Machismo con falda o ...pederastas con sotanas
![[Img #42086]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2019/488_autofoto-munecas-013.jpg)
Hoy no tengo que escribir nada. Dios me ha regalado un buen titular.
He leído que la gente mayor que pasa más de tres horas delante de la TV pierde capacidad lingüística. Pero para la mayoría, independientemente de su edad, eso no significa nada; no tienen nada interesante que decir en cualquier caso. Mi padre piensa que Bertrand Russell es una marca de lavadora. Mi madre piensa que San Antonio le va a ayudar a encontrar un calcetín. Yo les quiero porque me han tratado de puto padre.
Evidentemente en el lenguaje coloquial pensar y creer siguen siendo verbos intercambiables. Escuchad por ahí. Mucha gente de bien (como Rivera, Casado, el Voxero de turno) se preguntará: ¿Pero en qué siglo estamos?
Bueno, la respuesta es fácil y además lo es porque la pregunta/exclamación, a pesar de su fuerza retórica, es una consigna falaz, o un mensaje felón. Se puede vivir en el siglo veintiuno y mutilar (destrozar) el clítoris de una hija. O ser un perito de la contabilidad más vanguardista, más creativa, mediante el software más progre y violar la boca de un chico de 13 años, Cardenal Pell.
Un amigo mío me dice que sigue estando en el siglo dieciocho. Le había preguntado un par de cosas acerca de los grandes divulgadores José Antonio Marina y Ernesto Sabater y me contestó que todavía estaba con Voltaire. A mí me cuesta encontrar tiempo para leer a Juan Manuel de Prada porque no he acabado de disfrutar de la obra de Kurt Vonnegut y, de todos modos, prefiero dedicar mi tiempo libre a mi obra maestra Cuando Quevedo Fue De Copas Con Woody Allen.
Hablando de libros, siempre he pensado que un libro pesa menos que un rifle. Y que sus dardos impactan más y hieren menos pero, claro, yo soy un hombre blanco cisgénero, y corro el riesgo de ser irrelevante y, peor aún, de ponerme sentimental como en la frase anterior. A disfrutar del carnaval y el ramadán, digo, la cuaresma. O sea, el siglo que os apetezca.
Hoy no tengo que escribir nada. Dios me ha regalado un buen titular.
He leído que la gente mayor que pasa más de tres horas delante de la TV pierde capacidad lingüística. Pero para la mayoría, independientemente de su edad, eso no significa nada; no tienen nada interesante que decir en cualquier caso. Mi padre piensa que Bertrand Russell es una marca de lavadora. Mi madre piensa que San Antonio le va a ayudar a encontrar un calcetín. Yo les quiero porque me han tratado de puto padre.
Evidentemente en el lenguaje coloquial pensar y creer siguen siendo verbos intercambiables. Escuchad por ahí. Mucha gente de bien (como Rivera, Casado, el Voxero de turno) se preguntará: ¿Pero en qué siglo estamos?
Bueno, la respuesta es fácil y además lo es porque la pregunta/exclamación, a pesar de su fuerza retórica, es una consigna falaz, o un mensaje felón. Se puede vivir en el siglo veintiuno y mutilar (destrozar) el clítoris de una hija. O ser un perito de la contabilidad más vanguardista, más creativa, mediante el software más progre y violar la boca de un chico de 13 años, Cardenal Pell.
Un amigo mío me dice que sigue estando en el siglo dieciocho. Le había preguntado un par de cosas acerca de los grandes divulgadores José Antonio Marina y Ernesto Sabater y me contestó que todavía estaba con Voltaire. A mí me cuesta encontrar tiempo para leer a Juan Manuel de Prada porque no he acabado de disfrutar de la obra de Kurt Vonnegut y, de todos modos, prefiero dedicar mi tiempo libre a mi obra maestra Cuando Quevedo Fue De Copas Con Woody Allen.
Hablando de libros, siempre he pensado que un libro pesa menos que un rifle. Y que sus dardos impactan más y hieren menos pero, claro, yo soy un hombre blanco cisgénero, y corro el riesgo de ser irrelevante y, peor aún, de ponerme sentimental como en la frase anterior. A disfrutar del carnaval y el ramadán, digo, la cuaresma. O sea, el siglo que os apetezca.
