Justicia que más que penar da pena
![[Img #37995]](upload/img/periodico/img_37995.jpg)
Seguir la actualidad judicial en los últimos tiempos se está convirtiendo en un imposible. No solo por los muchos casos que hay, que parece que están de moda y lo están, sino por las contradicciones, marchas adelante y atrás y disconformidad con las sentencias que suscita. La realidad es que la justicia está desbordada por las muchas causas que se le acumulan, lo que es normal que suceda en un sistema democrático, pero que a la vez evidencian las malignidades del sistema.
Un barco viejo demuestra que es más viejo cuando se apuran sus posibilidades y se esperan mayores rendimientos. Resulta difícil de entender como los magistrados pueden emplear meses en dilucidar si un terrorista es merecedor de 2.400 años de pena o de 2415, cuando la realidad es que no llegara a 18 los que estará en la cárcel. Como que los acusados no devuelvan lo robado aunque los gobernantes de turno repitan que eso ya lo han arreglado ellos; cuando la realidad es, como dijo el Presidente del Poder Judicial, que nos regimos por un código del siglo XIX hecho para los roba gallinas, los delincuentes que entonces se contemplaban. Por eso siguen pagándolo con creces los que roban para comer y se van de rositas los que roban varios millones… de euros. De ahí viene ese consejo práctico: Si quieres robar roba cantidades importantes… pero antes métete en un partido político que te defenderá.
Así se dan casos como el del exministro Jaume Matas que ya se ha perdido la cuenta de las veces que ha entrado en la cárcel por una puerta y ha salido por la otra, de pura maestría que tiene. O el caso del que fuera presidente del Barcelona Club de futbol, Núñez, que después de un largo proceso por apropiarse de lo que no era suyo apenas pasó un par de semanas en la cárcel. Por eso, después de lo vivido, se sospecha de tantos presuntos que no entraran en la cárcel o que tardarán mucho menos en salir que lo que tardaron en entrar. El caso es que aquello de que la justicia es igual para todos, aunque fueran palabras de Rey, solo se lo creen los tontos.
Se puede ser mujer de las de ahora, con todos los derechos reconocidos, pero pueden seguir sin enterarse de nada de lo que hace su marido, al menos en algunos casos, que no en todos. Como pasó con la Astorgana Rosalía Iglesias que los jueces no se creyeron que pudiera ser tan tonta y sin embargo se lo admitieron a Ana Mato, que para eso era ministra o a la Infanta esposa del penado Urdangarín, que sigue conservando los derechos sucesorios a la Jefatura del Estado, sin ninguna posibilidad, afortunadamente, pero para vergüenza de los españoles. Como que se puede mantener una prisión provisional a machamartillo y de repente levantarla y lo que hoy es así mañana sea asá.
Basta contemplar el panorama de contradicciones de la justica y sus sentencias para tener razones para maravillarse al contemplar casos como aquel de Valencia y los trajes. Los acusados que se recocieron culpables fueron sentenciados, luego existió delito y los que prefirieron ser juzgados fueron absueltos. O los de los dos jueces que abrieron casos importantes, Baltasar Garzón y Elpidio Silva, que fueron expulsados de la carrera judicial, como si la sentencia la dictaran los acusados, antes de que los casos que instruían se juzgaran. Cuando se han juzgado les han dado a ellos la razón pero el daño, por el poder tautológico de algunos abogados, que se burlan de la justicia a su voluntad desde la interpretación del derecho, ya estaba hecho y la misma justicia lo consiente.
Intencionadamente dejamos aparte el vodevil europeo que se sigue en torno al independentismo sin meternos si en todas partes se cuecen habas o la raíz de la planta es la misma. La justicia ha dejado de ser un referente como valor universal para pasar a ser un referido, dominado por la arbitrariedad de los jueces, la intencionalidad de los fiscales y la depravación de abogados, en los tantos casos que prima su interés subjetivo sobre el servicio que deberían prestar hasta el extremo de que la justicia como tal comienza a ser uno de los problemas preocupantes de los españoles sin que de las soluciones que de ella se esperan.
Recientemente Antonio Guerrero lo señalaba con precisión en una de sus columnas: El Derecho de este país es anacrónico. Se rige por una ley de enjuiciamiento criminal del año 1882. Por un código civil de 1889 y un reglamento de la propiedad intelectual de 1880 y su actualización está más que cuestionada. Ahí entra de lleno la gran cuestión ¿Por qué los políticos prometen tantas veces que van a actualizar las leyes y no las actualizan? Ellos son los que tiene que hacerlo y no lo hacen, ¿Cuáles son realmente sus intereses? El llegaba a una conclusión drástica. “Tenemos un sistema jurídico donde la justicia no existe, nunca ha existido y no va a existir nunca”. Blanco y en botella. Así seguirá mientras sigamos regidos por leyes obsoletas y prevalezca la manipulación sobre su respeto y se consientan los excesos que imperan en el sistema por encima de los vicios que comienzan en las conductas de la misma sociedad, amplificados por los medios de comunicación sumidos en las mismas corruptelas y permitiéndose una justicia que no lo es pero adecuada a la misma sociedad que la sustenta. Es decir, tenemos la justicia que nos merecemos y ya que no sea igual al menos la culpa es de todos.
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Seguir la actualidad judicial en los últimos tiempos se está convirtiendo en un imposible. No solo por los muchos casos que hay, que parece que están de moda y lo están, sino por las contradicciones, marchas adelante y atrás y disconformidad con las sentencias que suscita. La realidad es que la justicia está desbordada por las muchas causas que se le acumulan, lo que es normal que suceda en un sistema democrático, pero que a la vez evidencian las malignidades del sistema.
Un barco viejo demuestra que es más viejo cuando se apuran sus posibilidades y se esperan mayores rendimientos. Resulta difícil de entender como los magistrados pueden emplear meses en dilucidar si un terrorista es merecedor de 2.400 años de pena o de 2415, cuando la realidad es que no llegara a 18 los que estará en la cárcel. Como que los acusados no devuelvan lo robado aunque los gobernantes de turno repitan que eso ya lo han arreglado ellos; cuando la realidad es, como dijo el Presidente del Poder Judicial, que nos regimos por un código del siglo XIX hecho para los roba gallinas, los delincuentes que entonces se contemplaban. Por eso siguen pagándolo con creces los que roban para comer y se van de rositas los que roban varios millones… de euros. De ahí viene ese consejo práctico: Si quieres robar roba cantidades importantes… pero antes métete en un partido político que te defenderá.
Así se dan casos como el del exministro Jaume Matas que ya se ha perdido la cuenta de las veces que ha entrado en la cárcel por una puerta y ha salido por la otra, de pura maestría que tiene. O el caso del que fuera presidente del Barcelona Club de futbol, Núñez, que después de un largo proceso por apropiarse de lo que no era suyo apenas pasó un par de semanas en la cárcel. Por eso, después de lo vivido, se sospecha de tantos presuntos que no entraran en la cárcel o que tardarán mucho menos en salir que lo que tardaron en entrar. El caso es que aquello de que la justicia es igual para todos, aunque fueran palabras de Rey, solo se lo creen los tontos.
Se puede ser mujer de las de ahora, con todos los derechos reconocidos, pero pueden seguir sin enterarse de nada de lo que hace su marido, al menos en algunos casos, que no en todos. Como pasó con la Astorgana Rosalía Iglesias que los jueces no se creyeron que pudiera ser tan tonta y sin embargo se lo admitieron a Ana Mato, que para eso era ministra o a la Infanta esposa del penado Urdangarín, que sigue conservando los derechos sucesorios a la Jefatura del Estado, sin ninguna posibilidad, afortunadamente, pero para vergüenza de los españoles. Como que se puede mantener una prisión provisional a machamartillo y de repente levantarla y lo que hoy es así mañana sea asá.
Basta contemplar el panorama de contradicciones de la justica y sus sentencias para tener razones para maravillarse al contemplar casos como aquel de Valencia y los trajes. Los acusados que se recocieron culpables fueron sentenciados, luego existió delito y los que prefirieron ser juzgados fueron absueltos. O los de los dos jueces que abrieron casos importantes, Baltasar Garzón y Elpidio Silva, que fueron expulsados de la carrera judicial, como si la sentencia la dictaran los acusados, antes de que los casos que instruían se juzgaran. Cuando se han juzgado les han dado a ellos la razón pero el daño, por el poder tautológico de algunos abogados, que se burlan de la justicia a su voluntad desde la interpretación del derecho, ya estaba hecho y la misma justicia lo consiente.
Intencionadamente dejamos aparte el vodevil europeo que se sigue en torno al independentismo sin meternos si en todas partes se cuecen habas o la raíz de la planta es la misma. La justicia ha dejado de ser un referente como valor universal para pasar a ser un referido, dominado por la arbitrariedad de los jueces, la intencionalidad de los fiscales y la depravación de abogados, en los tantos casos que prima su interés subjetivo sobre el servicio que deberían prestar hasta el extremo de que la justicia como tal comienza a ser uno de los problemas preocupantes de los españoles sin que de las soluciones que de ella se esperan.
Recientemente Antonio Guerrero lo señalaba con precisión en una de sus columnas: El Derecho de este país es anacrónico. Se rige por una ley de enjuiciamiento criminal del año 1882. Por un código civil de 1889 y un reglamento de la propiedad intelectual de 1880 y su actualización está más que cuestionada. Ahí entra de lleno la gran cuestión ¿Por qué los políticos prometen tantas veces que van a actualizar las leyes y no las actualizan? Ellos son los que tiene que hacerlo y no lo hacen, ¿Cuáles son realmente sus intereses? El llegaba a una conclusión drástica. “Tenemos un sistema jurídico donde la justicia no existe, nunca ha existido y no va a existir nunca”. Blanco y en botella. Así seguirá mientras sigamos regidos por leyes obsoletas y prevalezca la manipulación sobre su respeto y se consientan los excesos que imperan en el sistema por encima de los vicios que comienzan en las conductas de la misma sociedad, amplificados por los medios de comunicación sumidos en las mismas corruptelas y permitiéndose una justicia que no lo es pero adecuada a la misma sociedad que la sustenta. Es decir, tenemos la justicia que nos merecemos y ya que no sea igual al menos la culpa es de todos.






