"Y hasta las piedras de la Catedral se estremecieron, cuando pasó el Señor bajo sus torres"
El esplendor de las cofradías astorganas se ha vuelto a palpar este Martes Santo en la procesión del Vía Crucis organizada por la Junta Profomento. Entre las 18,15 y las 19 horas partían los cortejos de imágenes y cofrades desde las distintas hermandades rumbo a la Plaza Mayor, donde se reunieron todas para caminar juntas hacia el primer templo de la Diócesis, para asistir al oficio religioso en el que participaron numerosos creyentes.
![[Img #43029]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/1914_viacrucis-285.jpg)
![[Img #43036]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4228_viacrucis-423.jpg)
Pedro de Paz Luengo. 'Una pasión en Astorga'. Pregón de la Semana Santa de Astorga 1994 (Fragmento)
Y comenzó el prodigio no revelado antes que ahora voy a contarles, temblándome las manos, con la voz empañada y el corazón a punto de romperse. A pesar de mi inquietud, haré un esfuerzo para ofrecer no sólo lo ocurrido, sino también el testimonio que me llevó a comprender a ciencia cierta la generosidad sin límites de Cristo y su encendido amor hacia los hombres.
Una vez que hubo enmudecido el plateado clamor de las trompetas, el tiempo se detuvo, se rasgó el firmamento, allá por el Teleno, y vi cómo una llama descendía brillante y apagaba su luz en Rectivía.
Empujado por una fuerza irresistible, a través de un espacio sin límites concretos, fui llevado hasta allí en escasos segundos.
Un griterío inmenso confundía las calles que, entre vivas y hosannas, vestían sus calzadas con palmas atrevidas, pues hasta la cara del aclamado llegaban con sus dedos, con ramas de recio olivo y con laureles.
En medio de la fiesta, vegetal y sonora, iba el Señor en una borriquilla y ofrecía sonrisas a los niños vestidos de domingo que hasta sus manos pretendían saltar para tocarlas, bendecía a hombres y mujeres que le vitoreaban con sus gritos y, a hurtadillas, miraba complacido la palma bellamente entretejida, con una campanilla en lo más alto, que llevaba el obispo.
Y, en triunfo de reconocimientos y de amor, recorrió la ciudad cuyos vecinos le dedicaron los más hermosos cantos de alabanza:
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
Honra al Hijo de David
de Dios Padre el elegido
¡Palma y olivo!
Alfombremos su camino
de mantos, flores y ramas.
¡Olivo y palma!
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
Loor al Cristo enviado,
por los siglos de los siglos.
¡Gloria al Ungido!
Cantemos a aquél que, en nombre
de Dios viene a nuestra casa.
¡Hosanna, hosanna!
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
![[Img #43017]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/2637_viacrucis-029.jpg)
Luego se hizo el silencio. Un escogido aroma invadió los rincones de la asombrada Astorga, meta de Dios entonces, en tanto que la noche comenzaba a imponer sus argumentos sobre las casas sometidas.
Y nuevamente vi cómo Jesús, acompañado de los doce, caminaba por las estrechas calles astorganas en busca del cenáculo, donde poder celebrar la pascua de la entrega y perpetuar con ella su presencia en el mundo. Junto a la catedral pasaron, a la izquierda el palacio, y, cruzando ambas plazas, llegaron a su eucarístico destino.
¡Atrio de San Bartolomé, recinto afortunado, que presenciaste el regalo más sublime que Dios hiciera al hombre, el de su propio ser que había de servirle de infinito alimento para siempre!
Sus divinas palabras se elevaron por encima de los negrillos que, a modo de alfaneque, cobijaban la sagrada cena: “Tomad mi cuerpo en este pan que os entrego y mi sangre en el vino de esta copa. Cuantas veces hagáis esto, hacedlo en memoria mía”.
Un estremecimiento sacudió mi conciencia ante la maravilla del misterio contemplado. La noche florecía y suaves voces cantaban en lo alto:
La noche derrota al sol
que agoniza entre estertores,
no con luces de colores
sino con pruebas de amor.
Es Dios que entrega su esencia,
ofrecida a los humanos
en sustento, que sus manos
transubstancian en presencia.
El cuerpo, miembros de trigo,
se vuelve nivea llanura,
como la inocencia pura
y más humilde que un niño.
La sangre, vid en racimos
destilando sus dulzores.
¡Qué divinos arreboles
en un cáliz contenidos!
Prodigio inmenso de amor:
bajo especies tan sencillas
se alberga la maravilla
del ser eterno de Dios.
![[Img #43021]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/8448_viacrucis-048.jpg)
Nadie osaba romper la magia del momento milagroso, ni los afortunados comensales, ni cuantos asistíamos al acto, bañadas las mejillas en lágrimas de dicha que hallaban cauce en ellas desde la plenitud de nuestros emocionados corazones.
De pronto, una azogada agitación recorrió la quietud de aquella escena. Unos cuchicheaban, otros dialogaban en voz alta, pero con tal revuelo, que era imposible captar sus comentarios. Entre ellos, perfectamente audible, se alzó una voz que dijo “¿Acaso seré yo?”, pregunta que produjo un mayor nerviosismo y provocó que Judas se retirara de la mesa y marchara con prisa hacia el Jardín.
Muy afectado, Cristo siguió con la mirada sus pasos que se perdieron en las sombras. Meditó unos minutos y, un poco más tranquilo, prometió a los discípulos (en realidad, a juzgar por sus gestos, a cuantos nos hallábamos presentes) ser para todos verdad, camino y vida; seguro mediador ante su Padre; buen Señor del amor y de la paz; amigo verdadero para siempre.
Lo había dado todo, casi todo, mejor. Le faltaba entregar su propia vida y a ello se dispuso. Se levantó despacio, con el semblante demudado, hízose acompañar por tres apóstoles y, postrado cabe los negrillos de la plaza, pidió al Padre que lo librara del tormento. Un ángel de mirada candorosa trataba de aliviarle en su congoja. No lejos, los elegidos dormían descuidados.
Voces que se escuchaban allá por San Francisco le hicieron ponerse en pie y dirigirse a los durmientes, y, como llega la muerte traicionera, veloz e inexorable, se presentó ante él la turba que tales gritos profería, a cuyo frente se encontraba Judas, barba poblada, mirada aviesa y túnica marrón que, con el beso más infame, entregó a aquel amigo que, poco antes, le regalado cuanto tenía y cuanto era.
![[Img #43019]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4116_viacrucis-100.jpg)
Entre varios le ataron y a empujones llevaron, sin que ninguno de quienes originaban el tumulto hiciera lo más mínimo por mitigar su flébil abandono.
No sé si tuve miedo, acaso sí, como sucede en muchas ocasiones en que los respetos humanos nos asustan, el caso es que, en vez de acompañar a Cristo en su aislamiento, permanecí en la plaza, envuelta en un sigilo que ni el fulgor de las estrellas se atrevía a quebrar.
Inquieto meditaba, sin comprender por qué razón se llevaba a la muerte a quien era la vida, cuando unos sollozos, imperceptibles, casi, vinieron a romper el cósmico silencio.
Caminé, compadecido por la profunda angustia que expresaban, al lugar de donde procedían, el interior del templo. Al lado del sagrario, cuya lámpara dormía en un mutismo reverente, se encontraba María Dolorosa, traspasado el pecho por los siete cuchillos. Sabía bien que su querido Hijo tenía que sufrir, sin que pudiera remediarlo, y lloraba por ello. Era tanto el dolor y la amargura que sus benditos ojos derramaban que no pude contener mi sentimiento y con ellos lloré. Mas, cuando quise aliviar su desamparo con algunas palabras, no tuve qué decir y, en mi torpeza, sólo la consolé suplicando consuelo:
Virgen, Madre Dolorosa,
Reina entre calas que ofreces
a quien te eleva sus preces
una mirada piadosa.
Amor en cauces vertido
siete, que en vez de dolores
haces que manen dulzores,
consuelo del afligido,
sigue alumbrando la senda,
desde la luz de tu nieve,
que hasta tu hijo nos lleve.
¡No nos dejes, Madre nuestra!
![[Img #43020]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9467_viacrucis-105.jpg)
La misma fuerza que, en principio me arrebatara, a fin de introducirme en el prodigio, me transportó esta vez hasta el pretorio, situado en un enorme espacio que al punto reconocí como la plaza de Santo Domingo en Puertarrey.
¡Desierto de llanto y pesadumbre, en cuyo frío suelo tuvo comienzo el drama infame a la vez que sublime y necesario!
Allí estaba Jesús, indefenso y perdido, zarandeado y humillado por quienes creían que era el Dios del Amor, pequeños hombrecillos de esplendores caducos, como algunos de ahora cuya importancia personal les viene dada por los cargos que ocupan y no por las virtudes que precisamente no atesoran.
En el ángulo izquierdo de la plaza, San Pedro, de rodillas, lloraba junto al gallo que le advirtiera su pecado, más allá, San Juan soñaba encuentros, no lejos, una mujer sencilla confeccionaba un paño con encajes y, en el centro, Pilatos mostraba al Salvador a todo el pueblo que, sediento de sangre, le exigía su muerte.
Y ésta siguió su curso. Dos verdugos de ojos saltones y cuerpos bufonescos le azotaron con saña calculada, colocando las bolas del azote, primero en los tobillos, luego en las pantorrillas, en los muslos y nalgas, en la espalda, para continuar más atrozmente por los pechos, el vientre, los testículos, las rodillas y las piernas.
Jamás había visto suplicio tan horrible ni mayor entereza ante tamaño sufrimiento Yo sabía que la flagelación era un castigo no aplicado por los romanos a los “Cives" sin límite de golpes, sino sólo a esclavos y extranjeros, y entonces entendí el porqué de aquel freno.
Apenas los flageladores concluyeron su obra, otros soldados arrastraron a Cristo, le sentaron en un banco. Entre risas y escarnios, dos de ellos le encasquetaron una corona entretejida con espinos y un tercero, canijo mequetrefe, le ofrecía una caña como cetro.
Se acercaba la cruz a la que habría de abrazarse y conseguir con ella que, por los siglos de los siglos, fuera nuestro camino para alcanzar la vida eterna. Sobre sus hombros la pusieron, enorme y grave, como pesados eran los pecados que con su leño habrían de pagarse, y caminó sumiso, Nazareno de estrellas, y derramó a su paso cuanto de soledad y desconsuelo, de amor y de ternura puede fluir del rostro más precioso. Astorga sobrecogida lo miraba y hasta las piedras de la Catedral se estremecieron, cuando pasó el Señor bajo sus torres y continuó por la calle de Leopoldo.
![[Img #43023]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/559_viacrucis-131.jpg)
En este punto debo detenerme, con permiso de ustedes, porque es tal la emoción, que las palabras se me pegan a la lengua, los ojos se me nublan y me cuesta trabajo seguir adelante en el relato. Y no crean mi angustia un simple recurso literario, sino la fiel necesidad de tomar fuerzas, a causa de la impresión que me produce rememorar lo sucedido.
Yo me hallaba a mitad de trayecto, frente a la casa del poeta, y veía venir al Nazareno envuelto en un silencio que sólo mancillaba el pesado retumbo del madero al rebotar en la calzada.
Un escozor punzante hervía en mis entrañas. Él cayó al suelo. Quise gritar, mas no me fue posible. Se levantó, siguió adelante. Compadecido lo observaba. Llegó a mí agotado,
se detuvo, levantó pausadamente la cabeza y posó sus pupilas en las mías con tristeza infinita:
A golpes de dolor y de ternura
camina el Nazareno, paso breve,
por la calle que alarga su angostura
a dos metros escasos de la nieve.
La noche se estremece, gime el viento
anudado en los árboles, suspiran
los virginales muros del convento,
llora la catedral de Cruz transida.
No hay más triste mirada que la suya
ni indefensión mayor, pues hasta el Padre
parece abandonarle en esta hora.
Mas, que está escrito, sabe, que así ocurra
y, temblando de amor, sueña la tarde
de su bendita muerte redentora.
![[Img #43022]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4937_viacrucis-159.jpg)
Prosiguió su camino indispensable, pero sus ojos quedaron en mi alma a fuego cincelados para siempre.
Ya llegaba al Calvario situado en el Postigo, en San Andrés. Las gentes de este barrio salieron a su encuentro para desagraviar con la presencia los dolores de Cristo, mas un tumulto de gritos y blasfemias estorbó sus compasivas intenciones.
Secos golpes trizaron mis oídos de fieros martillazos que tronchaban las florecidas manos en un cruel intento de anular su largueza, luego los pies, como si pretendieran romper sus inquietudes. Y, clavado, elevaron a aquel Bendito Cristo, modelo de afligidos, ante el espanto, profundo e impotente, de cuantos contemplábamos la escena.
¡Oh varón de dolores, cuán serena tu boca en la amargura, qué pena contenida en el semblante, qué nobleza en tu cuerpo amoratado, en esos brazos santos que, a pesar de la tirantez de su postura, se abrían al amor y a la indulgencia!
Entonces Dios, con voz entrecortada, pronunció las palabras, siete como los dolores de la Virgen que a sus pies se encontraba, más tristes, generosas y profundas de cuantas se hayan dicho al filo de la muerte.
![[Img #43024]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/2727_viacrucis-168.jpg)
Gore Vidal. 'En directo desde el Gólgota (El Evangelio según Gore Vidal)'
…
-Ahora sé que fue correcta mi decisión de no retransmitir en directo ‘En directo del Gólgota’. Quedarán todos fuera cuando hagamos el montaje, si salen, y no estoy del todo seguro de que salgan los hologramas en el tipo de película que estamos utilizando.
Marvin Wasserstein subió a la colina.
-Hablando del rey de Roma... y el diablo asoma— murmuró Cutler Dos.
-¡Qué hay!- saludó Marvin cordialmente. —¿Qué os parece mi indumentaria de época?- señaló la túnica y las sandalias.
-Muy convincente-, dijo el señor Yamamoto a Marvin, que estaba la mar de impresionado.
-A pesar de la lealtad que profeso a la GE, he de confesarle que siempre he sentido gran admiración por su magnífico proceder en Gulf & Eastern. La sabiduría japonesa combinada con la ignorancia americana: he aquí la quintaesencia del consumismo.
![[Img #43025]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/3639_viacrucis-180.jpg)
![[Img #43026]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/5720_viacrucis-248.jpg)
-Muy amable de su parte, señor Wasserstein, si no me equivoco. Yo también he seguido con interés su trayectoria en GE. Tal vez llegue el día en que podamos hacer algún negocio juntos- dijo, inescrutablemente oriental hasta las manicuradas puntas de sus dedos.
-¡Dios me ampare!- gruñó Cutler Dos. -Soy yo. Esta sombra maldita que siempre me persigue.
Cutler Uno nos saludó secamente. Luego se volvió a Marvin y dijo:
-Querría hablar con usted.
Chet me acompañó hasta la cima, donde estaba el equipo de filmación listo para el rodaje. Era un día bo¬chornoso. La lluvia empeoraba aún más la cosa. Había un alto índice de humedad.
El responsable de sonido enganchó un micrófono a mi toga y graduó el tono mientras yo contaba hasta diez.
-Suenas igual que el periodista Tom Brokaw- dijo el director.
-Lo sé- contesté. -Pero hoy todos suenan como él.
Chet se dirigió hacia María Magdalena, una mujer que había dejado atrás su primera juventud, pero que aún conservaba una apostura más bien llamativa. Mary Baker Eddy estaba doblando la oreja de la madre de Marvin, que parecía muerta de aburrimiento.
![[Img #43027]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/6222_viacrucis-236.jpg)
![[Img #43028]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/7357_viacrucis-271.jpg)
Marvin y Cutler Uno se habían apostado detrás de una hilera de matorrales, fuera del alcance de las cámaras. Las buscadoras de emociones comenzaban a mostrarse inquietas, todavía buscando sus emociones. Hice una breve introducción ante la cámara, muy al caso, explicando al espectador dónde estábamos y qué es lo que íbamos a presenciar. Di las gracias a la administra¬ción romana y al personal del Templo por su amable cooperación. También hice una pequeña presentación publicitaria de la compañía que había suministrado los clavos —que merecen máxima confianza- para la cruci¬fixión. A continuación anuncié:
-Y ahora una pequeña pausa. No se vayan ustedes.
-¡Es como si hubiera estado haciendo esto toda su vida!- dijo el director asombrado.
-Bueno, soy obispo- aclaré con modestia.
Justo detrás de las dos cruces, Cutler Dos y el señor Yamamoto estaban discutiendo con un grupo de entrometidos nipones vestidos con trajes japoneses pasa¬dos de moda. Muy bonitos, indudablemente, aunque fuera de lugar en la Palestina del siglo I. Pero tampoco hemos de olvidar que en Japón hay muchísimos buenos cristianos de ser cierto lo que dice La hora dominical del poder y la oración. Entre ellos había una mujer extraordinariamente hermosa que vestía un quimono color oro. Una actriz, sin duda. Portaba una máquina fotográfica, como todas las estrellas de cine, para fotografiar a la gente que las fotografía.
El señor alto era definitivamente Oral Roberts. Estaba ansioso por ser entrevistado, según pude observar, pero Chet lo llevó aparte para explicarle que sólo podíamos entrevistar a los nativos, normas de la cadena a las que no podían hacerse excepciones, ni siquiera en el caso de Shirley MacLaine o de Warren, a quien no se vio el pelo, después de todo.
![[Img #43030]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/203_viacrucis-222.jpg)
![[Img #43031]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9978_viacrucis-299.jpg)
![[Img #43033]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/781_viacrucis-321.jpg)
![[Img #43032]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/3582_viacrucis-366.jpg)
Durante la pausa, inmediatamente antes de mi primera entrevista con María Magdalena, mientras me estaban maquillando, apareció en escena el centurión Moronius acompañado de cuatro soldados. Me saludó con muy buenos modales.
—Su Excelencia el gobernador me ha pedido que os pida que identifiquéis para nosotros ...al verdadero Jesús.
Hice un gesto al maquillador para que desistiera. Acto seguido, tomé la decisión más importante de mi carrera desde la circuncisión.
-Os llevaré ante él.
Conduje a Moronius y a sus hombres hasta los arbustos, donde Jesús y Cutler Uno estaban escondidos.
-¡Traidor!- gritó Cutler Uno, mientras Marvin trataba de poner pies en polvorosa. Pero fue inmediatamente enganchado por los romanos.
![[Img #43034]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/7416_viacrucis-412.jpg)
![[Img #43035]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/7774_viacrucis-417.jpg)
![[Img #43037]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/8828_viacrucis-475.jpg)
—¿Quién sois?— preguntó Moronius.
-Soy el que soy- dijo Marvin transformándose en el mesías ante nuestros propios ojos.
Yo me arrodillé y besé el borde de su túnica.
—Él es Cristo- dije.
-¡NO! Él es el Rey de los judíos- gritó Cutler Uno.
-Tú lo has dicho- dijo Jesús, consciente ahora de que su destino era su destino y de que su incursión al futuro con objeto de borrar la obra de Pablo y traer el Día del Juicio nuclear, sencillamente, no estaba prevista. Él había perdido. Nosotros habíamos ganado. El cristianismo y los residentes del año 2001 d.C. se habían salvado.
![[Img #43029]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/1914_viacrucis-285.jpg)
![[Img #43036]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4228_viacrucis-423.jpg)
Pedro de Paz Luengo. 'Una pasión en Astorga'. Pregón de la Semana Santa de Astorga 1994 (Fragmento)
Y comenzó el prodigio no revelado antes que ahora voy a contarles, temblándome las manos, con la voz empañada y el corazón a punto de romperse. A pesar de mi inquietud, haré un esfuerzo para ofrecer no sólo lo ocurrido, sino también el testimonio que me llevó a comprender a ciencia cierta la generosidad sin límites de Cristo y su encendido amor hacia los hombres.
Una vez que hubo enmudecido el plateado clamor de las trompetas, el tiempo se detuvo, se rasgó el firmamento, allá por el Teleno, y vi cómo una llama descendía brillante y apagaba su luz en Rectivía.
Empujado por una fuerza irresistible, a través de un espacio sin límites concretos, fui llevado hasta allí en escasos segundos.
Un griterío inmenso confundía las calles que, entre vivas y hosannas, vestían sus calzadas con palmas atrevidas, pues hasta la cara del aclamado llegaban con sus dedos, con ramas de recio olivo y con laureles.
En medio de la fiesta, vegetal y sonora, iba el Señor en una borriquilla y ofrecía sonrisas a los niños vestidos de domingo que hasta sus manos pretendían saltar para tocarlas, bendecía a hombres y mujeres que le vitoreaban con sus gritos y, a hurtadillas, miraba complacido la palma bellamente entretejida, con una campanilla en lo más alto, que llevaba el obispo.
Y, en triunfo de reconocimientos y de amor, recorrió la ciudad cuyos vecinos le dedicaron los más hermosos cantos de alabanza:
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
Honra al Hijo de David
de Dios Padre el elegido
¡Palma y olivo!
Alfombremos su camino
de mantos, flores y ramas.
¡Olivo y palma!
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
Loor al Cristo enviado,
por los siglos de los siglos.
¡Gloria al Ungido!
Cantemos a aquél que, en nombre
de Dios viene a nuestra casa.
¡Hosanna, hosanna!
¡Palma y olivo!
¡Olivo y palma!
¡Gloria al Ungido!
¡Hosanna, hosanna!
![[Img #43017]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/2637_viacrucis-029.jpg)
Luego se hizo el silencio. Un escogido aroma invadió los rincones de la asombrada Astorga, meta de Dios entonces, en tanto que la noche comenzaba a imponer sus argumentos sobre las casas sometidas.
Y nuevamente vi cómo Jesús, acompañado de los doce, caminaba por las estrechas calles astorganas en busca del cenáculo, donde poder celebrar la pascua de la entrega y perpetuar con ella su presencia en el mundo. Junto a la catedral pasaron, a la izquierda el palacio, y, cruzando ambas plazas, llegaron a su eucarístico destino.
¡Atrio de San Bartolomé, recinto afortunado, que presenciaste el regalo más sublime que Dios hiciera al hombre, el de su propio ser que había de servirle de infinito alimento para siempre!
Sus divinas palabras se elevaron por encima de los negrillos que, a modo de alfaneque, cobijaban la sagrada cena: “Tomad mi cuerpo en este pan que os entrego y mi sangre en el vino de esta copa. Cuantas veces hagáis esto, hacedlo en memoria mía”.
Un estremecimiento sacudió mi conciencia ante la maravilla del misterio contemplado. La noche florecía y suaves voces cantaban en lo alto:
La noche derrota al sol
que agoniza entre estertores,
no con luces de colores
sino con pruebas de amor.
Es Dios que entrega su esencia,
ofrecida a los humanos
en sustento, que sus manos
transubstancian en presencia.
El cuerpo, miembros de trigo,
se vuelve nivea llanura,
como la inocencia pura
y más humilde que un niño.
La sangre, vid en racimos
destilando sus dulzores.
¡Qué divinos arreboles
en un cáliz contenidos!
Prodigio inmenso de amor:
bajo especies tan sencillas
se alberga la maravilla
del ser eterno de Dios.
![[Img #43021]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/8448_viacrucis-048.jpg)
Nadie osaba romper la magia del momento milagroso, ni los afortunados comensales, ni cuantos asistíamos al acto, bañadas las mejillas en lágrimas de dicha que hallaban cauce en ellas desde la plenitud de nuestros emocionados corazones.
De pronto, una azogada agitación recorrió la quietud de aquella escena. Unos cuchicheaban, otros dialogaban en voz alta, pero con tal revuelo, que era imposible captar sus comentarios. Entre ellos, perfectamente audible, se alzó una voz que dijo “¿Acaso seré yo?”, pregunta que produjo un mayor nerviosismo y provocó que Judas se retirara de la mesa y marchara con prisa hacia el Jardín.
Muy afectado, Cristo siguió con la mirada sus pasos que se perdieron en las sombras. Meditó unos minutos y, un poco más tranquilo, prometió a los discípulos (en realidad, a juzgar por sus gestos, a cuantos nos hallábamos presentes) ser para todos verdad, camino y vida; seguro mediador ante su Padre; buen Señor del amor y de la paz; amigo verdadero para siempre.
Lo había dado todo, casi todo, mejor. Le faltaba entregar su propia vida y a ello se dispuso. Se levantó despacio, con el semblante demudado, hízose acompañar por tres apóstoles y, postrado cabe los negrillos de la plaza, pidió al Padre que lo librara del tormento. Un ángel de mirada candorosa trataba de aliviarle en su congoja. No lejos, los elegidos dormían descuidados.
Voces que se escuchaban allá por San Francisco le hicieron ponerse en pie y dirigirse a los durmientes, y, como llega la muerte traicionera, veloz e inexorable, se presentó ante él la turba que tales gritos profería, a cuyo frente se encontraba Judas, barba poblada, mirada aviesa y túnica marrón que, con el beso más infame, entregó a aquel amigo que, poco antes, le regalado cuanto tenía y cuanto era.
![[Img #43019]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4116_viacrucis-100.jpg)
Entre varios le ataron y a empujones llevaron, sin que ninguno de quienes originaban el tumulto hiciera lo más mínimo por mitigar su flébil abandono.
No sé si tuve miedo, acaso sí, como sucede en muchas ocasiones en que los respetos humanos nos asustan, el caso es que, en vez de acompañar a Cristo en su aislamiento, permanecí en la plaza, envuelta en un sigilo que ni el fulgor de las estrellas se atrevía a quebrar.
Inquieto meditaba, sin comprender por qué razón se llevaba a la muerte a quien era la vida, cuando unos sollozos, imperceptibles, casi, vinieron a romper el cósmico silencio.
Caminé, compadecido por la profunda angustia que expresaban, al lugar de donde procedían, el interior del templo. Al lado del sagrario, cuya lámpara dormía en un mutismo reverente, se encontraba María Dolorosa, traspasado el pecho por los siete cuchillos. Sabía bien que su querido Hijo tenía que sufrir, sin que pudiera remediarlo, y lloraba por ello. Era tanto el dolor y la amargura que sus benditos ojos derramaban que no pude contener mi sentimiento y con ellos lloré. Mas, cuando quise aliviar su desamparo con algunas palabras, no tuve qué decir y, en mi torpeza, sólo la consolé suplicando consuelo:
Virgen, Madre Dolorosa,
Reina entre calas que ofreces
a quien te eleva sus preces
una mirada piadosa.
Amor en cauces vertido
siete, que en vez de dolores
haces que manen dulzores,
consuelo del afligido,
sigue alumbrando la senda,
desde la luz de tu nieve,
que hasta tu hijo nos lleve.
¡No nos dejes, Madre nuestra!
![[Img #43020]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9467_viacrucis-105.jpg)
La misma fuerza que, en principio me arrebatara, a fin de introducirme en el prodigio, me transportó esta vez hasta el pretorio, situado en un enorme espacio que al punto reconocí como la plaza de Santo Domingo en Puertarrey.
¡Desierto de llanto y pesadumbre, en cuyo frío suelo tuvo comienzo el drama infame a la vez que sublime y necesario!
Allí estaba Jesús, indefenso y perdido, zarandeado y humillado por quienes creían que era el Dios del Amor, pequeños hombrecillos de esplendores caducos, como algunos de ahora cuya importancia personal les viene dada por los cargos que ocupan y no por las virtudes que precisamente no atesoran.
En el ángulo izquierdo de la plaza, San Pedro, de rodillas, lloraba junto al gallo que le advirtiera su pecado, más allá, San Juan soñaba encuentros, no lejos, una mujer sencilla confeccionaba un paño con encajes y, en el centro, Pilatos mostraba al Salvador a todo el pueblo que, sediento de sangre, le exigía su muerte.
Y ésta siguió su curso. Dos verdugos de ojos saltones y cuerpos bufonescos le azotaron con saña calculada, colocando las bolas del azote, primero en los tobillos, luego en las pantorrillas, en los muslos y nalgas, en la espalda, para continuar más atrozmente por los pechos, el vientre, los testículos, las rodillas y las piernas.
Jamás había visto suplicio tan horrible ni mayor entereza ante tamaño sufrimiento Yo sabía que la flagelación era un castigo no aplicado por los romanos a los “Cives" sin límite de golpes, sino sólo a esclavos y extranjeros, y entonces entendí el porqué de aquel freno.
Apenas los flageladores concluyeron su obra, otros soldados arrastraron a Cristo, le sentaron en un banco. Entre risas y escarnios, dos de ellos le encasquetaron una corona entretejida con espinos y un tercero, canijo mequetrefe, le ofrecía una caña como cetro.
Se acercaba la cruz a la que habría de abrazarse y conseguir con ella que, por los siglos de los siglos, fuera nuestro camino para alcanzar la vida eterna. Sobre sus hombros la pusieron, enorme y grave, como pesados eran los pecados que con su leño habrían de pagarse, y caminó sumiso, Nazareno de estrellas, y derramó a su paso cuanto de soledad y desconsuelo, de amor y de ternura puede fluir del rostro más precioso. Astorga sobrecogida lo miraba y hasta las piedras de la Catedral se estremecieron, cuando pasó el Señor bajo sus torres y continuó por la calle de Leopoldo.
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En este punto debo detenerme, con permiso de ustedes, porque es tal la emoción, que las palabras se me pegan a la lengua, los ojos se me nublan y me cuesta trabajo seguir adelante en el relato. Y no crean mi angustia un simple recurso literario, sino la fiel necesidad de tomar fuerzas, a causa de la impresión que me produce rememorar lo sucedido.
Yo me hallaba a mitad de trayecto, frente a la casa del poeta, y veía venir al Nazareno envuelto en un silencio que sólo mancillaba el pesado retumbo del madero al rebotar en la calzada.
Un escozor punzante hervía en mis entrañas. Él cayó al suelo. Quise gritar, mas no me fue posible. Se levantó, siguió adelante. Compadecido lo observaba. Llegó a mí agotado,
se detuvo, levantó pausadamente la cabeza y posó sus pupilas en las mías con tristeza infinita:
A golpes de dolor y de ternura
camina el Nazareno, paso breve,
por la calle que alarga su angostura
a dos metros escasos de la nieve.
La noche se estremece, gime el viento
anudado en los árboles, suspiran
los virginales muros del convento,
llora la catedral de Cruz transida.
No hay más triste mirada que la suya
ni indefensión mayor, pues hasta el Padre
parece abandonarle en esta hora.
Mas, que está escrito, sabe, que así ocurra
y, temblando de amor, sueña la tarde
de su bendita muerte redentora.
![[Img #43022]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/4937_viacrucis-159.jpg)
Prosiguió su camino indispensable, pero sus ojos quedaron en mi alma a fuego cincelados para siempre.
Ya llegaba al Calvario situado en el Postigo, en San Andrés. Las gentes de este barrio salieron a su encuentro para desagraviar con la presencia los dolores de Cristo, mas un tumulto de gritos y blasfemias estorbó sus compasivas intenciones.
Secos golpes trizaron mis oídos de fieros martillazos que tronchaban las florecidas manos en un cruel intento de anular su largueza, luego los pies, como si pretendieran romper sus inquietudes. Y, clavado, elevaron a aquel Bendito Cristo, modelo de afligidos, ante el espanto, profundo e impotente, de cuantos contemplábamos la escena.
¡Oh varón de dolores, cuán serena tu boca en la amargura, qué pena contenida en el semblante, qué nobleza en tu cuerpo amoratado, en esos brazos santos que, a pesar de la tirantez de su postura, se abrían al amor y a la indulgencia!
Entonces Dios, con voz entrecortada, pronunció las palabras, siete como los dolores de la Virgen que a sus pies se encontraba, más tristes, generosas y profundas de cuantas se hayan dicho al filo de la muerte.
![[Img #43024]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/2727_viacrucis-168.jpg)
Gore Vidal. 'En directo desde el Gólgota (El Evangelio según Gore Vidal)'
…
-Ahora sé que fue correcta mi decisión de no retransmitir en directo ‘En directo del Gólgota’. Quedarán todos fuera cuando hagamos el montaje, si salen, y no estoy del todo seguro de que salgan los hologramas en el tipo de película que estamos utilizando.
Marvin Wasserstein subió a la colina.
-Hablando del rey de Roma... y el diablo asoma— murmuró Cutler Dos.
-¡Qué hay!- saludó Marvin cordialmente. —¿Qué os parece mi indumentaria de época?- señaló la túnica y las sandalias.
-Muy convincente-, dijo el señor Yamamoto a Marvin, que estaba la mar de impresionado.
-A pesar de la lealtad que profeso a la GE, he de confesarle que siempre he sentido gran admiración por su magnífico proceder en Gulf & Eastern. La sabiduría japonesa combinada con la ignorancia americana: he aquí la quintaesencia del consumismo.
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![[Img #43026]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/5720_viacrucis-248.jpg)
-Muy amable de su parte, señor Wasserstein, si no me equivoco. Yo también he seguido con interés su trayectoria en GE. Tal vez llegue el día en que podamos hacer algún negocio juntos- dijo, inescrutablemente oriental hasta las manicuradas puntas de sus dedos.
-¡Dios me ampare!- gruñó Cutler Dos. -Soy yo. Esta sombra maldita que siempre me persigue.
Cutler Uno nos saludó secamente. Luego se volvió a Marvin y dijo:
-Querría hablar con usted.
Chet me acompañó hasta la cima, donde estaba el equipo de filmación listo para el rodaje. Era un día bo¬chornoso. La lluvia empeoraba aún más la cosa. Había un alto índice de humedad.
El responsable de sonido enganchó un micrófono a mi toga y graduó el tono mientras yo contaba hasta diez.
-Suenas igual que el periodista Tom Brokaw- dijo el director.
-Lo sé- contesté. -Pero hoy todos suenan como él.
Chet se dirigió hacia María Magdalena, una mujer que había dejado atrás su primera juventud, pero que aún conservaba una apostura más bien llamativa. Mary Baker Eddy estaba doblando la oreja de la madre de Marvin, que parecía muerta de aburrimiento.
![[Img #43027]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/6222_viacrucis-236.jpg)
![[Img #43028]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/7357_viacrucis-271.jpg)
Marvin y Cutler Uno se habían apostado detrás de una hilera de matorrales, fuera del alcance de las cámaras. Las buscadoras de emociones comenzaban a mostrarse inquietas, todavía buscando sus emociones. Hice una breve introducción ante la cámara, muy al caso, explicando al espectador dónde estábamos y qué es lo que íbamos a presenciar. Di las gracias a la administra¬ción romana y al personal del Templo por su amable cooperación. También hice una pequeña presentación publicitaria de la compañía que había suministrado los clavos —que merecen máxima confianza- para la cruci¬fixión. A continuación anuncié:
-Y ahora una pequeña pausa. No se vayan ustedes.
-¡Es como si hubiera estado haciendo esto toda su vida!- dijo el director asombrado.
-Bueno, soy obispo- aclaré con modestia.
Justo detrás de las dos cruces, Cutler Dos y el señor Yamamoto estaban discutiendo con un grupo de entrometidos nipones vestidos con trajes japoneses pasa¬dos de moda. Muy bonitos, indudablemente, aunque fuera de lugar en la Palestina del siglo I. Pero tampoco hemos de olvidar que en Japón hay muchísimos buenos cristianos de ser cierto lo que dice La hora dominical del poder y la oración. Entre ellos había una mujer extraordinariamente hermosa que vestía un quimono color oro. Una actriz, sin duda. Portaba una máquina fotográfica, como todas las estrellas de cine, para fotografiar a la gente que las fotografía.
El señor alto era definitivamente Oral Roberts. Estaba ansioso por ser entrevistado, según pude observar, pero Chet lo llevó aparte para explicarle que sólo podíamos entrevistar a los nativos, normas de la cadena a las que no podían hacerse excepciones, ni siquiera en el caso de Shirley MacLaine o de Warren, a quien no se vio el pelo, después de todo.
![[Img #43030]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/203_viacrucis-222.jpg)
![[Img #43031]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9978_viacrucis-299.jpg)
![[Img #43033]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/781_viacrucis-321.jpg)
![[Img #43032]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/3582_viacrucis-366.jpg)
Durante la pausa, inmediatamente antes de mi primera entrevista con María Magdalena, mientras me estaban maquillando, apareció en escena el centurión Moronius acompañado de cuatro soldados. Me saludó con muy buenos modales.
—Su Excelencia el gobernador me ha pedido que os pida que identifiquéis para nosotros ...al verdadero Jesús.
Hice un gesto al maquillador para que desistiera. Acto seguido, tomé la decisión más importante de mi carrera desde la circuncisión.
-Os llevaré ante él.
Conduje a Moronius y a sus hombres hasta los arbustos, donde Jesús y Cutler Uno estaban escondidos.
-¡Traidor!- gritó Cutler Uno, mientras Marvin trataba de poner pies en polvorosa. Pero fue inmediatamente enganchado por los romanos.
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![[Img #43035]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/7774_viacrucis-417.jpg)
![[Img #43037]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/8828_viacrucis-475.jpg)
—¿Quién sois?— preguntó Moronius.
-Soy el que soy- dijo Marvin transformándose en el mesías ante nuestros propios ojos.
Yo me arrodillé y besé el borde de su túnica.
—Él es Cristo- dije.
-¡NO! Él es el Rey de los judíos- gritó Cutler Uno.
-Tú lo has dicho- dijo Jesús, consciente ahora de que su destino era su destino y de que su incursión al futuro con objeto de borrar la obra de Pablo y traer el Día del Juicio nuclear, sencillamente, no estaba prevista. Él había perdido. Nosotros habíamos ganado. El cristianismo y los residentes del año 2001 d.C. se habían salvado.






