Astorga Redacción
Domingo, 09 de Diciembre de 2018

El origen común de Astorga, Troya y Tebas, según Sánchez Dragó

El viernes 14 de diciembre a las 20 horas, Fernando Sánchez Dragó será el invitado de 'Tardes de Autor', en la Casa Panero de Astorga. Con este motivo hemos rastreado para nuestros lectores, en su conocida obra 'Gárgoris y Habidis. Una Historia Mágica de España', las numerosas referencias que hace a Astorga

 

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El capítulo II del primer volumen de Gárgoris y Habidis comienza de la siguiente manera: “Nuestro primer recuerdo se llama Gárgoris, andaluz y rey de los curetes, patriarca del bosque tartésico donde los Titanes se alzaron contra los dioses, amigo de las abejas que inventó el arte de recoger la miel. Se emparejó con la más hermosa de sus hijas y de ella tuvo un varón que era nieto del padre y hermano de la madre. A este prodigio le pusieron el nombre Habidis. Y cuando aún repetía el eco de su primer vagido, Gárgoris lo echó al monte para encubrir un acto que ya las gentes empezaban a llamar incesto y a considerar pecaminoso. Quería que las alimañas se cebaran en el niño, pero sucedió que se acercaron mansamente a él y hasta le dieron leche. El rey hizo entonces ayunar a su jauría y, cuando los perros babeaban, les arrojó el cuerpo tierno de Habidis. Pero los lebreles, rodeándole, lo halagaron. Seguros servidores se hicieron a la mar con el recién nacido y lo abandonaron a mucha distancia de la costa. Pero las olas lo devolvieron sin encono y una cierva tuvo para él leche y premura de madre. Habidis bebió la ligereza en esos pechos y, ya adolescente, devastada la región sin que nadie se atreviera a plantarle cara, cayó al fin en una trampa y los campesinos lo llevaron ante Gárgoris, que primero cobró afición al muchacho y luego lo reconoció como nieto y único heredero de su reino. Habidis fue un monarca sabio prudente, generoso y grande. Dio leyes al pueblo bárbaro, unció los bueyes a la reja y fundó la ciudad santa de Astorga, acaso el más antiguo enclave urbano de los que existen en la península". 

 

En el mismo capítulo un poco más adelante cuenta lo siguiente: “Antonio de Nebrija cuenta que Astyr (o Astur), su auriga, vino a España tras la muerte de su señor y en ella fundó la muy noble ciudad de Astorga (aunque igualmente, como vimos, se  atribuye a Habidis). El ‘Epitome de las historias portuguesas’, de Manuel Farias de Sousa, asigna progenie helénica al topónimo, compuesto - si tan improbable tipología se aceptará- de Astu (ciudad) y Orgía (ceremonias sagradas). Tendríamos así nuestro Benarés o Keiruán, un enclave Santo de esos que tanto abundan entre los pueblos orientales, especialmente en el ámbito del  hinduismo.”


"Lo curioso es que Roso de Luna se ponga a hablar de una invasión aria, anterior nada menos que al diluvio, organizada por indo-escitas y parsis que se instalaron en el Bierzo, precisamente en las cercanías de la futura Astorga. ¿Gentes  braquicéfalas, rubias y de fe solar en el escenario del primitivo monacato leones? Pero la curiosidad se convierte en asombro al descubrir con el aval de un prestigioso historiador, que las tradiciones relativas a la fundación de Villafranca del Bierzo son idénticas a las que con el mismo motivo circulan sobre Troya. Ilos, hijo de Tros y  padre de Laedomonte,  se adjudicó la victoria en una competición atlética organizada por el rey de Frigia y recibió, como premio, una vaca overa. El oráculo le ordenó que fuera en pos de ella y levantarse una ciudad en el lugar donde el animal se echará. Así empezó Troya y también, como veremos, al hablar de los templarios, Villafranca del Bierzo o acaso la misma Astorga.” 

 

Para un poco más abajo añadir: “Y con ello no acaban las coincidencias. Cadmos, heredero del reino de Fenicia, se echó a los mares para encontrar a su hermana Europa, repentinamente desaparecida. Llegó a Grecia y el oráculo de Delfos, una vez más, le aconsejó  que buscara una vaca y la siguiese. Así lo hizo y terminó en Tebas ( otro campamento de ermitaños). Erro y Aspiroz sospecha que el libanés pudo llegar a España y no cree que, una vez en ella, “su talento cultivado  se perdiese ocasión de informarse de las cosas de nuestro país”. ¿Vino solo o siguiendo a la vaca? Parece probable lo segundo. El caso es que terminó en Astorga y allí aprendió “un alfabeto nuevo, desconocido hasta entonces y mucho más arreglado que el suyo al sistema de la naturaleza” (...) Abreviando: Cadmos - dice la leyenda- recogió en el Bierzo un método para transcribir fonéticamente la realidad, se trasladó a Grecia por decisión de los iniciados de Delfos, fundó Tebas y desde allí entregó a la Hélade un nuevo sistema de escritura (...) Erro arguye además que las letras griegas arcaicas son iguales a las celtíberas en forma y número. Y dice que Herodoto, Diodoro Sículo y Plinio se confundieron al suponer que el fenicio Cadmos había traído quince siglos antes de Cristo el alfabeto de su país y no de aquel al que sus correrías y el favor de los vientos (o el designio de los dioses) le habían conducido. Sin  interferencias. Me limito a consignar este y los subterráneos que a través de un polígrafo del siglo XIX, un teósofo del XX, un francés majara y un historiador en ejercicio borda un origen común para Astorga, Troya y Tebas, con la venía de un toro en puntas y de un faraón de curetes. Si ya entonces agarrochaban novillos, rasgaban peteneras y taconeaban con revuelo de volantes, ¿qué nos queda de nuevo bajo el sol? 

 

 

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En la página 161 continuando con su tesis de una invasión, al principio de los tiempos, de labradores y soldadesca andaluces dice:  “Sabemos que los curetes, en su marcha hacia el norte, llegaron por lo menos a Coímbra y Astorga. Aquí, porque las efemérides leonesas atribuyen su fundación a Habidis;  allí,  porque Conímbriga significa fortaleza de los conios.

 

Más abajo, abundando en su tesis invasiva de los curetes del sur, añade: ”Pero ya tenemos a los hombres de Habidis instalados a la altura del Miño y de Astorga, lindando con las dos provincias que mejor han conservado el  recuerdo de aquel asentamiento:  Asturias y Galicia. En vida del Padre Sarmiento aún se llamaba coritos o curitos a los asturianos".

 

Con motivo de una enumeración de los vestigios en la península de la adoración a la diosa del Nilo, Isis, menciona la aparición de un exvoto a la diosa en Astorga.

 

En el volumen II subtitulado ´Ciclos cristianos’, en el epígrafe dedicado a Prisciliano escribe: “De entrada, es ya un puro emblema, y problema ir a nacer precisamente en Iría Flavia, baluarte de Isis y rompeolas de Santiago, levantado milenios atrás por la princesa Illia, “la cual fuera con el rey Theneo, su marido, de la destrucción de Troya,  y viniera a poblar el dicho lugar, y llamole Illio. En esa especie de Astorga gallega transcurrió la infancia de Prisciliano, niño prodigio y pudiente, acaso primogénito de aquellos imprecisos orieses que consagraron a Neptuno (dios de los atlantes) el Pedrón (y adorado) en la iglesia Rectoral de la villa". Más abajo cuando se refiere a la interpretación crítica de los libros sagrados por Prisciliano, al cual vincula al gnosticismo escribe: “gnosticas parecen, en fin, las piezas arqueológicas que rotulan los itinerarios del heresiarca: anillos de oro con letras griegas en Astorga y Ginzo de Limia, la curiosa piedra de Quintanilla de Somoza, los muchos Abraxas de casi todas partes, el bronce salmantino del Berrueco" (…)

 

En El capítulo 4 de este segundo volumen titulado El Camino de Santiago, se quedará escaso en sus referencias a Astorga. En la página 116 escribe: “La calzada romana iba precisamente desde Zaragoza hasta Iría Flavia. El apóstol, según los hagiógrafos, la eligió como paralelo de sus predicaciones y la recorrió etapa por etapa: Lugo, Astorga, Palencia, Clunia" (...) 

 

Todavía en el capítulo de ‘El Camino de Santiago’ en el parágrafo que dedica al símbolo de la oca, dirá:  “representada por tres rasgos que convergen y terminan en un punto”. Señal del laberinto, “Totem  de la Magna Mater y Símbolo de la desencarnación o regreso del alma a las esferas escatológicas”. Comenta: “Muchas ocas graznan en el camino. Y no es chiste, sino toponimia. Hay un río Oja que da Rioja: Saben los genetistas - y quién, como yo, tuvo la desgracia de enseñar castellano a estudiantes japoneses- que entre el sonido velar ‘ca’ Y el gutural ‘ja’ Media un breve desliz articulatorio. Otro río Oca fluye en los Montes de Oca. Existe un Ocón Al oeste de Astorga y un Puerto de Oca Cerca de Compostela. Pasada esta, encontramos una aldea de Oca en la ribera del Tambre (que va a dar, por cierto, en la ría de Noia o de Noé). Y atrás, junto a Pancorbo, quedose Nanclares de Oca, que tan triste y efímera notoriedad alcanzará al término de la Guerra Civil...No sorprende leer en el ‘Poema de Fernán González’ que el culto jacobeo llego a tierras burgalesas justamente cuando era Castilla un pequeño rincón /  y era de Castellanos Montes de Oca mojón". 

 

El capítulo V, lleva por título ‘Ocultismo cristiano. El Grial’.  En la página 208 señala: “Otro presunto Grial se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Como es de rigor, su historia - a la vez eucarística y apostólica- comienza en Toledo. Acaban de llegar los muslimes. Un hombre de fe hurta la reliquia, escapa con ella hacia el norte y la oculta en una cueva de Monsagro o monte sacro, a dos leguas de la capital asturiana. Vuela el tiempo mientras las tornas bélicas giran lentamente a favor de los vencidos. Estos recuperan la raya del Tajo y su ciudad cimera. Alfonso VI, el conquistador, exhuma el cáliz ovetense y manda que lo encierren a prueba de milenios en un baúl de madera ornado por una inscripción en caracteres cúficos. ¿Otro cofre de Leyre? Quizá en todo caso, y por disposición no sé si de obispos o de monarcas, ese relicario jamás se abre. Nadie, en consecuencia ha visto el Grial que allí se custodia ni los demás objetos orientales transportados a Toledo por las gentes de Alarico, profanados en la Cueva de Hércules por don Rodrigo y recuperados cuatro siglos más tarde por el rey que vendió Castilla a Cluny (aunque parte de las reliquias, según dice  una carta del obispo Osmundo, terminaron en la Diócesis de Astorga y desde allí se repartieron entre Liébana y Valladolid). El arca de Oviedo contiene “un trozo de maná, el manto de Elías, la vara de Moisés, un peñasco del Sinaí, leche de los pechos de María, la cuna del niño en Nazaret, las suelas de los zapatos de San Pedro, pelos largos y rubios de la Magdalena, panes de la última cena, sangre de Cristo, clavos de la cruz, fragmentos del sudario, escarcelas de Pedro y Andrés, retales del vestido de la Virgen, tierra del monte de los olivos, trozos del pudridero de Lázaro…”,  y así hasta la suma de 120 amuletos. Pasmoso asunto. (…)

 

 

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En el capítulo VI: “Ocultismo cristiano. El Temple”, en la página 251 , refiriéndose a Alfonso el Batallador dice: “Sabemos lo de los almogávares. Otras gracias son: que apaleó con sus propias manos a los obispos de Palencia, Burgos, León, Osma y Ourense (todos, o casi todos, miembros de Cluny), y expulsó de su presencia al arzobispo de Toledo y al abad de Sahagún, escandalizando con la misma tacada a los cristianos de tres reinos, tres lenguas y tres culturas; que para ahuyentarlo rezaban los muslimes españoles la llamada azalá del miedo; que en Ávila, guerreando contra Urraca, ordenó cocer las cabezas de 70 notables a guisa de escarmiento (el sitio donde hirvió el puchero aún lleva el nombre de Las Fervencias); que solía poner “las manos en el rostro y los pies en el cuerpo” de su mujer, según confesó esta a los autores de la Historia Compostelana; que sitió la ciudad de Astorga, tras recorrer media Castilla y gran parte de León, “con una turba de réprobos llenos de graves maldades de infamias, homicidas, malhechores, fornicadores adúlteros, ladrones, malvados, raptores, sacrílegos, encantadores, adivinos y apóstatas execrables". Etc.

 

En Libro tercero de esta ‘Historia Mágica de España’ subtitulado ‘Minorías y marginaciones', en su capítulo IV 'Otros grupos marginados' (agotes, pasiegos, vaqueiros, maragatos y quinquis), en la página 140 señala: “Con que cinco especies de jardín zoológico no muy parecidas entre sí. Habrá que buscar un criterio convencional para asomarnos a sus jaulas o reservas. No sirve la cronología, pues todas hunden sus raíces en un ayer igualmente lejano e impreciso. Lo geográfico, en cambio, suministra un atisbo de orden y casi un denominador común: cuatro de los grupos y todos tienen morada fija en las provincias septentrionales a lo largo de una tangente cantábrica que empieza en el valle del Baztán y se dobla en Luarca para envolver a Astorga. Solo el quinqui prefiere vagabundear por el campo llano de Extremadura y Andalucía. Esta repartición parece sugerir que nadie fuera de los cristianos práctico en España el arte de discriminar y confinar en guetos a quienes tenían distinto origen, pero conviene añadir en su descargo que las cinco marginaciones mencionadas pueden ser anteriores no ya al 711, sino incluso a la conversión de Constantino. Y también que las presuntas víctimas del apartheid hicieron cuanto malamente estaba a su alcance para prolongar los sufrimientos del mismo. Sabido es que no siempre se deben los campos de concentración a la voluntad de quienes permanecen fuera". 

 

En este mismo capítulo hay cinco páginas dedicadas a los maragatos en los que refiere las distintas hipótesis, a cual más estrambótica, sobre el origen de los mismos. También las opiniones de Jorge Borrow que recorrió a conciencia el enclave de la Maragatería vendiendo las biblias paganas del hereje Cipriano de Valera, y nos dejó una sabrosa parrafada de primera mano sobre la catadura de sus habitantes. Ya sabemos: que si egipcios, celtas, astures, u otros pueblos antiguos como fenicios o cartagineses, pithecanthropus de la sierra, esclavos romanos, visigodos, bereberes o ‘mauricaptus’ o descendientes del rey usurpador Mauregato, mauritanos, magrebíes convertidos a otros credos etcétera; todo ello acompañado de erudición etimológica…  También detalla el famoso rito del arado como ya lo hiciera Julio Caro Baroja en su libro sobre las fiestas de invierno ‘Los Carnavales’. 

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