Tomás-Néstor Martínez Álvarez
Domingo, 05 de Abril de 2020

Una carrera desde ‘Los campos de la muerte’ a la olimpiada: Nary Ly

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Costumbre antigua y romántica es enviar o lanzar mensajes al mar, tranquilo o agitado, sin espera de respuesta envasados y embotellados en cristal -tal vez, ahora, en otro tipo de envoltorios-. ¡Y… que las corrientes marinas o mareantes olas adversas los repartan sin echar mano del servicio postal de Correos!
 
     
Recorrer con frecuencia las costas es inimaginable. Miles de mensajes marearán en busca de destinatario. Sin embargo, apareció no mucho ha un cómplice y amigo de tiempos, el viento. De cuando en cuando me sorprende con algún mensaje, aéreo o ventoso, gritón o mudo; siempre, inesperado. Y así sucedió días pasados. Entre tanto remolino y agitación encuentro un puñado de hojas, ninguna en blanco, en el patio donde buscan refugio otras hojas, las de otoño. 
 
 
Mi infancia en Camboya está marcada a fuego y dolor en mi memoria.  -Y continúo leyendo-.  El régimen de los Jemeres Rojos se adueñó del poder para crear, decían, el hombre nuevo. Prohibido. Prohibido. Prohibido. Soñadores, poetas, intelectuales, campesinos… todos, por mandato de aquellos descerebrados, teníamos que pensar, sentir y amar como y cuando ellos decidieran. Aunque lo intentaron, fueron incapaces de ocultar el sol…
 
     
Continué la lectura de aquellas veinte hojas hasta la última. El relato daba saltos en el tiempo; pasaba de la infancia a casi ya la madurez. Y contaba anécdotas de Francia como si hubiera estado allí viviendo, -no me cabe duda de que así fue-. Y de pronto es ya atleta con aspiraciones olímpicas. Finaliza, ¡oh, sorpresa!, contando cómo llegó a León, donde reside habitualmente.
 
     
Terminada la lectura de aquel fragmento -aún proseguía el relato-, intento rellenar los saltos y huecos temporales de las páginas recibidas, a sabiendas de que me quedaré corto. Tras ellas, sin duda, se esconde una experiencia vital capaz de sobrecoger al más renuente. Imagino esa vida, o de muchas vidas en una, como una carrera de obstáculo tras obstáculo con metas y cimas finalmente alcanzadas. Todo un reto y ejemplo de superación para cuantos, desde la comodidad e indolencia del Primer Mundo, lo han tenido todo a mano y sin esfuerzo.   
 
 
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Transcurrieron muchos años hasta que pude volver al que era mi país, Camboya. Quería hacer algo, no sabía muy bien qué, trabajar y ayudar, poner mi granito de arena para recuperar el tiempo perdido. Tras el paso devastador del régimen jemer el atraso general era evidente. Me decidí, aun con dificultades, y algo, muy poco creo, conseguí. Había logrado años antes, tras innumerables dificultades, reencontrarme en un tercer país con mi madre, enferma, con mis hermanos, con gran parte de la  familia. Decir que fueron momentos emocionantes se queda corto. Dudaba, a veces, de mí misma y me preguntaba si  me verían como extranjera, como extraña…
        
       
Indagué quién sería Nary Ly. En la última página aparecía ese nombre. ¿Real o pseudónimo? No sería muy complicado hallar una camboyana en León o alrededores. Dar con la dueña de esa vida y poder charlar con ella se convirtió en objetivo. Y así fue.
 
           
Quedé impresionado al escuchar con qué fuerza y entusiasmo hablaba de la vida, de una vida que no había sido especialmente generosa con ella; desde niña, todo lo tuvo en contra. Me atrevo a presentarla como mujer-junco y, para ello, echo mano del poeta guadalupeño Daniel Maximin. Mujer que encara y resiste, como el junco, los vendavales, contratiempos y avatares de la vida sin quebrarse, sin ceder, firme en sus principios.
 
           
Se sorprendió y reconoció que, efectivamente, había echado en falta unas hojas del relato que preparaba, ¿una autobiografía?, pero supuso que se trataba de simple extravío; ya aparecerían y regresarían a su lugar. Alargamos la charla aquella tarde y otras más. 
 
 
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Nary Ly tiene gran personalidad, cree en el ser humano, la solidaridad la vive como principio irrenunciable. Su vida es la reunión de muchas vidas. Ha sobrevivido y superado tantas adversidades que sabe resistir hasta el éxito.
 
           
No me cabe duda de que, sin tardanza, saldrá a la luz un relato amplio o autobiografía; ahí, asombrados, podremos comprobar quién es una mujer-junco: lucha y superación, sin rendirse.     
 
                                                                                             
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