María José Cordero
Sábado, 16 de Marzo de 2019

La muerte anunciada de los pinos

 

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Me horroriza, ¡no puedo más! Paseo por la Maragatería viendo los bosques de pinos que han trasformado el paisaje. No pasa nada, todo cambia y se mueve, mas nadie los vigila, los cuida y los protege.

 

Rápidos han sido algunos para coger subvenciones de la Junta de Castilla y León, que pretendía convertir el barbecho en campo productivo. Se incentivaron las plantaciones de pinos y chopos, pero nada más. Y digo nada más porque parece que el único objetivo era ‘pillar cacho’, - la enésima avaricia-.

 

Veo horrorizada cómo la inmensa mayoría de los planteles de pinares jóvenes están llenos de la procesionaria, oruga que infecta el árbol, lo debilita y lo deja expuesto a enfermedades y, por consiguiente, la muerte. 

 

¿De qué sirven las ayudas si nadie vigila cómo se emplean? Son dineros públicos, por lo que merecen el máximo respeto y cautela. No podemos despilfarrar porque sí; hay que ser respetuosos con lo que es de todos y responsabilizarse con lo invertido.

 

El árbol no es un juguete ni una mercancía. Ver los pinares con árboles precipitados al suicido es de lo más triste; y me invita a reflexionar en la condición humana, más bien diría, inhumana del caso. No importa lo plantado, no importa que, incluso, pueda infectarse el bosque centenario cuajado de encinas. Éste observa, silencioso, la lenta muerte de los pinos.

Toda la riqueza del bosque está en peligro.  Y los responsables de las instituciones pertinentes ¿miran para otro lado? ¿acaso no lo saben?

 

¡Qué absurdo y qué triste! Es como ver morir a un joven, que podría salvarse, y ni tan siquiera pestañear.

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