José Paulino Cordero
Jueves, 21 de Febrero de 2019

Cuando 'Calio' ya era un encanto

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No es por no desvelar años, ni míos ni de él  porque los sabemos y asumimos. Quizá, seguro, porque prefiero describir las escenas a los números, absolutamente fríos aunque contundentes y sin derecho  a la interpretación.  Porque además, los guarismos de aquella etapa estaban algo más relacionados con las sensaciones y con las ilusiones.


Entonces, como si la emisora fuera de Secundino, de Meli, de Martín, de Maite... de todos los astorganos.
Como ahora, que es de Ricardo y Cristina porque hay decisiones que no se entienden tomadas por los que ejercen de tiradores de harina y recogedores de salvado. 


Dejemos los números y otros asuntos, que me ponen atacado.


De aquella, cuando los profesionales que allí estaban divertían la risa sopera con Gila, dedicaban discos y caía la noche delante del micrófono o con la Olivetti "sonora" para escribir hasta las 00:00 horas, había que subir una media docena de pisos y nunca contamos los escalones. Por lo de los números y por la ilusión de llegar. De llegar arriba cuando a 'Calio' le tocaba el turno de cerrar y de apagar los revox, los platos y las pletinas. Que busquen en las discotecas o fonotecas de qué año era la melódica y enamoradiza 'Noches de blanco satén'.

 
Esa canción sonaba en aquel pequeño control al que los vinilos llegaban desde la amplia y cercana discoteca de la emisora, para depositarlos en una especie de cajones para los programas.


Ricardo manejaba los aparatos con una destreza que a cualquiera de nosotros le llamaba la atención. Y abría el micrófono  y presentaba los temas o la publicidad que soltaba desde los revox en aquellas cintas de cromo enrrollables.


Los días que podíamos y él tenía turno de noche, aquel mundo era tan mágico que si antes de ir allí me gustaba, después de aquello me ha apasionado toda mi vida. 


Una vez, con don José María Álvarez de director, a punto estuve de ser compañero de 'Calio' en Radio Popular. Lastima, no pude ser discípulo.

'Calio', un encanto, siempre con gesto amable, sonriente, sin prisa y con profesionalidad. Ese recuerdo de la emisora es imborrable.


Y aún guardo un libro de partituras de canciones de The Beatles. Pero como me dijo don Pedro en una clase de guitarra del sencillo Romance Anónimo: "Espérate  sin tocar, que confundes a los demás". No estaba hecho yo para ese mundo, pese a que Ricardo siempre que iba a mi casa echaba mano de mi guitarra, que aún sigue nueva e intacta. 


Lo de buena gente lo aprendió de Fernando y Sara, sus padres, en cuyo salón acabábamos, como si de familiares se tratase, cansadas tardes de hacha y leña.


'Calio'es como de mi familia por sus méritos, que crecieron en una radio, con su música, en casa de sus padres o en la de los míos...


Méritos  que se resumen con la palabra Encanto, porque no le resulta difícil hablar sonriendo, como a Chavela reír llorando.

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