisajes, colores, sabores, tristezas y alegrías de un rincón de El Bierzo –Corullón– donde lo más lógico era ignorar que existieran árboles que no dieran frutos: «Hoy regreso al fulgor de mis primeros años [...] Hoy regreso a aquel tiempo del niño que jugaba / con un rompecabezas como si fuese la existencia [...] Hoy regreso a la patria de mis sueños y [...] volveré a ser el niño de hace ya tantas / lluvias, reviviré historias de hilaridad, asombro o / miedo, de sentimientos sin orillas, de ternuras, / de fuegos y de hallazgos, páginas sin enmiendas / de una época lejana, en que la noche era una / inquietante flor oscura y el día un pájaro de luz.» (1, págs. 17-18)
Muchas de las imágenes que recorren los versos de En aquel tiempo azul son verdaderos hallazgos que desbordan la imaginación:
Mi madre me cosía los sueños que se me
rompiesen en cualquier gancho de la vida y mi
padre cazaba las aves engañosas que surcasen
el cielo de mi infancia.
(2, pág. 19, vv. 6-9)
Mi ángel de la guarda descendía del cuadro
muy temprano y no paraba en todo el día de
vigilar mi corazón aventurero, que sintiendo y
sintiendo se asía de las patas de pájaros en
vuelo y llegaba a lugares donde la noche no
existía.
(2, pág. 20, vv. 23-28)
Las llaves de la lluvia abrían poco a poco las
cosechas [...]
(2, pág. 22, vv. 53, 54)
Aquí quien puede vuelve. Los personajes del
Quijote, cuando logran salir del libro, vienen a
este lugar en donde las bodegas atesoran
aromas y penumbras, y el olor a manzanas que
maduran en un cuarto con piso de madera, nos
sale a recibir como si fuéramos su árbol.
(3, pág. 24, vv. 15-20)
Las chimeneas ondeaban sus pañuelos de humo
como queriendo saludar al vecindario y el viento
recorría los caminos aprovechando la ocasión
para silbar.
(4, pág. 25, vv. 5-8)
Tenía el vagabundo muy pocos años más que
sus primeras penas. Sus días menos tristes eran
aquellos en los que conseguía sentir una ilusión,
aunque no fuera grande e incluso en ella hiciese
frío.
(19, pág. 54, vv. 1-5)
…
La sucesión de imágenes y metáforas que inundan los versos del poemario hacen un recorrido por las calles del pueblo, por las costumbres de antaño, las gentes, la amistad, los sueños, los miedos… por todas esas pequeñas cosas que al final vuelven a emocionarnos cuando las recordamos o charlamos con amigos de la infancia. El tono del libro es una mezcla de melancolía amable, dulce evocación y pasión sincera al revivir los intensos momentos de los primeros años como luminosos fogonazos de instantáneas inolvidables que impresionaran la voluntad del poeta a cada instante para darle forma y alma a cada uno de sus poemas. La lectura de En aquel tiempo azul es un regalo desde la inocencia escrito con los códigos de la más alta poesía, un delicioso viaje a lo largo de 24 poemas que nos reconcilian con lo más hermoso de la vida.
ANTONIO GARCÍA MONTES