Viejo no es una provocación. (Re)viejo, tal vez
Viejos, Tirso Priscilo Vallecillos, pról. M.-Á.Vázquez, 102 págs. Huerga&Fierro editores, Madrid 2018
![[Img #42631]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2019/3510_con-codigo-de-barras-portada-viejos-2.jpg)
Tal vez sea el título una provocación o un juego oculto en el idioma. El poeta veguellinense consigue llamar la atención para que el lector atento se atreva a escudriñar los escondrijos emocionales y no débiles de un poemario que se atreve a bajar al fondo del sentimiento humano y a no dudar del color mutante de la vida. Así mismo, el título, despojado de palabras en compañía, solitario y sin bastón, es imagen plástica de amplia significación, o acaso ese mismo Viejos ya haya enviudado: la familia lingüística que debiera acompañarlo, algún determinante, sustantivo, verbo…, ha desaparecido.
Dudo que en otras lenguas romances exista una palabra como esta en castellano, viejo, con esa sonoridad tan dura y fuerte, casi un desgarro para designar su amplia significación. El poeta, no cabe duda, consigue que la mirada se retuerza hacia. Se suaviza un poco con la cita posterior de C. Coelho en la falta de celebración.
La lectura del primer poema recuerda el realismo sucio, suelta en la conciencia del débil una enorme bofetada inesperada, -podrido, cutre, asqueroso, baba, olvido…- adornada con aparente insulto enzarzado en una ristra o rosario hereje de palabras malolientes.. El cierre magistral del poema en su último verso lanza al aire un amplio respiro, un desahogo que evita la depresión, un suave pero directo ajuste de cuentas. El resarcimiento o pírrica victoria se muestra erguido en el breve pero intenso poema “Llegar a viejo”: “y aunque sepamos que no siempre / el que gana es el que merece vencer… / Llegar a viejo ya es una victoria”
“el tiempo está en todas partes” y los tiempos con sus diversos ritmos vitales, “¡Que pase rápido el tiempo!, con los recuerdos que servirán de compañía inseparable son presencia constante que perfora sin dañar el poemario, de manera evidente en unos casos o velada en otros. Un viaje es el tiempo; nos han contado cuál fue el punto de partida mas nunca la estación de llegada: ahí se esconde la sorpresa que ni uno mismo conocerá por completo, es alcanzar la estación-término con el equipaje del descreimiento, en la ignorancia del cuándo. “lo que muestra la foto finish / eso mejor no verlo”. La decrepitud, el lento desbarrancamiento, el cálculo erróneo de las horas, la fragilidad de los huesos ocultan el aplazamiento con una melancolía sobrevenida a plazos, “ser consciente de que se va a algún lugar / pero no querer saber adónde”; pero sí, inevitable e imposible el intento de huir.
La agitación con sus variantes cronológicas mece los versos de Tirso Priscilo en el movimiento incansable hasta la emoción -“Recuerdos”, “La casa de la tía Benilde”-. ¿Y el olvido? No es patrimonio de la vejez, aunque sí realidad más habitual; en él confluyen la desmemoria -que no es olvido-, el fluir de los días y el cansancio de la edad que obliga a seleccionar situaciones y momentos. “La vida se hace de olvido / olvido sobre olvido / como cuando llueve sobre mojado”.
Narratividad cargada de secuencias que desfilan a ritmo marcado –‘Ancianos-mansión’, ‘El anciano profesor’…-, reflexión –‘El águila’, ‘La foto finish’-, humor cítrico –‘Vieja-manzana y vieja-plátano’- aparecen como piezas fundamentales para elevar a emoción la escritura, el interior de los poemas de Viejos, sin olvidar esa especie de juego infantil con recomendaciones para el itinerario del tiempo que queda por delante que, como recetario o vademécum, guardan los poemas ‘Madre’ y ‘Padre’.
Al menos, algún día, cuando lleguemos a viejos nos acogerán -¡qué lección ética para los ricos del primer mundo el pedir cobijo a los más pobres!- en algún rincón de África para mostrar desde lo alto de la escalera la sabiduría acumulada durante una vida y, si aún es posible, servir de guía a quienes nos siguen.
Viejos, Tirso Priscilo Vallecillos, pról. M.-Á.Vázquez, 102 págs. Huerga&Fierro editores, Madrid 2018
Tal vez sea el título una provocación o un juego oculto en el idioma. El poeta veguellinense consigue llamar la atención para que el lector atento se atreva a escudriñar los escondrijos emocionales y no débiles de un poemario que se atreve a bajar al fondo del sentimiento humano y a no dudar del color mutante de la vida. Así mismo, el título, despojado de palabras en compañía, solitario y sin bastón, es imagen plástica de amplia significación, o acaso ese mismo Viejos ya haya enviudado: la familia lingüística que debiera acompañarlo, algún determinante, sustantivo, verbo…, ha desaparecido.
Dudo que en otras lenguas romances exista una palabra como esta en castellano, viejo, con esa sonoridad tan dura y fuerte, casi un desgarro para designar su amplia significación. El poeta, no cabe duda, consigue que la mirada se retuerza hacia. Se suaviza un poco con la cita posterior de C. Coelho en la falta de celebración.
La lectura del primer poema recuerda el realismo sucio, suelta en la conciencia del débil una enorme bofetada inesperada, -podrido, cutre, asqueroso, baba, olvido…- adornada con aparente insulto enzarzado en una ristra o rosario hereje de palabras malolientes.. El cierre magistral del poema en su último verso lanza al aire un amplio respiro, un desahogo que evita la depresión, un suave pero directo ajuste de cuentas. El resarcimiento o pírrica victoria se muestra erguido en el breve pero intenso poema “Llegar a viejo”: “y aunque sepamos que no siempre / el que gana es el que merece vencer… / Llegar a viejo ya es una victoria”
“el tiempo está en todas partes” y los tiempos con sus diversos ritmos vitales, “¡Que pase rápido el tiempo!, con los recuerdos que servirán de compañía inseparable son presencia constante que perfora sin dañar el poemario, de manera evidente en unos casos o velada en otros. Un viaje es el tiempo; nos han contado cuál fue el punto de partida mas nunca la estación de llegada: ahí se esconde la sorpresa que ni uno mismo conocerá por completo, es alcanzar la estación-término con el equipaje del descreimiento, en la ignorancia del cuándo. “lo que muestra la foto finish / eso mejor no verlo”. La decrepitud, el lento desbarrancamiento, el cálculo erróneo de las horas, la fragilidad de los huesos ocultan el aplazamiento con una melancolía sobrevenida a plazos, “ser consciente de que se va a algún lugar / pero no querer saber adónde”; pero sí, inevitable e imposible el intento de huir.
La agitación con sus variantes cronológicas mece los versos de Tirso Priscilo en el movimiento incansable hasta la emoción -“Recuerdos”, “La casa de la tía Benilde”-. ¿Y el olvido? No es patrimonio de la vejez, aunque sí realidad más habitual; en él confluyen la desmemoria -que no es olvido-, el fluir de los días y el cansancio de la edad que obliga a seleccionar situaciones y momentos. “La vida se hace de olvido / olvido sobre olvido / como cuando llueve sobre mojado”.
Narratividad cargada de secuencias que desfilan a ritmo marcado –‘Ancianos-mansión’, ‘El anciano profesor’…-, reflexión –‘El águila’, ‘La foto finish’-, humor cítrico –‘Vieja-manzana y vieja-plátano’- aparecen como piezas fundamentales para elevar a emoción la escritura, el interior de los poemas de Viejos, sin olvidar esa especie de juego infantil con recomendaciones para el itinerario del tiempo que queda por delante que, como recetario o vademécum, guardan los poemas ‘Madre’ y ‘Padre’.
Al menos, algún día, cuando lleguemos a viejos nos acogerán -¡qué lección ética para los ricos del primer mundo el pedir cobijo a los más pobres!- en algún rincón de África para mostrar desde lo alto de la escalera la sabiduría acumulada durante una vida y, si aún es posible, servir de guía a quienes nos siguen.