Tomás Valle Villalibre
Sábado, 02 de Mayo de 2020

Contrastes de blanco y negro

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Sería una pretensión inalcanzable por mi parte, tratar de enumerar la mayoría de los casos de incoherencia que podemos encontrarnos en nuestro entorno, siéndolo más si cabe, pretenderlo en esferas gubernamentales o en los satélites que orbitan su entorno. Un fenómeno éste, que para desgracia colectiva, viene siendo cada vez más un tema muy socorrido, basado en medias verdades, grandes mentiras y espectaculares falacias, que como todo apunta, ha llevado a nuestro país a una situación catastrófica; que supondrá una grave pérdida para toda la población.

 

Yo no soy partidario de que nada se oculte, al contrario, pienso que se debe denunciar todo tipo de corrupción o incompetencia política a la hora de afrontar situaciones tan serias e importantes como la que estamos viviendo en este momento con la pandemia del Coronavirus, donde no estamos hablando precisamente de la reproducción de la gallina, sino de miles de muertos. Está claro que ahora saldrán panfleteros en tropel, intentando  descalificar y ejercer una censura genuina e intolerante, pretendiendo que no se escuchen opiniones distintas a las que transmiten desde sus atalayas los voceros de sus partidos o del propio Gobierno.

 

Personas rígidas con ideas sobrevaloradas y con estilos de pensamiento tendentes a reducir informaciones complejas a elementos tan simples como adherirse a una idea inquebrantable, sin apenas tolerancia al cambio y una visión unilateral de la realidad. Gente con ideología cerrada y creencias invariables, fáciles de apesebrar.

 

Fanáticos que son capaces de hacer juicios categóricos y absolutistas sobre el todo o nada, lo bueno o lo malo, lo perfecto o lo inútil, sin tener en cuenta otros  matices. Solo son capaces de moverse en un mundo de contrastes de blanco y negro, de un extremo al otro. De hipervalorar lo suyo y despreciar lo ajeno. Personajes que necesitan de un enemigo externo, al que puedan culpar de sus frustraciones y les facilite desde una creencia victimista, la entrada en  el endogrupo donde poder compartir valores y cultivar la semilla del resentimiento.

 

Por eso el rebaño reacciona en defensa de sus pastores cuando escuchan opiniones, incluso de la izquierda decente, que cuestionan las cifras oficiales de muertos y afectados por esta pandemia, que ellos intentan blanquear respaldando, defendiendo y siendo partícipes de la incoherencia de un totalitarismo tóxico como el que representa el actual Gobierno.

 

A efectos de salvaguardar sus sentimientos de culpa y de alguna manera intentar conseguir una liberación emocional, los fanáticos sobresalen por distorsionar la realidad, atribuir sus frustraciones a los demás y considerar al discrepante como un obstáculo que se interpone en la consecución de sus ideales, legitimando conductas destructivas como imperativo moral. No son capaces de entender cómo la Constitución puede garantizar la libertad de expresión del otro y no exclusivamente la suya, si en ella se critica la gestión de un Ejecutivo, que por otra parte hasta no hace mucho criticaban ellos mismos. Su absolutismo les hace proponer una democracia a su antojo. Hay que mirar para otro lado salvo, si no son ellos los que miran.

 

Los credos fanáticos, según la charla de una eminente psicóloga a la que tuve el honor de asistir, “aluden a los registros más primitivos del ser humano”. Decía que “el extremismo fanático se asienta en la inseguridad y que esa actitud solía proceder de una incapacidad de pensar y de un sentimiento de inferioridad, que muchas veces aparecían revestidos como de superioridad”. Me apunto a esa definición y motivos tengo para ello.

 

Por tanto, si las cifras letales que sufre España en contraste con el resto del mundo, nos dicen que alguien no lo ha hecho bien en la gestión de esta pandemia donde se antepuso el sectarismo a la sensatez, donde a día de hoy ya van más de veinticinco mil fallecidos, donde los sanitarios, fuerzas de seguridad, soldados, protección civil y muchas ONG son enviados a luchar contra el virus sin los medios de protección adecuados. Si estamos viendo que nos mienten descaradamente, de qué les sirve a todos estos fanáticos absolutistas, salir criticando al resto de la sociedad que no ve las cosas con la benevolencia que ellos las ven, inventándose fábulas o estribillos trasnochados. Listillos que se creen curados de espanto y piensan que sientan cátedra con cada palabra que sale de sus bocas. Palmeros con necesidad de reflexión y menos fanatismo, que por su bien deberían controlar la angustia que a todos nos produce, muchas veces, el hecho de no contar con toda la razón y de pensar que quizás el otro la pueda tener.

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