¿Corrupción?
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El atardecer invitaba a pasar un buen rato de tertulia en una terraza, alejada de las que invaden la Plaza Mayor, para poder hablar sobre lo acontecido en nuestra ciudad con la detención del alcalde y algunos concejales. Tanto mi amigo como yo confiamos en la inocencia de nuestro alcalde y deseamos que en breve pueda restablecerse su honor, al concluir ambos que es una buena persona.
Nuestra conversación se fue centrando en los casos de corrupción que casi a diario van apareciendo en los medios de comunicación y la frecuencia con la que afectan a los Ayuntamientos.
Según nuestro concepto de lo que es un Ayuntamiento, éste es la parte de la Administración más cercana al ciudadano y por lo tanto el alcalde como los concejales deben tener una total cercanía con sus vecinos. A menudo, sobre todo en ciudades pequeñas, se conoce al alcalde y a los concejales, su familia, su historia, su profesión, sus antecedentes… En muchos casos a la hora de confiar nuestro voto, cuenta más la persona, que el partido por el que se presenta.
¿Qué ocurre entonces para que quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos a veces mientan, roben, engañen o actúen en su propio beneficio y contra los intereses de las personas que han depositado en ellos su confianza?
Algunos sociólogos ponen el énfasis en lo que llaman teoría económica de la política, algo que a su entender crea un modelo de comportamiento político basado en conductas orientadas a la maximización de intereses y motivaciones personales, sobre todo económicas. La corrupción política no consiste solo en meter la mano en la caja pública, desviar el uso de lo público en beneficio propio, también lo es.
Todos hemos oído hablar de alcaldes y concejales a los que la avaricia, la codicia, la soberbia o el simple goce del ejercicio de poder, les ha metido en un territorio en el que se han permitido premiar a los amigos y castigar a los que consideran enemigos. De ahí los tópicos ciudadanos: “El que no tiene padrino no se bautiza”. “Hecha la ley hecha la trampa”. “A oír, ver, callar y obedecer”.” El dinero público no es de nadie”.
Mi amigo que lleva varios años estudiando este tipo de comportamientos, hizo varias reflexiones sobre el tema, que apostilló con una frase muy interesante: “Para que unos pocos se puedan llevar mucho, resulta fundamental dar poco a muchos”. En palabras del economista canadiense John Kenneth Galbraith: “si se alimenta al caballo generosamente con avena, algunos granos caerán al camino para los gorriones”. Esta teoría pienso que se da realmente cuando una minoría de ciudadanos o funcionarios que revolotean alrededor de los caciques locales, miran para otro lado o aceptan la corrupción, siempre que pueden hacerse con algunos granos de la avena que cae por el camino.
La tolerancia social, en muchas ocasiones, hace que persistan estas conductas. Por eso debemos recordar y exigir a nuestros regidores que la gestión municipal no está para compensar los intereses de los bufones y proveedores y sí para hacer frente a las necesidades de la comunidad vecinal tal y como dice la ley.
Los ciudadanos tenemos que tener claro que somos los más perjudicados por la corrupción.
Que una parte de nuestros impuestos se volatizan en esas corruptelas y que con ese dinero se podrían mejorar servicios públicos que redundarían en nuestra calidad de vida.
Nos corresponde a la ciudadanía asumir el protagonismo de la renovación, comenzando por la familia, siguiendo por la escuela, por el trabajo, por la cultura, por la sociedad, la política y la justicia, de tal manera que el que lo haga que lo pague, dejando claro que todos somos iguales ante la ley.
La sociedad, los ciudadanos no debemos confundirnos y centrarnos en los grandes casos de corrupción. ¿Qué valores reclamo a mis alcaldes o políticos? ¿Me los aplico a mí? ¿Cuántos millones robamos los ciudadanos de poco a poco?
Si miramos a nuestro alrededor podemos apreciar conductas habituales de corrupción. Gente que cobra pagas por invalidez o desempleo y que están trabajando en negro. Empresarios o ciudadanos que proponen hacer facturas sin IVA. Puestos y subvenciones concedidos a dedo. Ciudadanos que se aprovechan de forma fraudulenta de los servicios sociales, de los hospitales, de los servicios públicos,… Todo esto son corruptelas que practicamos prácticamente todos los ciudadanos y que suponen muchísimos más millones de euros que todos los Púnica o Eres juntos, (que levante la mano quien no haya hecho nunca nada de lo expuesto anteriormente).
Esto en países como Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega no pasa. No tienen que poner excesivas leyes contra la corrupción porque no es necesario ya que la mejor ley contra la corrupción son los propios ciudadanos.
España necesita un cambio de mentalidad y mientras no lo haya, la corrupción seguirá presente aunque quitemos todos los políticos que hay gobernando y entren otros nuevos cada año tanto a nivel del Estado como en los Ayuntamientos o Diputaciones. Éstos tarde o temprano, con algunas salvedades, acabarán haciendo lo mismo.
A la conclusión que llegamos mi amigo y yo, tomando un café en una tranquila terraza, alejada de las que invaden la Plaza Mayor fue: que lo que está corrompido no son solo los políticos, sino el país. (Con perdón)
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El atardecer invitaba a pasar un buen rato de tertulia en una terraza, alejada de las que invaden la Plaza Mayor, para poder hablar sobre lo acontecido en nuestra ciudad con la detención del alcalde y algunos concejales. Tanto mi amigo como yo confiamos en la inocencia de nuestro alcalde y deseamos que en breve pueda restablecerse su honor, al concluir ambos que es una buena persona.
Nuestra conversación se fue centrando en los casos de corrupción que casi a diario van apareciendo en los medios de comunicación y la frecuencia con la que afectan a los Ayuntamientos.
Según nuestro concepto de lo que es un Ayuntamiento, éste es la parte de la Administración más cercana al ciudadano y por lo tanto el alcalde como los concejales deben tener una total cercanía con sus vecinos. A menudo, sobre todo en ciudades pequeñas, se conoce al alcalde y a los concejales, su familia, su historia, su profesión, sus antecedentes… En muchos casos a la hora de confiar nuestro voto, cuenta más la persona, que el partido por el que se presenta.
¿Qué ocurre entonces para que quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos a veces mientan, roben, engañen o actúen en su propio beneficio y contra los intereses de las personas que han depositado en ellos su confianza?
Algunos sociólogos ponen el énfasis en lo que llaman teoría económica de la política, algo que a su entender crea un modelo de comportamiento político basado en conductas orientadas a la maximización de intereses y motivaciones personales, sobre todo económicas. La corrupción política no consiste solo en meter la mano en la caja pública, desviar el uso de lo público en beneficio propio, también lo es.
Todos hemos oído hablar de alcaldes y concejales a los que la avaricia, la codicia, la soberbia o el simple goce del ejercicio de poder, les ha metido en un territorio en el que se han permitido premiar a los amigos y castigar a los que consideran enemigos. De ahí los tópicos ciudadanos: “El que no tiene padrino no se bautiza”. “Hecha la ley hecha la trampa”. “A oír, ver, callar y obedecer”.” El dinero público no es de nadie”.
Mi amigo que lleva varios años estudiando este tipo de comportamientos, hizo varias reflexiones sobre el tema, que apostilló con una frase muy interesante: “Para que unos pocos se puedan llevar mucho, resulta fundamental dar poco a muchos”. En palabras del economista canadiense John Kenneth Galbraith: “si se alimenta al caballo generosamente con avena, algunos granos caerán al camino para los gorriones”. Esta teoría pienso que se da realmente cuando una minoría de ciudadanos o funcionarios que revolotean alrededor de los caciques locales, miran para otro lado o aceptan la corrupción, siempre que pueden hacerse con algunos granos de la avena que cae por el camino.
La tolerancia social, en muchas ocasiones, hace que persistan estas conductas. Por eso debemos recordar y exigir a nuestros regidores que la gestión municipal no está para compensar los intereses de los bufones y proveedores y sí para hacer frente a las necesidades de la comunidad vecinal tal y como dice la ley.
Los ciudadanos tenemos que tener claro que somos los más perjudicados por la corrupción.
Que una parte de nuestros impuestos se volatizan en esas corruptelas y que con ese dinero se podrían mejorar servicios públicos que redundarían en nuestra calidad de vida.
Nos corresponde a la ciudadanía asumir el protagonismo de la renovación, comenzando por la familia, siguiendo por la escuela, por el trabajo, por la cultura, por la sociedad, la política y la justicia, de tal manera que el que lo haga que lo pague, dejando claro que todos somos iguales ante la ley.
La sociedad, los ciudadanos no debemos confundirnos y centrarnos en los grandes casos de corrupción. ¿Qué valores reclamo a mis alcaldes o políticos? ¿Me los aplico a mí? ¿Cuántos millones robamos los ciudadanos de poco a poco?
Si miramos a nuestro alrededor podemos apreciar conductas habituales de corrupción. Gente que cobra pagas por invalidez o desempleo y que están trabajando en negro. Empresarios o ciudadanos que proponen hacer facturas sin IVA. Puestos y subvenciones concedidos a dedo. Ciudadanos que se aprovechan de forma fraudulenta de los servicios sociales, de los hospitales, de los servicios públicos,… Todo esto son corruptelas que practicamos prácticamente todos los ciudadanos y que suponen muchísimos más millones de euros que todos los Púnica o Eres juntos, (que levante la mano quien no haya hecho nunca nada de lo expuesto anteriormente).
Esto en países como Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega no pasa. No tienen que poner excesivas leyes contra la corrupción porque no es necesario ya que la mejor ley contra la corrupción son los propios ciudadanos.
España necesita un cambio de mentalidad y mientras no lo haya, la corrupción seguirá presente aunque quitemos todos los políticos que hay gobernando y entren otros nuevos cada año tanto a nivel del Estado como en los Ayuntamientos o Diputaciones. Éstos tarde o temprano, con algunas salvedades, acabarán haciendo lo mismo.
A la conclusión que llegamos mi amigo y yo, tomando un café en una tranquila terraza, alejada de las que invaden la Plaza Mayor fue: que lo que está corrompido no son solo los políticos, sino el país. (Con perdón)






