Sol Gómez Arteaga
Domingo, 06 de Enero de 2019

Impresiones meramente neófitas y subjetivas de 'La vida la pasar'

 

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¿Que el poeta no tiene quien le escriba? Pues le escribo yo. En casa del herrero, y con tanto trajín navideño, ya se sabe: cuchillo de palo.

 

El 29 de diciembre asistí a la presentación del nuevo poemario de Eloy Rubio Carro, editado por Marciano Sonoro, que lleva por título ‘La vida la pasar’. He de confesar que cuando supe por las redes del nuevo parto de Eloy me sorprendió, pues en una ocasión me había dicho que con ‘Pajaroquealanochesederrama’ había tocado techo en la poesía y ya no iba a publicar más. Al leer en la solapa del libro la definición de Eloy como “poeta a cuenta gotas, siempre se disculpa y perjura que esta será la última vez”, quedé más tranquila.

 

Aunque avatares familiares estuvieron a punto de no que pudiéramos asistir, la suerte lo hizo posible a última hora. La suerte y el deseo, claro. Tenía muchas ganas de ir porque aprecio a Eloy y porque su persona entraña para mí un misterio que radica posiblemente en su mucha sabiduría -no en vano Eloy es, entre otras cosas, profesor de filosofía a media jornada- y en su no menor sensibilidad. Además, todo hay de decirlo, no conocía la Casa Panero.

 

Recibía a los asistentes un Eloy tímido y nervioso como yo, -no sé él, pero yo me encontré mirando las piedras del suelo de la entrada mientras la sombra de la palmera se perfilaba sobre la señorial fachada-. Pasamos dentro. Habló Palmero. De su intervención destaco el valor de las entrevistas de Eloy en Astorga-Redacción a personajes de la cultura de este país que, como muy bien señaló el editor de Marciano, algún día trascenderán las murallas de Astorga y serán re-conocidas y estudiadas.

 

Aidan Macnamara hizo, para regocijo de los presentes que pudimos asistir a su despliegue extraordinario de gestos, su presentación de pie, lo que unido a un análisis cálido, culto, afectivo y profundo de la obra de Eloy -basado en treinta y cuatro años de amistad, muchas conversaciones juntos y la revelación de ciertas paradojas subjetivas del trabajo que se presentaba- consiguieron una puesta en escena bien amena, tal como el propio Mac se había propuesto y el termómetro de la risa de Miguel García Bañales midió gratamente.

 

Habló Eloy. Yo de poesía entiendo poco, apenas empiezo a acércame a ella y de un modo absolutamente simplista la clasificaría en dos tipos con sus correspondientes gradaciones, a saber: la que se entiende y la que no se entiende, y a comprender y asimilar la de Eloy, bastante críptica, me ayudaron sus evocaciones -explicaciones que dio de ciertas imágenes, ideas asociadas y hechos que aparecen en algunos de sus poemas-. Gracias a ellas pude acercarme un poco más a ese género en el que lo importante es sentir.    

 

Me flipó, y digo flipó, la evocación referida al poema ‘La vida la pasar’, hasta el punto de que nunca, y digo nunca, la olvidaré, hasta el punto de que se me quedó clavada en el corazón como una espiga, y digo espiga: ese viaje (de la vida) en el que la que ha de volver no vuelve y hay un regreso de los que se permanecen (en la vida) para llorarla, para dolerse, para hacer el duelo. El punto álgido para mí del acto. En mi casa, ya en silencio, leo y releo el verso de la ausencia: Arráncame la pantera de tu flor de mayo/ Rota la vida tuvimos que hacer un alto en el camino/ para llorarte./ Tuvimos que volver atrás siempre en el camino/ llamando al olvido con la nuca rota./

 

Leyó Eloy entrañablemente algunos de sus esquejes y poemas, “Eloy en estado puro”, que alguien diría después, y leyó también Toñi, mientras una de las gemelas, heredera de la afición fotográfica del padre, captaba desde la primera fila ese excepcional encuentro de admiradores, seguidores, amigos, con la figura inquietante, misteriosa, variopinta, una y múltiple como un caleidoscopio, que es Eloy Rubio Carro.

 

Como colofón de la noche, comimos gominolas y bailamos, -bailaron- en la plaza Mayor, qué hermosas son siempre las plazas mayores de cualquier rincón, donde Colasa y Juan Zancuda, en pleno estado de inocencia, dieron con un poco de anticipación la bienvenida al nuevo año, mientras unos cuantos políticos, seguramente menos inocentes y bastante sosos, hacían señal de presencia y omnipresencia en el balcón del Ayuntamiento.

 

Por contrapunto, la presentación de Eloy fue un lujo humano. De calidad, de calidez, pero no soy imparcial. Aunque en mi descargo diré que el que esté libre de imparcialidad tiré la primera piedra.

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