Texto: Luis Artigue. Foto: Gonzalo Hervás
Domingo, 28 de Julio de 2019

Tres poemas: Luis Artigue / Fotografía: Gonzalo Hervás

 

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EL JAZZ ESTRIDENTE COMO SIGNIFICANTE POLÍTICO Y COMO METÁFORA DE LUCHA CONTRA LA PÉRDIDA DE SOBERANÍA SOMÁTICA

 

Sembrando algo en la memoria, que es el centro de mi ser,

su cuerpo sentado para siempre

me recuerda a una fábrica ya abandonada 

por cuyos cristales que rompí de niño

se escapa aún ahora una historia oscura, virulenta, gótica,

la voz enunciativa del dolor sin drama.

Pero está lo que late, la personalidad, la dignidad, la clase,

el don integrador de la aceptación

(que, como la rebeldía,

opera en el dominio de la producción política),

la amistad con protocolos de expresión emocional,

esa espuma impropia de la conversación cómplice

robada dulcemente a los vasos de cerveza

y la sonrisa (casi paradoja del ciclo de la vida)

en el rostro con firma de alguien irrepetible

que sabe aunque olvida

que nada hay más cruento que la noria de la suerte…

 

Sí, he conocido a héroes;

gente confinada en sillas de ruedas

avanzando por la vieja carretera comarcal

que conduce a uno mismo

extenuados y brillando tras resumir el día

en su épica lucha por la normalidad:

aprender a vivir de otra manera

sin esos nudos mentales que cuesta desatar

es como una oscuridad

teñida hermosamente

de rojo por el fuego.

 

Eso, audacia con brújula,

héroes rodando

igual que ovillos de lana;

gente entronizada que me grita en sueños

que el presente es hoy, y que en lo ordinario

está la felicidad, que todo se rompe, que todo se lucha,

que algunos instantes valen la existencia

porque lo infinito brilla en cada instante.

 

Héroes con aura de luz de neón

semejantes a una sonoridad armónicamente disidente

en la que lo perfecto se desdibuja, y cuyo ejemplo

recarga mi aprecio por la vida. Avisos. Consignas.

Revisión de lo humano… ¡La fuerza de lo lírico!

 

Héroes confirmando

que existe una quietud llena de ritmo.

 

 

 

LA POESÍA NO ES UNA TÉCNICA DE PRODUCIÓN DE SUSTANCIA EMOCIONAL SINO  GASOLINA DE AVENTURA Y LADRILLOS CON LOS QUE HACER BARRICADAS DE SENTIDO

           

En Oporto

existe un promontorio

desde el que abarcar el mundo

cuando la emoción demanda

nuestra comparecencia.

 

Hay un lugar

parecido al instante

en el que dije a la poesía

me casaré contigo.                                                                          

 

Y un día renové el ámbito

de mi percepción allí, entre la vida

más allá del distrito

de las casas nuevas,

las tiendas de pianos relucientes,

los cafés, las bodegas

y aquel puente nervioso

y exacto de Gustave Eiffel.

 

Por los siglos

de los siglos y los sueños

me casaré contigo,

palabra ingrávida,

mujer morena, eco

de toda dignidad

preestablecida.

 

Contigo en la salud,

la enfermedad,

el beso obrero en armas

frente al determinismo social,

pero anexo al vino dulce.

Cuidad mirando al río.

 

Desde el andén fluvial

y casi como un modo

de repensar lo irracional

me embargó la tristeza

de mi primer poema

en Oporto.

 

Un nudo de autopista

en el cuello

y sol diluíble en gris.

 

Extiende la mirada

sobre el lecho nupcial

del horizonte amante.

 

Contigo, corazón

de manzana;

palabra abierta

a lo múltiple.

 

Sí, intercambiemos

huellas dactilares

en la hoguera

de la noche

de nuestro desposorio.

 

Oporto.

Luz de Elena:

la radiografía

del alba.

Partituras de fados

dentro de una maleta

y el viento

lento. El viento.

El primer beso en el centro

de la mujer de nadie.

Este poema   

escrito con letra de borracho

en el reverso de un mapa

para saber de dónde vengo

además

de saber ir.

 

Al infinito

nos llevan de la mano

la mirada, la ciudad,

y este poema

con el que nos atrevemos a casarnos

mediante ese sagrado para siempre

de la página impresa…

 

Por el poder

que me confiere

la naturaleza

yo os declaro unidos

como dos siameses

con las almas adheridas.

 

 

 

CANCIÓN DE CUNA PARA ADULTOS AL LÍMITE

                                        A mi hermano César.

 

Voy a dejarte escrito este poema     

antes de que se enfríe; que te enfríes.                                           

 

Hace viento (dentro de mí, no dentro

de este recinto blanco como un escalofrío

pero a su vez exento de la sobredosis

de imágenes no efectistas que caracterizan el film

de la vida diaria), y a estas horas ya todo

bien parece una plegaria desesperada y limítrofe

frente al estupor y el enigma devenidos del sueño

no elegido, pero, ¿qué podemos perder?

 

Mamá ha llorado a mares (ya sé que el llanto es su acto

de emancipación emocional y hasta cognitiva,

pero a mí me conmueve y me remueve)

aunque tal vez podamos recoger lo derramado

cuando vuelvas. Sí, tal vez.

           

Hoy le he hablado de ti a una loca niña jazz

de pelo equivocado y desaliño bachiller

a la que yo amo un cuarenta y dos por ciento más

que su novio: le he dicho algunas cosas

iconoclastas o reactivadoras recién salidas todas

de mi conciencia herida puesta en juego,

pero las prácticas de resistencia verbal a la normalización

como discurso organizador de la rabia social

no están de moda… Venga, vuelve

que es demasiado pronto.                                           

Da otro sorbo

de aire como quien pide otra copa:

gin con labios cremosos

y no hace falta hielo; ya me entiendes.

 

Sé que insiste el infierno

pero no estarás sólo.

           

¿Sabes? Te escribo raudo

en esta habitación color memoria

que tú mismo pintaste hace algún tiempo.

Ahora miro mis manos

y me río de los libros.

 

En otro tiempo yo como naturalizando el delirio

te leía historias fantásticas

sobre buques fantasma o amores mitológicos

que parecían conformar de modo único

nuestro bagaje autodocumental,

pero hoy de qué te sirve el sudor de la tinta

en la cárcel del sueño.

 

El médico nos habla de tiempos de gangrena

y el paro me da igual desde que no respiras.

 

Hace varias semanas crujientes que ese lecho

te sabe de memoria. ¡Yo protesto!

 

La rebeldía no cura pero ahora

qué podemos perder.

 

Papá dice que voy muy poco a verte

pero ese box de urgencias huele igual que La Antártida

y desde ahí yo miro al mar

con empatía.

 

Aún soy mayor que tú

y conozco los nombres

de todas tus heridas

(al pegar mi oído en tierra

mido tus taquicardias).

 

Vuelve, que el dolor no habla,

y si no estás de acuerdo

vuelve y lo discutimos.

 

Ven sonámbulo,

gritándole a la vida

hasta quedarte ciego, desprendido,

con marcas de ataduras en la mente

de tanto estar gastado de vagar.

 

Vuelve sin equipaje o rumbo. En tren. A nado.

Guiado por sirenas y el goteo del suero. Deslizándote...

 

¡Como tú quieras vuelve!

 

Guardo para ese instante algunas lunas llenas

dentro de tu petaca de plata, y un abrazo

ansioso y de juguete; de mentira.

Lo escribió Jeannete Winterson: “te quiero

siempre es una cita”.

 

Por no hacerle reproches a esta casa de nieve

ahora que los letreros de la noche están locos

voy a dejarte escrito este poema                                                  

en tu almohada materna

antes de que te enfríes;

que se enfríe.

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