Evitar los abismos
![[Img #33002]](upload/img/periodico/img_33002.jpg)
Nos llega un tiempo de restañar heridas en esta vieja piel de toro en la que nos ha tocado en suerte vivir. Olvidar los embates de banderas contra banderas y poner en pie la bandera blanca y apaciguadora de la palabra, del entendimiento, de la fraternidad, frente a los fantasmas de los cainismos, que ya tratara de conjurar el gran Antonio Machado.
El escritor polaco Adam Zagajewski, reciente Premio ‘Princesa de Asturias’ de las Letras, que ha estado estos últimos días de atrás a recibirlo, en una de sus muy hermosas obras prosísticas, titulada En la belleza ajena, se hace una pregunta muy pertinente y a cuento con lo que arriba decíamos: “¿No habría, a toda costa, que buscar lo que nos une, y no lo que nos separa?”
Esta sería ahora, en estos momentos que estamos ya comenzando a vivir, la tarea de todos, ante esta nueva página que comenzamos a escribir entre todos. Que la letra sea limpia, legible, que escribamos una página en la que todos quepamos, fuera y lejos de cualquier posición extrema.
Fue el sueño del iberismo, que propugnaran, a finales del siglo XIX y principios del XX, intelectuales y escritores portugueses, españoles, catalanes... de todo el espectro peninsular, entre los que se encontraban nada menos que los portugueses Guerra Junqueiro y Oliveira Martins, el vasco Miguel de Unamuno, o el catalán Joan Maragall (abuelo de Pascual Maragall, que fuera alcalde de Barcelona y que consiguiera para su ciudad los Juegos Olímpicos del 92), de quien Unamuno vertiera al castellano su melancólico poema titulado ‘La vaca cega’ ('La vaca ciega').
Es hora de arrimar el hombro, para escribir esta nueva página, sin resentimientos, odios ni posturas ‘anti’ nada ni ‘anti’ nadie; con las manos abiertas de la fraternidad.
![[Img #33002]](upload/img/periodico/img_33002.jpg)
Nos llega un tiempo de restañar heridas en esta vieja piel de toro en la que nos ha tocado en suerte vivir. Olvidar los embates de banderas contra banderas y poner en pie la bandera blanca y apaciguadora de la palabra, del entendimiento, de la fraternidad, frente a los fantasmas de los cainismos, que ya tratara de conjurar el gran Antonio Machado.
El escritor polaco Adam Zagajewski, reciente Premio ‘Princesa de Asturias’ de las Letras, que ha estado estos últimos días de atrás a recibirlo, en una de sus muy hermosas obras prosísticas, titulada En la belleza ajena, se hace una pregunta muy pertinente y a cuento con lo que arriba decíamos: “¿No habría, a toda costa, que buscar lo que nos une, y no lo que nos separa?”
Esta sería ahora, en estos momentos que estamos ya comenzando a vivir, la tarea de todos, ante esta nueva página que comenzamos a escribir entre todos. Que la letra sea limpia, legible, que escribamos una página en la que todos quepamos, fuera y lejos de cualquier posición extrema.
Fue el sueño del iberismo, que propugnaran, a finales del siglo XIX y principios del XX, intelectuales y escritores portugueses, españoles, catalanes... de todo el espectro peninsular, entre los que se encontraban nada menos que los portugueses Guerra Junqueiro y Oliveira Martins, el vasco Miguel de Unamuno, o el catalán Joan Maragall (abuelo de Pascual Maragall, que fuera alcalde de Barcelona y que consiguiera para su ciudad los Juegos Olímpicos del 92), de quien Unamuno vertiera al castellano su melancólico poema titulado ‘La vaca cega’ ('La vaca ciega').
Es hora de arrimar el hombro, para escribir esta nueva página, sin resentimientos, odios ni posturas ‘anti’ nada ni ‘anti’ nadie; con las manos abiertas de la fraternidad.






