"Soy alguien que espera ser abierto por una palabra" (“Sou alguém que espera ser aberto por uma palabra”)
![[Img #49368]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/2655_71gdm0bm6ql.jpg)
La poesía es respiro y espacio para tomar aire limpio, aire nuevo, sin haber sido ya respirado. Y en ese espacio el poeta, periodista, traductor y ensayista portugués António Ramos Rosa (Faro 1924-2013), imbuido por el surrealismo francés y por Paul Eluard, reveló cómo “Las pobres palabras se vuelven ardientes, unificadas, vivas evidencias de una desnudez enigmática”(Clareiras, 1986). Acude a los conceptos fundacionales del mundo tal y como lo entendían los filósofos presocráticos para explicar su poética creación de un cosmos o morada de sentimientos, emociones, de vida. Viento, la tierra, el fuego, las aguas, serían elementos primigenios a los que el poeta añade otros como las nubes, los astros, el mar y el cielo, el sol, la luz, los animales, la noche… Ahí se encuentra el manantial que da vida a la palabra y escritura poéticas, “Lenta, lentamente se abre / como una rosa / la palabra de pétalos silenciosos” (“En el umbral”, Facilidad del aire). Esa palabra está en la vida, en el silencio, en el espacio: palabra nuclear, palabra-estrella que atrae hacia su constelación a otras muchas para dibujar un cosmos poético donde asentar ese yo que habita el alma del poeta.
Fundador y colaborador de revistas literarias -Arvore, Cadernos do Meio Día- de vida efímera por la censura gobernante, publica su primer poemario, O Grito Claro, en 1958; continuó , entre otros, con Círculo Aberto (1979), Acordes (1989), O Aprendiz Secreto (2001); alguno de sus libros de ensayo como Poesia, Liberdade Livre (1962), A Parede Azul (1991) hasta alcanzar casi el centenar de obras. “Algunos dicen que escribo demasiado. Como si hubiese escrito algo. No, todos mis escritos no son sino indicios de algo que jamás alcancé y que era lo único que deseaba decir”. Primeramente fueron indicios; la siguiente y última fase (re)creadora de aquellos indicios quedará en manos del lector-coautor, quien completará, tal vez reinterpretará, los textos ‘indiciados’. Y reconoce de manera poética que el alma desborda cualquier escritura, “a minha alma não acompanha a minha mão”. Numerosos fueron los premios con que se reconoció su obra; destacaremos alguno de los concedidos por su obra poética como el Premio Nacional de Poesía (1971), Premio Pessoa (1988), Premio Europeo de Poesía (1991); otros como el Premio Jean Malrieu (1992) por sus traducciones.
![[Img #49367]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/939_21.jpg)
Será en 1990 cuando publique Facilidade do Ar/ Facilidad del Aire. Confluyen en este libro palabra y silencio, iluminación y contemplación, cosmos y divinidad, el ser humano, noche y amanecida, elementos con que irá alzándose la obra poética de Ramos Rosa. Considera la poesía “como fundación de un lugar de pensamiento que persiste en la búsqueda obstinada de la palabra venidera”, comenta A. Paula Coutinho. Permanecer a la espera de esa palabra mesiánica nuclear en torno a la cual se moverán otras muchas en la constelación de vocablos hasta levantar el poema que imagina “como un vaivén entre el núcleo y el horizonte”, dinamismo “de la cóncava expansión del tiempo”, del diálogo hacia un encuentro con lo lejano, lo innominado, que esperan a la puerta del poema su escalada hacia el mismo “donde se encienden lámparas de una sonámbula nostalgia”. Poesía.
La nitidez e iluminación de los versos, una mirada, la palabra siempre fértil y dispuesta al fruto transforman esta poesía en una variación de la mística, “mística cósmica”, como señala Clara Janés; más elevada que el idealismo mágico de Novalis y no muy alejada del sentir sufí. “Los dioses se muestran entonces en la inmovilidad del aire / y en el puro instante de la contemplación se irisan. / Y la mirada se abre inmensamente a las fuentes nocturnas / captando el eco perdido en cada cosa.” (“La mirada de Murilo Mendes”, Facilidad del aire). El latido de la divinidad de los dioses, el latido del alma del yo poético acompasadamente han palpitado “en la aurícula del corazón del mundo”. Saber no sabiendo, sentir no sintiendo, “Una pérdida / de todo, del propio sentido y del deseo”. La divinidad será estrella feliz, árbol, eco o ausencia presente, pero es y está. “¡Qué alegría no saber qué dios es este / y estar con él sin él / en su suprema compañía como el aire!” (“La igualdad del dios ausente”, Facilidad del aire). Y se alcanzará en algún momento una común unión dios-mundo, “Él está en el mundo, el mundo está en él / siempre como el principio en un fulgor cumplido / en la radiosa concavidad azul.”(“El dios azul”, Facilidad del aire), acercamiento a una manifestación del panteísmo.
Y el silencio será la concavidad que se expande hasta envolver el entorno en la intimidad mística. Había escrito un breve y silencioso poema en un libro colectivo, homenaje a Matsuo Basho, poeta japonés, “El silencio solo es el silencio / cuando es el silencio del silencio”. Palabra y silencio señalan los límites cardinales del poema; palabra y silencio se desenvuelven en su espacio respectivo. Son poema. En el silencio de los márgenes, en las entrelíneas, explica el poeta, “se genera una comunicación”, en ese ‘blanco’ de las sombras surge el resplandor.
Brillantes imágenes las que, al abrirse las palabras, van sugiriendo, “Veo las rojas caudas del crepúsculo / y el verde fulgor del mar” (Atardecer); el color y ‘caudas’ dibujan y concentran la mirada extasiada. Para definir ‘palabra’ acude al despliegue y desfile de imágenes visuales, metafóricas, “Otras veces son una línea de agua / o cristales donde la lluvia se detiene / o un campo rojo bajo el viento” (“Las palabras”).
![[Img #49369]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/6288_antonio-ramos-rosa8.jpg)
En la poesía de António Ramos Rosa el lenguaje es fuerza viva; la depuración de la escritura será obsesión hasta conseguir la apertura y fruto de la palabra; siente “la infinita delicadeza / de mil estrellas o mil palabras por abrir”. Concede, como reconocimiento, que sin ellas el alma creativa sería estéril, con ellas el poeta ha de convivir en continua dialéctica, “Vacío y presencia, ruptura y alianza / en la atención aguda a la evidencia y al enigma”(“La mirada de Murilo Mendes”) Y llega la gran iluminación: el poeta se ve en el espejo y comprende, “Soy alguien que espera ser abierto por una palabra”.
Dio el toque de modernidad a una poesía envarada entre la tradición y el realismo. Su voz fresca es escuchada en la poesía portuguesa de ayer y de ahora. Se dice que “Estou vivo e escrevo sol” fueron palabras que cerraron tal vez un último poema, “Estoy vivo y escribo sol /…/ navego hacia la cima / caigo en la claridad sencilla /…/ ser en la mirada la propia mirada”.
Si en la mesa tan solo se espera poesía, será día grande.
La poesía es respiro y espacio para tomar aire limpio, aire nuevo, sin haber sido ya respirado. Y en ese espacio el poeta, periodista, traductor y ensayista portugués António Ramos Rosa (Faro 1924-2013), imbuido por el surrealismo francés y por Paul Eluard, reveló cómo “Las pobres palabras se vuelven ardientes, unificadas, vivas evidencias de una desnudez enigmática”(Clareiras, 1986). Acude a los conceptos fundacionales del mundo tal y como lo entendían los filósofos presocráticos para explicar su poética creación de un cosmos o morada de sentimientos, emociones, de vida. Viento, la tierra, el fuego, las aguas, serían elementos primigenios a los que el poeta añade otros como las nubes, los astros, el mar y el cielo, el sol, la luz, los animales, la noche… Ahí se encuentra el manantial que da vida a la palabra y escritura poéticas, “Lenta, lentamente se abre / como una rosa / la palabra de pétalos silenciosos” (“En el umbral”, Facilidad del aire). Esa palabra está en la vida, en el silencio, en el espacio: palabra nuclear, palabra-estrella que atrae hacia su constelación a otras muchas para dibujar un cosmos poético donde asentar ese yo que habita el alma del poeta.
Fundador y colaborador de revistas literarias -Arvore, Cadernos do Meio Día- de vida efímera por la censura gobernante, publica su primer poemario, O Grito Claro, en 1958; continuó , entre otros, con Círculo Aberto (1979), Acordes (1989), O Aprendiz Secreto (2001); alguno de sus libros de ensayo como Poesia, Liberdade Livre (1962), A Parede Azul (1991) hasta alcanzar casi el centenar de obras. “Algunos dicen que escribo demasiado. Como si hubiese escrito algo. No, todos mis escritos no son sino indicios de algo que jamás alcancé y que era lo único que deseaba decir”. Primeramente fueron indicios; la siguiente y última fase (re)creadora de aquellos indicios quedará en manos del lector-coautor, quien completará, tal vez reinterpretará, los textos ‘indiciados’. Y reconoce de manera poética que el alma desborda cualquier escritura, “a minha alma não acompanha a minha mão”. Numerosos fueron los premios con que se reconoció su obra; destacaremos alguno de los concedidos por su obra poética como el Premio Nacional de Poesía (1971), Premio Pessoa (1988), Premio Europeo de Poesía (1991); otros como el Premio Jean Malrieu (1992) por sus traducciones.
Será en 1990 cuando publique Facilidade do Ar/ Facilidad del Aire. Confluyen en este libro palabra y silencio, iluminación y contemplación, cosmos y divinidad, el ser humano, noche y amanecida, elementos con que irá alzándose la obra poética de Ramos Rosa. Considera la poesía “como fundación de un lugar de pensamiento que persiste en la búsqueda obstinada de la palabra venidera”, comenta A. Paula Coutinho. Permanecer a la espera de esa palabra mesiánica nuclear en torno a la cual se moverán otras muchas en la constelación de vocablos hasta levantar el poema que imagina “como un vaivén entre el núcleo y el horizonte”, dinamismo “de la cóncava expansión del tiempo”, del diálogo hacia un encuentro con lo lejano, lo innominado, que esperan a la puerta del poema su escalada hacia el mismo “donde se encienden lámparas de una sonámbula nostalgia”. Poesía.
La nitidez e iluminación de los versos, una mirada, la palabra siempre fértil y dispuesta al fruto transforman esta poesía en una variación de la mística, “mística cósmica”, como señala Clara Janés; más elevada que el idealismo mágico de Novalis y no muy alejada del sentir sufí. “Los dioses se muestran entonces en la inmovilidad del aire / y en el puro instante de la contemplación se irisan. / Y la mirada se abre inmensamente a las fuentes nocturnas / captando el eco perdido en cada cosa.” (“La mirada de Murilo Mendes”, Facilidad del aire). El latido de la divinidad de los dioses, el latido del alma del yo poético acompasadamente han palpitado “en la aurícula del corazón del mundo”. Saber no sabiendo, sentir no sintiendo, “Una pérdida / de todo, del propio sentido y del deseo”. La divinidad será estrella feliz, árbol, eco o ausencia presente, pero es y está. “¡Qué alegría no saber qué dios es este / y estar con él sin él / en su suprema compañía como el aire!” (“La igualdad del dios ausente”, Facilidad del aire). Y se alcanzará en algún momento una común unión dios-mundo, “Él está en el mundo, el mundo está en él / siempre como el principio en un fulgor cumplido / en la radiosa concavidad azul.”(“El dios azul”, Facilidad del aire), acercamiento a una manifestación del panteísmo.
Y el silencio será la concavidad que se expande hasta envolver el entorno en la intimidad mística. Había escrito un breve y silencioso poema en un libro colectivo, homenaje a Matsuo Basho, poeta japonés, “El silencio solo es el silencio / cuando es el silencio del silencio”. Palabra y silencio señalan los límites cardinales del poema; palabra y silencio se desenvuelven en su espacio respectivo. Son poema. En el silencio de los márgenes, en las entrelíneas, explica el poeta, “se genera una comunicación”, en ese ‘blanco’ de las sombras surge el resplandor.
Brillantes imágenes las que, al abrirse las palabras, van sugiriendo, “Veo las rojas caudas del crepúsculo / y el verde fulgor del mar” (Atardecer); el color y ‘caudas’ dibujan y concentran la mirada extasiada. Para definir ‘palabra’ acude al despliegue y desfile de imágenes visuales, metafóricas, “Otras veces son una línea de agua / o cristales donde la lluvia se detiene / o un campo rojo bajo el viento” (“Las palabras”).
En la poesía de António Ramos Rosa el lenguaje es fuerza viva; la depuración de la escritura será obsesión hasta conseguir la apertura y fruto de la palabra; siente “la infinita delicadeza / de mil estrellas o mil palabras por abrir”. Concede, como reconocimiento, que sin ellas el alma creativa sería estéril, con ellas el poeta ha de convivir en continua dialéctica, “Vacío y presencia, ruptura y alianza / en la atención aguda a la evidencia y al enigma”(“La mirada de Murilo Mendes”) Y llega la gran iluminación: el poeta se ve en el espejo y comprende, “Soy alguien que espera ser abierto por una palabra”.
Dio el toque de modernidad a una poesía envarada entre la tradición y el realismo. Su voz fresca es escuchada en la poesía portuguesa de ayer y de ahora. Se dice que “Estou vivo e escrevo sol” fueron palabras que cerraron tal vez un último poema, “Estoy vivo y escribo sol /…/ navego hacia la cima / caigo en la claridad sencilla /…/ ser en la mirada la propia mirada”.
Si en la mesa tan solo se espera poesía, será día grande.