Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 02 de Noviembre de 2019

El otoño y su nostalgia

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Acudo a la poesía para suavizar este otoño tan afanoso, ambicioso, intranquilo, mentiroso, anhelante, deseoso, vehemente, excitado, jadeante, fatigoso, exhausto, enervado, gastado, hastiado y colmado de  mediocridades villanescas. Un poco de aire limpio, por favor.

 

El otoño y su nostalgia.

 

Te esperaba este otoño

para compartir

el latido de la tierra, pero

las libélulas, cansadas

de sobrevolar el estanque,

se han dejado morir

en la hierba.

Los espinos han confiado

sus aljófares a la tierra.

Los chopos exhiben todavía

su corona de oro.

El fuego de la parra

ya se extinguió.

 

Acaban de pasar los santos

y los difuntos pero el sol

es de renacimiento, el aire

limpio, el cielo celeste

y el olor ocre. Castaños,

nogales y avellanos

ya han obsequiado

sus frutos.

Las caléndulas en su humildad

son el regocijo de la pradera.

La alfombra del camino

sigue espesándose a medida que

la arboleda se desnuda.

 

No has llegado

y

mi mirada se abandona

en los silenciosos brillos

                                       del deseo.

 

Un sonido de hojas

de lluvia somnoliento

y

de cuando en cuando

                                un golpe seco,

blanco amarillento,

de manzana que cae

en su madurez

                    al suelo

 

 

El otoño presagiaba primavera

                              pero llegó el invierno.

La melodía doliente de las hojas

bajo un caminar adolescente

abrumó de languidez la luz bruñida.

¡Qué lejos la balada de ayer!

¡Qué cercano el frío!

 

O témpora, o mores

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