Lorenzo López Trigal
Viernes, 19 de Enero de 2018

El envejecimiento activo

 

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El fenómeno de incremento de la población de 65 años o más en relación a la población total ha tendido a una fuerte progresión en los últimos decenios, en una evolución que se proyecta también hacia el futuro. Esta realidad tiene ya importantes consecuencias en la estructura socioeconómica por lo que se ha convertido en referencia continuada en las ciencias sociales y también en los medios de comunicación. 

 

Se conoce como envejecimiento de la población, al fenómeno dinámico consistente en que el número de viejos crece más rápido, en comparación con los demás grupos de edades de la estructura demográfica de una sociedad. Así concebido, cabe afirmar que todas las naciones del mundo están experimentando tal proceso, pero en especial las desarrolladas que alcanzarían el 25,9% en el año 2050 (estimada en 27,9 % en Europa y 35,0 % en España). En paralelo, se está produciendo un aumento del sobreenvejecimiento (la proporción de mayores de 85 años y más). 

 

En España, el mapa regional y provincial del envejecimiento presenta ya un porcentaje superior al de la media nacional en la mayor parte de las provincias, que coinciden en general con la España interior (‘España vacía’), en una proporción de 20 a 30% de sus censos, por lo que pueden ser calificadas de ‘muy viejas’ (entre ellas, León y muy en particular las comarcas del entorno de Astorga), mientras que las provincias que tienen un menor envejecimiento lo deben a su relativa mayor fecundidad en años atrás o por su mayor atracción de inmigración joven.

 

Pues bien, dado que las poblaciones viven mucho más tiempo, se necesitan políticas y programas que ayuden a prevenir y reducir la carga de discapacidad en la vejez. Una manera útil de considerar la toma de decisiones en esta área es pensar en la capacitación en lugar de en la discapacidad, cuyos procesos aumentan las necesidades de las personas mayores y llevan al aislamiento y a la dependencia, mientras que los de capacitación, por contra, restablecen la función y extienden la participación de los mayores en todos los aspectos de la sociedad. 

 

Por ello hay motivos para incentivar programas y políticas que fomenten el envejecimiento activo. Desde una gran variedad de sectores pueden promulgarse políticas «amistosas con las personas mayores» que atiendan a los siguientes aspectos:

 

1) Flexibilizar la jornada de trabajo y fomentar el empleo a tiempo parcial, especialmente para quienes, por envejecer, comienzan a mostrar consecuencias de la pérdida de salud, así como para cuantos asumen el cuidado de personas dependientes.

 

2) Tener en cuenta los efectos del envejecimiento en los sistemas públicos de pensiones y asistencia. 

 

3) Reconocer y apoyar, desde las políticas públicas y laborales, el papel del cuidador, teniendo en cuenta que, a menudo, ha venido personificándose en mujeres integrantes del núcleo familiar del dependiente.

 

4) Aprovechar el potencial de riqueza proporcionado por los mayores. Las sociedades en que están disminuyendo las poblaciones en edad de trabajar podrían servirse del bagaje proporcionado por los trabajadores de edad experimentados.

 

5) Instituir programas que apoyen el aprendizaje a todas las edades. En este sentido, los medios de comunicación deberían tomar la iniciativa para forjar una imagen nueva y más positiva del envejecimiento.

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