Roberto Prada Gallego
Sábado, 22 de Febrero de 2020

La isla de las tentaciones

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Sí, he visto La isla de las tentaciones como millones de españoles han votado a Pedro Sánchez: sabiendo que estaba mal pero por las risas. Y, ojo, siendo consciente en todo momento. No como esos dignos que luego van diciendo por ahí que no tuvieron más remedio que verlo porque es lo que quería su pareja o que el mando se quedó sin pila y no pudieron cambiar de canal. Excusas hay muchas, pero entre tanta serie de culto y tanto libro grave se agradecen este tipo de infamias.

 

El formato que emite Mediaset es simple: cinco parejas van a una isla para poner a prueba su amor y allí los separan. Los chicos van a un complejo con diferentes solteras y ellas van a otro con un grupo de solteros.  Hubo quien mordió la manzana antes de que Mónica Naranjo, la presentadora, dijera que había un árbol y que no se les ocurriera tocarlo.

 

Fani y Christofer llevaban siete años juntos y habían entrado al programa para arreglar los celos de ella. Christofer de buen tono recordaba a cámara lo posesiva que era mientras Fani, por su parte, admitía que era algo que tenía que cambiar. Prueba superadísima. A los tres días Fani no se acordaba de Christofer porque estaba entregada a Rúben. Christofer lloriqueaba en su habitación y se fustigaba cuestionándo cómo era posible aquello y cómo se podían tirar siete años a la basura por unos días en la isla. Al final, Rubén decidió que Fani estaba mejor con Christofer y como Fani y Christofer se tenían tan poca estima acabaron juntos de nuevo. En la actualidad Christofer se gasta la pasta enviando mensajes desde casa a un número de teléfono para hacer ganadora de Supervivientes (otro programa) a Fani.

 

Otra pareja son Ismael y Andrea. Hace dos años, en First Dates (otro programa) decidieron que estaban hechos el uno para el otro y se fueron a vivir juntos. En este par el celoso era Ismael, quien debía estar con la mosca detrás de oreja cuando Andrea salía de fiesta con sus amigas. Digamos que sospechaba. Y todavía no sabemos la razón. En el programa solo vimos que Andrea comenzó muy modosita, incluso interponiendo el dedo entre sus labios y los de otro soltero, Óscar, para darse tímidos besos. Luego creyó ver en Óscar una vaca y lo trató como tal. Y luego resulto que Óscar era un toro y también le gustó, tanto que salieron juntos de la mano.

 

Gonzalo y Susana es el dúo más complicado. Se conocieron en Gran Hermano (otro programa) y andaban enamoriscados desde hacía seis años. La soltera, Katerina, es una chica espectacular y Gonzalo pensó que, si daba celos a Susana con ella, Susana le querría más. Lo que no conocía Gonzalo es que nuestras novias ya saben de sobra qué chicas están fuera de nuestro alcance. Para cuando terminó el programa a Gonzalo le ocurrió lo mismo que a mí: caer en la cuenta de que Susana estaba infinitamente más buena que Katerina. Una lástima que el único de los chicos que entraron con novia y no habían sollozado durante el programa tuviera que hacerlo al finalizar el mismo; Susana decidió irse sola.

 

Jose y Adelina eran los mayores y se notaba. Hacían cosas de mayores: ella se tiró a la piscina con ropa interior y él dibujó un mensajito cursi en la playa. Él la pidió matrimonio y ella aceptó. Ojalá sean muy felices.

 

Alex y Fiama, a diferencia de Jose y Adelina, entraron en la isla con planes de boda. Sumaban seis meses juntos de los cuales cinco los pasaron peleándose, pero más allá de esas rencillas se querían mucho. Alex es un tipo peculiar y dependiente. Sobre todo dependiente. Antes de ver las imágenes de cómo se lo pasaba su novia con el soltero se autoconvencía para que todos viéramos que había madurado, no era celoso y cuánto confiaba en su novia. Para cuando Mónica apretaba el play Alex ya estaba derrumbado en el suelo, tapándose la cara con las manos y mascullando frases ininteligibles, como un jugador cualquiera del Barcelona.

 

Viendo este programa mucho no se puede sacar en claro, más allá de recordar aquello de Montaigne de “a veces me presto, pero nunca me doy” y de tener presente, y esto es algo que habrá aprendido José y Adelina, los únicos que siguen juntos, que la aventura está bien de vez en cuando pero que la comodidad se agradece casi siempre.

 

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