Luis Miguel Suárez Martínez
Viernes, 19 de Julio de 2019

Canciones de 'Línea clara' de Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca, CANCIONES COMPLETAS. Edición crítica y prólogo de Carlos Iglesias Díez, Madrid, Reino de Cordelia, 2019, 177 pp.

 

 

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En su poema ‘La otra noche después de la movida’, de Cuaderno de vacaciones (2014), Luis Alberto de Cuenca evoca los tiempos, casi míticos, de la movida madrileña y su colaboración como letrista con Javier Gurruchaga, al que había conocido a través de su amigo Fernando González. Allí mismo confiesa que la experiencia resultó sin duda enriquecedora tanto vital como estéticamente: «…el rock hizo que un tipo / como yo —un helenista podrido de saberes / pretéritos— abriera las puertas del futuro, / dejase a un lado sus libros y sus tebeos, se asomara a la calle…» (p. 92). Esa brisa de la calle sería la que a partir de entonces soplaría en sus versos ya decantados hacia una ‘línea clara’. La colaboración con el líder de ‘La orquesta Mondragón’ se extendió durante más de una década y se traduciría en treinta y ocho canciones repartidas en seis álbumes.  

 

Años después, Gabriel Sopeña propondría al cantante José María Sanz, ‘Loquillo’, cantar algunos poemas de Luis Alberto de Cuenca. Aunque ya en 1998 se incluyó uno de ellos —‘Cuando pienso en los viejos amigos’— en el disco Con Elegancia—, el proyecto, diferido por razones diversas, no culminará hasta Su nombre era el de todas las mujeres (2011). Allí se incluían diez canciones, aunque la última, que daba título al álbum, fundía, en realidad, tres poemas. Por otro lado, unos años antes, había escrito una letra original —‘Balmoral2’— para el cantante.

 

De Cuenca, recogió por primera vez veinte de las letras escritas para Javier Gurruchaga en Canciones (Ediciones del Círculo, 2005). Un decenio después, veía la luz un volumen titulado Todas las canciones (Visor, 2014). A pesar del título, no se trataba, en este caso, de una recopilación completa, pues se reproducían tan solo las veinte que habían aparecido en Canciones. Del mismo modo, tampoco, el rótulo ‘canciones’ resultaba, en realidad, apropiado, ya que se añadían los poemas del autor musicados por Gabriel Sopeña (con algunas colaboraciones como la de Jaime Stinus), entre ellos los del disco Su nombre era el de todas las mujeres.

 

Ahora el poeta y filólogo ovetense Carlos Iglesias Díez ha reunido todas las letras de Luis Alberto de Cuenca —treinta ocho escritas para Gurruchaga y La orquesta Mondragón, y una, para Loquillo— en Canciones (completas (1980-2008). El volumen, editado con la pulcritud habitual del sello Reino de Cordelia, incluye un prólogo, en el que, con rigor y precisión, se repasa la colaboración del autor con ambos cantantes y se examinan textos y discografía. Igualmente, se analizan las indudables conexiones entre las letras y los versos del propio De Cuenca, o se apuntan, en el caso de Loquillo, tanto sus afinidades espirituales y estéticas con el poeta como la impronta de este en sus canciones (pp. 40-47).

 

En cuanto a los textos, los que no conozcan su faceta de letrista de La orquesta Mondragón, descubrirán la pluma de nuestro autor tras temas tan emblemáticos como ‘Caperucita feroz’ —quizás el más conocido de todos—, ‘Viaje con nosotros’, ‘Garras humanas’ —«la canción que mejor ha superado el paso del tiempo», según Carlos Iglesias (p. 26)—, ‘Champú rojo’, etc. Los seguidores de la banda donostiarra reconocerán enseguida algunos cambios en el texto. Y es que De Cuenca, como suele hacer con sus versos, ha introducido algunas correcciones, si bien ni muy numerosas ni muy significativas, salvo en ‘Rita’ (pp. 151-152), que se rescribe por completo. En todos los casos, se ofrece la última versión del autor, y en un apéndice (pp. 173-177) se recogen todas las variantes introducidas.

 

No cabe duda de que estas canciones, escritas en su mayoría durante la década de los ochenta, guardan una estrecha relación con el mundo poético de La caja de plata (1985) y El otro sueño (1987). Quizás ningún ejemplo sea tan claro como la canción ‘Bubble, bubble’, tan cercana a la ‘Serie negra’ de La caja de plata. Pero también conviene constatar sus diferencias. En los últimos tiempos, los galardones literarios otorgados a algunos cantantes —y el caso de Bob Dylan es sin duda el más paradigmático— parecen querer acentuar el vínculo —cuando no la identidad— entre poesía y música. Y, en efecto, son innegables las cualidades líricas de las letras de algunos cantantes (y en otros casos el sentido musical de algunos poetas). Con todo, quedan igualmente claras sus diferencias: música y poesía tienen su lenguaje y su ritmo particulares, y sobre todo su propia génesis, como las letras del propio De Cuenca muestran. Por eso el editor, con buen criterio, ha optado por no incluir en el volumen, por ejemplo, los poemas cantados por Loquillo.

 

Así pues, esta cuidada edición crítica reúne por primera vez las canciones del poeta; unas canciones en las que brilla, entre otras cualidades, el humor disparatado, ingenioso y culto.  

 

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