Aidan Mcnamara
Domingo, 06 de Enero de 2019

Los garbanzos y las gárgolas

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A veces es difícil decir toda la verdad sobre la biografía de uno porque implica confesar cosas feas.

 

 Y cuando cuentas cosas verídicas, todavía nadie te cree porque sabe que tú controlas la narrativa y que te vas a lucir, independientemente de los dos polos más nefastos de la existencia, el éxito y el fracaso.

 

Vivimos en tiempos de alta individualidad, precisamente porque  el/la quiensoyyo ya no acepta las fronteras y los protocolos de épocas más inocentes y, por lo tanto, tiempos ostensiblemente más estables. No nos basta demarcar el alma del sujeto con las acotaciones tradicionales. Y en nuestro afán de no ser ovejas, a menudo subimos en nuevos trenes hacia la identidad, sin darnos cuenta que los rumbos radicales son igual de frágiles que las cadenas engañosamente duras (el estado no te obliga a gastar 5.000 en la primera comunión) que hemos logrado romper. Dime cómo te ves y te diré qué ves. ¿Podemos perfilar un ser humano con encuestas sosas?

 

¿De dónde eres?

 

¿A qué te dedicas?

 

¿En qué crees?

 

¿Cómo votas?

 

¿Solo te acuestas con vegetarianos?

 

Etc.

 

O

¿Sacas fotos con tu móvil?

 

¿Dejas comentarios en la prensa y las redes sociales?

 

¿Haces turismo virtual?

 

¿Qué es ser padre?

 

O

¿Qué es la cultura?

 

¿Qué significa fomentar la cultura?

 

¿Y qué quiere decir con: todas las cuestiones extraliterarias son opinables, pero 'Tardes de autor' solo es una iniciativa de carácter cultural?  Esa palabra ‘solo’ me cuesta. Tampoco sé de qué va la iniciativa ni qué es una iniciativa de carácter cultural. Sé lo que es pensar (más o menos) y si sé lo que es el arte, ni más ni menos, y supongo que la relación entre la cultura y la tradición es tan problemática como la relación entre la libertad y la economía. La calle representa la pluralidad y la misma pluralidad va desde las uvas hasta las gominolas, vía la música sacra hasta la fiesta fin de viaje/año homérica. ¿La cultura es fútbol? ¿Y el burka?

 

Nos hace falta una concejalía de la coña para quitarnos las mordazas invisibles. Es verdad que hay autores con poca autoridad y también es verdad que si tienes más de treinta títulos editados ya formas parte del panorama cultural. Los misterios detrás de los gustos son tan respetables como risibles. El desdén es tan fácil como la curiosidad.

 

Un ejemplo edificante: En la 2 de la TVE el presentador de Saber y Ganar nos trata como subnormales, no porque sepa más que el público, sino porque el formato del concurso y el tono contradicen al carácter cultural de los contenidos que forman las preguntas. Nos sigue vendiendo la gilipollez popular que confunde saber datos con ser erudito… y La 2 va de cadena alternativa. (Risas en off)

 

Pero yo soy, como siempre, optimista. Cuando me toque El Niño (que la cultura de mis lectores entienda esta frase más allá del ámbito del obispado astorgano) subvencionaré una tertulia televisiva conducida por Dragó con la participación del Aquelarre de Astorga sobre la vida y los libros de Simone de Beavoir. En francés.

 

Feliz año a todos, de todas formas.

 

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