La pobreza escondida
![[Img #32780]](upload/img/periodico/img_32780.jpg)
El batiburrillo y monotema catalán, como un árbol enorme y desmesurado, nos está impidiendo ver el bosque, porque en este último –en nuestra actualidad– hay otros problemas y asuntos no menos acuciantes.
Esta misma semana, todos los medios de comunicación, a raíz de un informe reciente, daban la noticia de un dato alarmante, pero sobre el que parece que ya estamos vacunados, pues, en otras ocasiones, se ha aludido también a él, pero ni las instituciones ni los gobernantes, ni la propia sociedad, parecen ponerle remedio, o casi ni siquiera interesarse.
Venimos oyendo decir desde hace tiempo que uno de cada tres niños españoles está en la pobreza y en el riesgo de exclusión social. Siempre hemos pensado que los comedores escolares son una herramienta importante para evitar malnutriciones en las etapas infantiles de la vida; así como otros tipos de ayudas y de atenciones.
Pues bien, ahora, en este último informe, se indica que uno de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza y de exclusión social, casi trece millones de nuestros conciudadanos. Y ya no solo están en esta situación los parados de todo tipo, sino incluso ciudadanos que trabajan y cuyos exiguos e insuficientes sueldos no les dan para cubrir las más elementales necesidades personales y familiares (alimentación, vestido, vivienda, gasto energético…).
No solo parados pobres, sino también –algo que se ha recalcado en todos los informativos, en unos más que en otros– trabajadores pobres. Pero la sociedad parece estar anestesiada ante esto, que es uno de los problemas sociales más acuciantes de nuestro presente. Y los políticos y gobernantes no parecen estar preocupados por ello, enzarzados como se encuentran en el monotema catalán.
No es bueno que un árbol, por descomunal que parezca, impida ver el bosque de nuestros problemas del presente. Y en él, la pobreza, una pobreza que trata siempre de esconderse –porque se publicita siempre que vivimos en una sociedad del bienestar, que ya hemos superado la crisis y que nadie se queda atrás–, sigue ahí, como una herida muy dolorosa de nuestra sociedad, pero a la que no le hacemos ni caso, mientras quienes padecen tal pobreza –un cuarto de nuestra sociedad, nada menos– se están aguantando y sobreviviendo como pueden.
![[Img #32780]](upload/img/periodico/img_32780.jpg)
El batiburrillo y monotema catalán, como un árbol enorme y desmesurado, nos está impidiendo ver el bosque, porque en este último –en nuestra actualidad– hay otros problemas y asuntos no menos acuciantes.
Esta misma semana, todos los medios de comunicación, a raíz de un informe reciente, daban la noticia de un dato alarmante, pero sobre el que parece que ya estamos vacunados, pues, en otras ocasiones, se ha aludido también a él, pero ni las instituciones ni los gobernantes, ni la propia sociedad, parecen ponerle remedio, o casi ni siquiera interesarse.
Venimos oyendo decir desde hace tiempo que uno de cada tres niños españoles está en la pobreza y en el riesgo de exclusión social. Siempre hemos pensado que los comedores escolares son una herramienta importante para evitar malnutriciones en las etapas infantiles de la vida; así como otros tipos de ayudas y de atenciones.
Pues bien, ahora, en este último informe, se indica que uno de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza y de exclusión social, casi trece millones de nuestros conciudadanos. Y ya no solo están en esta situación los parados de todo tipo, sino incluso ciudadanos que trabajan y cuyos exiguos e insuficientes sueldos no les dan para cubrir las más elementales necesidades personales y familiares (alimentación, vestido, vivienda, gasto energético…).
No solo parados pobres, sino también –algo que se ha recalcado en todos los informativos, en unos más que en otros– trabajadores pobres. Pero la sociedad parece estar anestesiada ante esto, que es uno de los problemas sociales más acuciantes de nuestro presente. Y los políticos y gobernantes no parecen estar preocupados por ello, enzarzados como se encuentran en el monotema catalán.
No es bueno que un árbol, por descomunal que parezca, impida ver el bosque de nuestros problemas del presente. Y en él, la pobreza, una pobreza que trata siempre de esconderse –porque se publicita siempre que vivimos en una sociedad del bienestar, que ya hemos superado la crisis y que nadie se queda atrás–, sigue ahí, como una herida muy dolorosa de nuestra sociedad, pero a la que no le hacemos ni caso, mientras quienes padecen tal pobreza –un cuarto de nuestra sociedad, nada menos– se están aguantando y sobreviviendo como pueden.






