José Luis Puerto, Leyendas de tradición oral en la provincia de León
Extracto el artículo de José Manuel Pedrosa, de la Universidad de Alcalá, que se publicará en breve.
José Luis Puerto, Leyendas de tradición oral en la provincia de León (León: Diputación de León-Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2011) 970 pp.
![[Img #3875]](upload/img/periodico/img_3875.jpg)
La
bibliografía acerca de las leyendas registradas de la tradición oral en la
península Ibérica y en el mundo hispánico en general va muy por detrás de la
que hay ya disponible acerca de nuestros cuentos folclóricos.
A nuestras
leyendas les hace falta todavía que vaya cuajando un elenco de compilaciones
amplio y digno, una escuela de especialistas comprometida y madura y una
bibliografía de estudios que esté a la altura de tan difícil reto. Pero
falta mucho, posiblemente, para llegar al punto de encuentro y de madurez del
que pueda salir algún tratado incontestablemente canónico sobre el género.
Mientras
llega, si es que llega, ese ideal, en el mundo hispánico se van avanzando
pequeños pasos.
Llega ahora a
este territorio tan poco transitado y tan necesitado todavía de deslindes y
trabajos (los títulos que hemos desgranado son aún contadas excepciones, aunque
estén llenos de méritos e interés, por supuesto), un libro absolutamente
sensacional, estas Leyendas de tradición oral en la provincia de León
que logran la proeza de atesorar casi un millar de páginas apretadísimas y de
reunir 1759 etnotextos (que en realidad son muchos más, porque muchos de tales
números encubren variantes plurales del mismo tipo de relato) que han sido
registrados por su autor mayormente en la década de 1990 y, sobre todo, en los
primeros años del siglo XXI. Transcritos, además, con fidelidad absoluta al
discurso oral de sus narradores. Y ordenados de modo claro, escrupuloso,
puntilloso incluso, pese a lo difícil y comprometido que tantas veces resulta
clasificar estos textos híbridos, trasversales, inestables, tan dados a la
contaminación.
En una
palabra: que nos encontramos ante la mayor, más nutrida, detallada, ambiciosa,
refinada, fructífera compilación de leyendas que haya sido recogida y publicada
nunca en España. Y me atrevo a afirmar que ante una de las mayores y mejores
que hayan visto la luz en ningún lugar del mundo. Es decir, ante una nueva y
absoluta referencia internacional.
El volumen se
abre con una introducción crítica, sintética e iluminadora, del repertorio
literario de la leyenda oral y de su poética, con una revisión histórica de las
compilaciones registradas previamente en León y de su influencia en la
narrativa escrita del pasado y del presente. No se olvide que la provincia de
León ha sido la cuna de un grupo muy nutrido y relevante de poetas y novelistas
que han reciclado y reivindicado con orgullo la memoria tradicional en sus
creaciones literarias. Se analiza también el tipo de repertorio existente en
cada una de las comarcas leonesas, y se justifican los criterios de compilación
y edición del libro. Cincuenta páginas introductorias en total, finas,
centradas y profundas.
![[Img #3878]](upload/img/periodico/img_3878.jpg)
Y después, el
casi millar de páginas de etnotextos, que da la impresión, a medida que se lee,
de venero cada vez más hondo e inagotable. Leyendas sobre el cielo, el cosmos,
el tiempo (el cielo, el sol, la luna, las estrellas, las nubes, el arco iris,
el viento, el remolino, las tormentas, el trueno, los eclipses, la aurora
boreal…); la tierra (mitos sobre el nombre, la fundación, los límites y mojones
del pueblo, las fundaciones sagradas y profanas, puentes, peñas, montañas,
simas, cuevas, pozos, túneles, tesoros, localidades desaparecidas y
descampados, castros, campanas); el agua (fuentes, balsas, canales, ríos,
lagos, relatos de ahogados); la naturaleza (piedras con propiedades mágicas,
piedras del rayo, plantas, árboles y arbustos); los santos, los héroes
(apariciones, imágenes religiosas, relatos sobre santos, sobre héroes como
Bernardo del Carpio, don Pelayo, el Cid o Santiago, huellas impresas en las
rocas, lugares llamados la silla, el sillón, el tajo, el
salto, batallas antiguas…); las etnias (rivalidades entre pueblos, leyendas
sobre los franceses, carlistas, fiestas y romerías…); el miedo (personajes con
los que se atemoriza a los niños, fantasmas, duendes, basiliscos, brujas, almas
en penas, casas tabuadas); el humor (chanzas sobre hombres listos, tontos,
mujeres, clérigos…); animales (pájaros, anfibios, batracios, reptiles, la
zorra, el lobo, el oso, el topo, la comadreja, los animales domésticos); seres
imaginados (gigantes, renuberos, moros, moras, doncellas o moras encantadas, La
Griega, brujas, viejas legendarias, animales míticos como el alicornio o
el cuélebre, el diablo…).
El panorama
total resulta impresionante. Se echan quizá de menos algunos registros que
hubiera convenido también preservar: memorias sobre las Guerras de Cuba,
Filipinas y África, sobre la Dictadura y la República, sobre la Guerra Civil,
la posguerra, las migraciones y despoblamientos, que laten todavía en el
recuerdo de las últimas personas memoriosas de nuestros pueblos, y que no
deberían quedar condenadas al olvido. Pero el detalle de cada ciclo y de cada
sección se hace aún más impresionante a medida que se desciende por sus
vericuetos. La calidad etnográfica de la inmensa mayoría de los testimonios es
notable, y su interés literario resulta, en no pocas ocasiones, absolutamente
excepcional. Los textos suelen ser coherentes, bien articulados, muy
expresivos, lo cual no es siempre habitual en las recopilaciones crudas
de literatura oral. A todo ello hay que sumar su valor lingüístico y
dialectológico, que es sobresaliente, puesto que los relatos han sido
transcritos de manera literal a partir de la voz de sus narradores.
![[Img #3876]](upload/img/periodico/img_3876.jpg)
De muchos de
estos breves, sencillos, rústicos relatos se podrían escribir gruesas,
insólitas monografías: de algunos, porque derivan de manera directa de mitos
viejísimos, arraigados en las zonas más reservadas del imaginario colectivo; de
otros, porque podrían fulgir como piezas excepcionales dentro de mapas
generales y pluriculturales de creencias y de narraciones con ramificaciones
asombrosas; de muchos más porque dan informaciones rarísimas acerca del
funcionamiento social de los relatos. Para los historiadores interesados en la
percepción que hay en cada pueblo de su pasado, para los prehistoriadores y
arqueólogos atentos a fundaciones, amojonamientos y límites, para los
lingüistas registradores de la toponimia, para los antropólogos y etnólogos que
buscan definir señas de identidad, filias, fobias, miedos, creencias, para los
sociólogos perseguidores de ritos y costumbres, para los estudiosos de la
literatura y de las ciencias de las religiones, este libro es, en fin, una mina
inagotable, un pozo sin fondo.
El medio
centenar de relatos que evocan ritos y creencias de brujería, por ejemplo; o el
otro medio centenar de narraciones acerca de árboles legendarios; o el ciclo
rarísimo, sin parangón que yo conozca, acerca de Babieca, el caballo del Cid; o
leyendas singulares como la de La mujer loba (núm. 1741)… joyas, esas y
muchas más, irremplazables de nuestro patrimonio oral. Para que nos podamos
hacer una idea más cabal de la rareza de muchos de estos relatos, baste un
botón de muestra: el número 1309 (con sus dos versiones: La cueva de los
moros: el robo de un manto por uno de Bouzas y Los moros viven en una
cueva, las moras tienden la ropa en la pradera) y el núm. 1310 (La tela
del pendón, arrebatada por un pastor a una mora, cuando ella la tendía, de lo
hermosa que era) son las tres únicas versiones que llegan a conocimiento
mío de un tipo leyendístico que, sin embargo, ha sido ampliamente documentado
en Galicia, el País Vasco y Cataluña, y en otras geografías folclóricas, desde
la francesa o la británica hasta la islandesa o la haitiana. Para más detalles,
véase mi artículo 'El ocaso de las hadas: mitologías del triunfo de lo
civilizado sobre lo salvaje y de la religión sobre la magia', Litterae
Vasconicae 13 (2013) pp. 87-133.
El volumen
lleva el colofón de unos índices muy escrupulosos de localidades, informantes y
hasta de motivos legendarios. El prólogo incorporaba ya una bibliografía local
y una general muy nutridas y extensas. La edición es muy cuidada y hermosa:
tapa dura, formato generoso, papel en colores distintos para las introducciones
que preceden a cada sección, cuidado editorial máximo.
Un hito
insólito y principalísimo, si no fundador sí al menos re-fundador, en las
compilaciones y estudios de leyendas tradicionales, en el mundo hispánico y en
el panorama internacional.
José Luis Puerto, Leyendas de tradición oral en la provincia de León (León: Diputación de León-Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2011) 970 pp.
![[Img #3875]](upload/img/periodico/img_3875.jpg)
La
bibliografía acerca de las leyendas registradas de la tradición oral en la
península Ibérica y en el mundo hispánico en general va muy por detrás de la
que hay ya disponible acerca de nuestros cuentos folclóricos.
A nuestras
leyendas les hace falta todavía que vaya cuajando un elenco de compilaciones
amplio y digno, una escuela de especialistas comprometida y madura y una
bibliografía de estudios que esté a la altura de tan difícil reto. Pero
falta mucho, posiblemente, para llegar al punto de encuentro y de madurez del
que pueda salir algún tratado incontestablemente canónico sobre el género.
Mientras
llega, si es que llega, ese ideal, en el mundo hispánico se van avanzando
pequeños pasos.
Llega ahora a
este territorio tan poco transitado y tan necesitado todavía de deslindes y
trabajos (los títulos que hemos desgranado son aún contadas excepciones, aunque
estén llenos de méritos e interés, por supuesto), un libro absolutamente
sensacional, estas Leyendas de tradición oral en la provincia de León
que logran la proeza de atesorar casi un millar de páginas apretadísimas y de
reunir 1759 etnotextos (que en realidad son muchos más, porque muchos de tales
números encubren variantes plurales del mismo tipo de relato) que han sido
registrados por su autor mayormente en la década de 1990 y, sobre todo, en los
primeros años del siglo XXI. Transcritos, además, con fidelidad absoluta al
discurso oral de sus narradores. Y ordenados de modo claro, escrupuloso,
puntilloso incluso, pese a lo difícil y comprometido que tantas veces resulta
clasificar estos textos híbridos, trasversales, inestables, tan dados a la
contaminación.
En una
palabra: que nos encontramos ante la mayor, más nutrida, detallada, ambiciosa,
refinada, fructífera compilación de leyendas que haya sido recogida y publicada
nunca en España. Y me atrevo a afirmar que ante una de las mayores y mejores
que hayan visto la luz en ningún lugar del mundo. Es decir, ante una nueva y
absoluta referencia internacional.
El volumen se
abre con una introducción crítica, sintética e iluminadora, del repertorio
literario de la leyenda oral y de su poética, con una revisión histórica de las
compilaciones registradas previamente en León y de su influencia en la
narrativa escrita del pasado y del presente. No se olvide que la provincia de
León ha sido la cuna de un grupo muy nutrido y relevante de poetas y novelistas
que han reciclado y reivindicado con orgullo la memoria tradicional en sus
creaciones literarias. Se analiza también el tipo de repertorio existente en
cada una de las comarcas leonesas, y se justifican los criterios de compilación
y edición del libro. Cincuenta páginas introductorias en total, finas,
centradas y profundas.
![[Img #3878]](upload/img/periodico/img_3878.jpg)
Y después, el
casi millar de páginas de etnotextos, que da la impresión, a medida que se lee,
de venero cada vez más hondo e inagotable. Leyendas sobre el cielo, el cosmos,
el tiempo (el cielo, el sol, la luna, las estrellas, las nubes, el arco iris,
el viento, el remolino, las tormentas, el trueno, los eclipses, la aurora
boreal…); la tierra (mitos sobre el nombre, la fundación, los límites y mojones
del pueblo, las fundaciones sagradas y profanas, puentes, peñas, montañas,
simas, cuevas, pozos, túneles, tesoros, localidades desaparecidas y
descampados, castros, campanas); el agua (fuentes, balsas, canales, ríos,
lagos, relatos de ahogados); la naturaleza (piedras con propiedades mágicas,
piedras del rayo, plantas, árboles y arbustos); los santos, los héroes
(apariciones, imágenes religiosas, relatos sobre santos, sobre héroes como
Bernardo del Carpio, don Pelayo, el Cid o Santiago, huellas impresas en las
rocas, lugares llamados la silla, el sillón, el tajo, el
salto, batallas antiguas…); las etnias (rivalidades entre pueblos, leyendas
sobre los franceses, carlistas, fiestas y romerías…); el miedo (personajes con
los que se atemoriza a los niños, fantasmas, duendes, basiliscos, brujas, almas
en penas, casas tabuadas); el humor (chanzas sobre hombres listos, tontos,
mujeres, clérigos…); animales (pájaros, anfibios, batracios, reptiles, la
zorra, el lobo, el oso, el topo, la comadreja, los animales domésticos); seres
imaginados (gigantes, renuberos, moros, moras, doncellas o moras encantadas, La
Griega, brujas, viejas legendarias, animales míticos como el alicornio o
el cuélebre, el diablo…).
El panorama
total resulta impresionante. Se echan quizá de menos algunos registros que
hubiera convenido también preservar: memorias sobre las Guerras de Cuba,
Filipinas y África, sobre la Dictadura y la República, sobre la Guerra Civil,
la posguerra, las migraciones y despoblamientos, que laten todavía en el
recuerdo de las últimas personas memoriosas de nuestros pueblos, y que no
deberían quedar condenadas al olvido. Pero el detalle de cada ciclo y de cada
sección se hace aún más impresionante a medida que se desciende por sus
vericuetos. La calidad etnográfica de la inmensa mayoría de los testimonios es
notable, y su interés literario resulta, en no pocas ocasiones, absolutamente
excepcional. Los textos suelen ser coherentes, bien articulados, muy
expresivos, lo cual no es siempre habitual en las recopilaciones crudas
de literatura oral. A todo ello hay que sumar su valor lingüístico y
dialectológico, que es sobresaliente, puesto que los relatos han sido
transcritos de manera literal a partir de la voz de sus narradores.
![[Img #3876]](upload/img/periodico/img_3876.jpg)
De muchos de
estos breves, sencillos, rústicos relatos se podrían escribir gruesas,
insólitas monografías: de algunos, porque derivan de manera directa de mitos
viejísimos, arraigados en las zonas más reservadas del imaginario colectivo; de
otros, porque podrían fulgir como piezas excepcionales dentro de mapas
generales y pluriculturales de creencias y de narraciones con ramificaciones
asombrosas; de muchos más porque dan informaciones rarísimas acerca del
funcionamiento social de los relatos. Para los historiadores interesados en la
percepción que hay en cada pueblo de su pasado, para los prehistoriadores y
arqueólogos atentos a fundaciones, amojonamientos y límites, para los
lingüistas registradores de la toponimia, para los antropólogos y etnólogos que
buscan definir señas de identidad, filias, fobias, miedos, creencias, para los
sociólogos perseguidores de ritos y costumbres, para los estudiosos de la
literatura y de las ciencias de las religiones, este libro es, en fin, una mina
inagotable, un pozo sin fondo.
El medio
centenar de relatos que evocan ritos y creencias de brujería, por ejemplo; o el
otro medio centenar de narraciones acerca de árboles legendarios; o el ciclo
rarísimo, sin parangón que yo conozca, acerca de Babieca, el caballo del Cid; o
leyendas singulares como la de La mujer loba (núm. 1741)… joyas, esas y
muchas más, irremplazables de nuestro patrimonio oral. Para que nos podamos
hacer una idea más cabal de la rareza de muchos de estos relatos, baste un
botón de muestra: el número 1309 (con sus dos versiones: La cueva de los
moros: el robo de un manto por uno de Bouzas y Los moros viven en una
cueva, las moras tienden la ropa en la pradera) y el núm. 1310 (La tela
del pendón, arrebatada por un pastor a una mora, cuando ella la tendía, de lo
hermosa que era) son las tres únicas versiones que llegan a conocimiento
mío de un tipo leyendístico que, sin embargo, ha sido ampliamente documentado
en Galicia, el País Vasco y Cataluña, y en otras geografías folclóricas, desde
la francesa o la británica hasta la islandesa o la haitiana. Para más detalles,
véase mi artículo 'El ocaso de las hadas: mitologías del triunfo de lo
civilizado sobre lo salvaje y de la religión sobre la magia', Litterae
Vasconicae 13 (2013) pp. 87-133.
El volumen
lleva el colofón de unos índices muy escrupulosos de localidades, informantes y
hasta de motivos legendarios. El prólogo incorporaba ya una bibliografía local
y una general muy nutridas y extensas. La edición es muy cuidada y hermosa:
tapa dura, formato generoso, papel en colores distintos para las introducciones
que preceden a cada sección, cuidado editorial máximo.
Un hito insólito y principalísimo, si no fundador sí al menos re-fundador, en las compilaciones y estudios de leyendas tradicionales, en el mundo hispánico y en el panorama internacional.






