Javier Gutiérrez (Saberius)
Miércoles, 06 de Diciembre de 2017

La grandeza de la protesta

 

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Hace unos días escribía un artículo completamente indignado por los visos que parecía adoptar el caso judicial acaecido en Pamplona y perpetrado por un grupo de cinco desalmados que abusaron de una joven, recién cumplida su mayoría de edad, en un estado de absoluta indefensión…. El juez había decidido desautorizar pruebas evidentes que incriminaban a los autores con un caso similar en Pozoblanco y sin embargo autorizaba el informe de un abogado que había sido contratado por uno de ellos para hacer un ‘seguimiento’ a la víctima. No sólo las asociaciones feministas, sino también numerosos grupos de mujeres y hombres indignados ante semejante afrenta, organizaron en nuestra capital una manifestación sin precedentes… A los pocos días, las cosas comenzaron a cambiar… 

 

A tenor del nuevo cariz que adoptaba este caso y sobre todo del ostensible giro en el procedimiento, consideré que era preciso valorar ahora la importancia y necesidad imperiosa de este tipo de protestas en nuestra sociedad, tanto para evitar flagrantes injusticias, como para tratar de que no se retroceda aún más a las épocas del oscurantismo donde imperaban a todos los niveles (social, laboral, judicial, o incluso en el mundo del espectáculo), las situaciones de machismo generalizado, tendentes incluso al encubrimiento u omertá (o ley del silencio), que recuerdan a las ramificaciones mafiosas que perjudicaban aún más a la víctima en todos los ámbitos. 

 

También establecía una analogía con ‘El joven Törless’, la magnífica ópera prima de Volker Schlöndorff, que tenía lugar en una escuela militar austriaca donde un joven estudiante descubre en sus compañeros los primeros brotes de fascismo que nacían dentro del ambiente prebélico anterior a la que entonces se conoció como la Gran Guerra. Organizaban en secreto juicios sumarísimos a quien supuestamente había contraído con ellos deudas de juego, para dar rienda suelta a sus más bajos instintos aprovechándose de su debilidad… Era la primera película que abordaba asimismo, de una forma directa, el drama del bullying o acoso escolar, en el que incluían la tortura como método que ellos llamaban ‘de purificación’… Pero quizás aún más pavorosa resultaba la decisión final del Consejo Escolar reunido para dirimir los hechos, que hacía hincapié tan sólo en el encubrimiento del ‘pretendido delito de la víctima’, sin reparar apenas en las torturas a las que había sido sometido, en las que finalmente Törless se niega a participar, invadido por los remordimientos y con una conciencia del daño infligido cada vez más evidente… Se ausenta de la institución y por ese motivo sale a la luz todo el conflicto…

 

Algo aún más flagrante pudimos presenciar recientemente en nuestros tribunales de Justicia… Después de contemplar impávidos, en otras ocasiones, cómo algunos jueces cedían la custodia de los hijos a favor de maltratadores con sentencias previas, ahora un juez decidía, ante un caso de presunta violación denunciado por la víctima, rechazar un claro precedente de los acusados que demostraría su reincidencia, y sin embargo acepta el informe de un abogado contratado por uno de ellos con el fin de comprobar si realmente cumplía con el “supuesto comportamiento de una víctima de violación”… Indignante, surrealista, profundamente inhumano, un atentado contra los derechos más elementales del individuo… Se nos agotaban los adjetivos para definirlo, porque finalmente nos quedamos sin palabras, previendo cual pudiera ser la sentencia final según la trayectoria del procedimiento…

 

Afortunadamente, y gracias a estas extraordinarias movilizaciones en la calle y en los medios de comunicación, al fin presenciamos lo que parece un giro de 180º en el juicio. Sus derroteros iniciales habrían sentado un peligroso precedente, y un nuevo varapalo para la credibilidad de la  Justicia, vislumbrando  un nuevo ejemplo de manipulación judicial por parte de bien pagados abogados…


Se ha tenido al fin en cuenta la opinión de los psicólogos profesionales, que atestiguan la veracidad de las afirmaciones, como los informes médicos, documentos verdaderamente relevantes para esta causa.

 

Otra catalogación que hubiera podido hacerse sería la de ‘fascismo judicial’. 

 

Con qué autoridad pretenden increpar ahora a nuestros jóvenes cuando desde algunas tribunas se les acusa de no saber utilizar palabras como ‘fascismo’ porque supuestamente no vivieron aquellos tiempos, si tienen la oportunidad directa de observar esta clara manifestación en semejante juicio sumarísimo a una víctima de violación, allanando un triste camino para que otros jueces puedan dictar similares sentencias… Cualquier persona que tenga ojos y oídos puede darse cuenta de que ya no se trata de ‘tener en cuenta las dos versiones de un mismo hecho’, sino de negar determinadas pruebas fehacientes y admitir a trámite las más dudosas y que además atentan contra la intimidad del individuo… Con programas que ponen en cuestionamiento incluso la versión de la víctima… A la memoria me viene también otra definición de éste término político que trataba a la mujer como un ser inferior, con menos derechos y cuya opinión apenas se tenía en cuenta en aquellos lamentables momentos de nuestra historia que actuaciones como esta nos hacen recordar, una y otra vez…

 

¿De qué otra forma se le puede denominar?... Sin duda este tipo de procedimientos judiciales son los que dañan notablemente nuestros principios elementales de Derecho en un supuesto Estado Democrático y Constitucional y nos sitúan a la cola de la defensa judicial de una víctima a todas luces vejada por quienes entonces pretendían, chequera en mano, dar la vuelta a una evidente situación de abuso extremo, algo que cada ciudadano debería reivindicar sin dudarlo…

 

Una sentencia contraria podría situar a esa parte de la sociedad defensora a ultranza de las instituciones de Justicia, en una terrible situación de complicidad con los agresores…

 

“Yo sí te creo…”      

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