La coronografía
![[Img #48849]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2020/2095__aidan-dsc0016.jpg)
Perdonad, no sé mucho sobre la historia de la masturbación y muchísimo menos sobre el mismo tema entre mis correligionarias y, muy a menudo más humanas, las mujeres. No es un tema que salga mucho en la radio, así que no voy a hablar ni de pajas mentales ni mucho menos de pornografía, sino del nuevo virus de la época: la coronografía.
Estos días de andar por casa (je de lo rejeje) me veo abrumado con la cantidad de creatividad que está saliendo del armario. Los consejos, los antibulos (que a menudo son tan sólo nuevos bulos), los memes, los blogs, los trucos, las recetas, los ejercicios (¿El abdominal es nuevo?), los pasatiempos, los mensajes de WhatsApp no graciosos EN ABSOLUTO, las canciones desde el balcón, los conciertos tipo Zoom y, sobre todo, los artículos de mi querida prensa. Y con algunas cosas interesantes también (incluso dentro del conjunto que acabo de glosar).
He seleccionado unos ejemplos para que el lector se ría un poco, y aviso de que en esta columna no se trata de mala leche, sorna o desdén: la diarrea literaria no es síntoma de la coronografía, sino de un indicio de pánico colectivo inducido por no entender el uso adecuado del bidet: no señor, no es para poner los calcetines y los garbanzos a remojo, es para enfriar el cava. Y, de todos modos, ¿no tienes unos números viejos del Marca debajo de los cojines del sofá?
Buenas noticias: la coronografía no conoce fronteras (ni catalanas, Martínez), lenguas, climas, sistemas políticos, estamentos sociales, niveles de estudios, poderes adquisitivos, tipos de champú. Y… (redoble de tambor comprado en Amazon por no saber cómo pasar la tarde) NO CAUSA VÍCTIMAS MORTALES. Solo achaques anímicos. No tiene nada que ver con la vida real AHÍ FUERA:
AHÍ FUERA: Nadie es ni más vulnerable ni menos, salvo los necios narcisistas, que son peligrosos: ni siquiera voy a tomarme la molestia de buscar el nombre de ese pavo de Bielorrusia. (Fin de párrafo valiente que se ha colado aquí procedente del mundo real más allá de las cortinas y la coronografía).
¡Las tonterías que he visto (“sufrido”) desde Los Ángeles a Lleida y desde Osuna a Osaka! Y me pregunto, ¿qué querrán leer los profesionales de la salud publica y los miles de trabajadores/as que están manteniendo los servicios esenciales para que el público pueda quejarse en paz detrás de sus persianas, cuando tengan la oportunidad de descansar después de dormir? Ellos se merecen ser protegidos de la coronografía o por lo menos gozar del derecho de escupir en las caras de los quejicas que se arropan con su miseria egoísta y ciega. Suena cruel y vulgar: lo siento. Pero es sencillamente una metáfora: escupir nunca (ahora, un pañuelo de vinagre para Trump… no lo descarto).
Por lo tanto, y de cara a la admiración y respeto que debemos mostrar a los fuertes de verdad y pensándolo bien, sólo voy a ofrecer dos ejemplos para no agobiar al personal.
A) Estado de alerta, día 67.859.565.
Hoy hemos decidido hacer brownies con los cordones viejos de los sneakers abandonados de mi perro Arcadio. Lo he sacado a pasear temprano por la mañana, pero ha rechazado la mascarilla que le habíamos confeccionado con los tangas Loewe de mi suegro. Le he reñido y nos ha dicho un joven militar con un tatuaje de Alaska, (creo que era el país y no la cantante: se lo preguntaré a Álvaro – es que le he hecho una foto con mi i-Phone New Generation XJ5) que sólo puede hacer sus necesidades sin ladrar en euskera. Mi profesor de tango, un porteño que se llama Carlos Corralitos, me ha escrito desde la Baja Sajonia, Alemania. Van a grabar una película sobre el jabón que usaba Ana Frank. Me han salido bien los brownies, a pesar de la pésima calidad de la mantequilla que he comprado a un vecino de Villadangos, que ya sólo come guantes no esterilizados.
(De un artículo de La Voz de Urbanización Aburrida, 19/03/20)
B) Trucos para estar en casa con niños de 27 años.
(En algunos casos será indispensable tenerlos atados antes de empezar).
Cantarles tonadas y prometerles parar de manera progresiva, si los chicos las transcriben nota por nota en partituras hechas con masa de pizza y cerillas usadas. (Nivel de solfeo: de risa).
Mojar su tabaco y cobrar (transferencia bancaria por móvil) el uso del microondas.
Hacerles escribir con la boca, un palillo y un platillo de mostaza, una ponencia sobre el abuso del alcohol en las trincheras de Flandes en la Primera Guerra Mundial, mientras tú te bebes una caja de Mahou.
(Del blog del transgénero jubilado irlandés Men O’Pausia, entrada de ayer)
…
Coña (o mal gusto) aparte, entiendo la coronografía. Somos así. Pero con profilácticos, por favor. Que el miedo no engendre aún más banalidad. Yo me incluyo. Saludos y #quédatecabal.
![[Img #48849]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2020/2095__aidan-dsc0016.jpg)
Perdonad, no sé mucho sobre la historia de la masturbación y muchísimo menos sobre el mismo tema entre mis correligionarias y, muy a menudo más humanas, las mujeres. No es un tema que salga mucho en la radio, así que no voy a hablar ni de pajas mentales ni mucho menos de pornografía, sino del nuevo virus de la época: la coronografía.
Estos días de andar por casa (je de lo rejeje) me veo abrumado con la cantidad de creatividad que está saliendo del armario. Los consejos, los antibulos (que a menudo son tan sólo nuevos bulos), los memes, los blogs, los trucos, las recetas, los ejercicios (¿El abdominal es nuevo?), los pasatiempos, los mensajes de WhatsApp no graciosos EN ABSOLUTO, las canciones desde el balcón, los conciertos tipo Zoom y, sobre todo, los artículos de mi querida prensa. Y con algunas cosas interesantes también (incluso dentro del conjunto que acabo de glosar).
He seleccionado unos ejemplos para que el lector se ría un poco, y aviso de que en esta columna no se trata de mala leche, sorna o desdén: la diarrea literaria no es síntoma de la coronografía, sino de un indicio de pánico colectivo inducido por no entender el uso adecuado del bidet: no señor, no es para poner los calcetines y los garbanzos a remojo, es para enfriar el cava. Y, de todos modos, ¿no tienes unos números viejos del Marca debajo de los cojines del sofá?
Buenas noticias: la coronografía no conoce fronteras (ni catalanas, Martínez), lenguas, climas, sistemas políticos, estamentos sociales, niveles de estudios, poderes adquisitivos, tipos de champú. Y… (redoble de tambor comprado en Amazon por no saber cómo pasar la tarde) NO CAUSA VÍCTIMAS MORTALES. Solo achaques anímicos. No tiene nada que ver con la vida real AHÍ FUERA:
AHÍ FUERA: Nadie es ni más vulnerable ni menos, salvo los necios narcisistas, que son peligrosos: ni siquiera voy a tomarme la molestia de buscar el nombre de ese pavo de Bielorrusia. (Fin de párrafo valiente que se ha colado aquí procedente del mundo real más allá de las cortinas y la coronografía).
¡Las tonterías que he visto (“sufrido”) desde Los Ángeles a Lleida y desde Osuna a Osaka! Y me pregunto, ¿qué querrán leer los profesionales de la salud publica y los miles de trabajadores/as que están manteniendo los servicios esenciales para que el público pueda quejarse en paz detrás de sus persianas, cuando tengan la oportunidad de descansar después de dormir? Ellos se merecen ser protegidos de la coronografía o por lo menos gozar del derecho de escupir en las caras de los quejicas que se arropan con su miseria egoísta y ciega. Suena cruel y vulgar: lo siento. Pero es sencillamente una metáfora: escupir nunca (ahora, un pañuelo de vinagre para Trump… no lo descarto).
Por lo tanto, y de cara a la admiración y respeto que debemos mostrar a los fuertes de verdad y pensándolo bien, sólo voy a ofrecer dos ejemplos para no agobiar al personal.
A) Estado de alerta, día 67.859.565.
Hoy hemos decidido hacer brownies con los cordones viejos de los sneakers abandonados de mi perro Arcadio. Lo he sacado a pasear temprano por la mañana, pero ha rechazado la mascarilla que le habíamos confeccionado con los tangas Loewe de mi suegro. Le he reñido y nos ha dicho un joven militar con un tatuaje de Alaska, (creo que era el país y no la cantante: se lo preguntaré a Álvaro – es que le he hecho una foto con mi i-Phone New Generation XJ5) que sólo puede hacer sus necesidades sin ladrar en euskera. Mi profesor de tango, un porteño que se llama Carlos Corralitos, me ha escrito desde la Baja Sajonia, Alemania. Van a grabar una película sobre el jabón que usaba Ana Frank. Me han salido bien los brownies, a pesar de la pésima calidad de la mantequilla que he comprado a un vecino de Villadangos, que ya sólo come guantes no esterilizados.
(De un artículo de La Voz de Urbanización Aburrida, 19/03/20)
B) Trucos para estar en casa con niños de 27 años.
(En algunos casos será indispensable tenerlos atados antes de empezar).
Cantarles tonadas y prometerles parar de manera progresiva, si los chicos las transcriben nota por nota en partituras hechas con masa de pizza y cerillas usadas. (Nivel de solfeo: de risa).
Mojar su tabaco y cobrar (transferencia bancaria por móvil) el uso del microondas.
Hacerles escribir con la boca, un palillo y un platillo de mostaza, una ponencia sobre el abuso del alcohol en las trincheras de Flandes en la Primera Guerra Mundial, mientras tú te bebes una caja de Mahou.
(Del blog del transgénero jubilado irlandés Men O’Pausia, entrada de ayer)
…
Coña (o mal gusto) aparte, entiendo la coronografía. Somos así. Pero con profilácticos, por favor. Que el miedo no engendre aún más banalidad. Yo me incluyo. Saludos y #quédatecabal.






