Tres poemas a la hoguera de San Juan
Todos los veranos, bien de madrugada, en la noche de San Juan junto a la hoguera, en Valdespino de Somoza, un grupo de amigos leían cada cual un texto, un poema para alimentar la hoguera. Este Decamerón es inverso, en lugar de juntar a los amigos ha soplado sobre ellos y los tiene dispersos. Habrá hoguera y habrá poemas que se lean, a una sola voz, pero pensando en la de cada cual. Faltan dos días y han llegado textos de tres de los participantes que conflagrarán en el espacio virtual un poquito antes de tiempo.
![[Img #49933]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2020/9031_dsc_0059.jpg)
Cadáver exquisito para la hoguera de San Juan (de Valdespino de Somoza, con morriña)
Kokotera & Murciego
“Un cadáver exquisito siempre sale bien”
Chefa Alonso
“Me entró una liebre”. Es tarde,
no pensamos. ¿Quién narra?
¿Cómo lo oyes?
Suena, acompaña.
Duele y mantiene
herida abierta en aquel gran agujero
donde un pájaro sin luz,
acompasado;
crecen los tambores
escuchamos
o simplemente ponemos los oídos
metiendo estómago, al taconeo incesante, y…
no es murmullo,
es susurro
una caricia que envuelve
arrolla… la realidad,
el gran agujero. ¿Quién narra?
Da igual que digas: “Hágase el prodigio”. La liebre
no está ahí,
aunque se aprecie
moviéndose con fuerza,
rompiendo, o sin romper,
los papeles. Da igual que digas:
“Fue mi cerebro el que me obligó a hacerlo”.
¿Quién puede dar fe
de que aquello ocurrió,
y de cómo ocurrió?
Saber es complejo,
las líneas de suceso y tiempo
se rompen habitualmente.
Quizá… ¿y si aquí te cambio el texto?
Quizá la liebre no encontró el momento de saltar
antes de quemar la ropa vieja,
y los trastos
enredan siempre
envuelven, arropan, estorban.
Siempre con ellos
absumiendo
tragando lo que no se puede tragar
quemando lo que no se puede quemar… Y tú,
¿qué quemarías?
Dejar que arda
nunca supe elegir, el fuego
siempre me fascinó.
Pero es tarde y esta noche, la más breve,
se presta a la confidencia.
¿Qué liebre?
¿Quién narra?
Nunca estuvo allí,
pasó y no supo, narró, sí,
sin saber lugar ni condición.
Fue.
![[Img #49932]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2020/7040_sirenas-018.jpg)
San Juan 3
Eloy Rubio Carro
Dulce el día
se cierra el ruiseñor
en el patio,
el trigal agita la calandria
y desmemora el tiempo.
Ya no estamos donde estamos
y ardió la constelación de la cereza.
Titubea el día desde la espera
y hasta la tortuga se ha amansado
de su gozque serpentino.
Todos hasta el cuervo
empujan la alborada,
hasta el gallo grita
su cuclillo de azor
a pelar la noche de manzana.
Amanece herida de obsidiana.
![[Img #49931]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2020/2318_asturias-oviedo-aidan-109.jpg)
San Juan 2
Eloy Rubio Carro
Araña desplumante
la herida cárdena del monte,
la ojizarca que pespunta
las blancas manos entre ruecas verdes,
el ruiseñor dolido de su canto
en mi patio, abrochando la tarde ubica.
Su vello ralo en los rizos del pantano
advierte al sol
su túnica caída,
y todos esos ojos que escudan
su melena en sombra
ensayan ruiseñores,
petirrojo, curruca capirotada,
escribano, azor,
lumbre de amor,
carcajada del valle
decapitado sol.
Y la mente ardiendo
mas que temblor de rosas
el pinchazo mortal
de brote que enamora.
Cadáver exquisito para la hoguera de San Juan (de Valdespino de Somoza, con morriña)
Kokotera & Murciego
“Un cadáver exquisito siempre sale bien”
Chefa Alonso
“Me entró una liebre”. Es tarde,
no pensamos. ¿Quién narra?
¿Cómo lo oyes?
Suena, acompaña.
Duele y mantiene
herida abierta en aquel gran agujero
donde un pájaro sin luz,
acompasado;
crecen los tambores
escuchamos
o simplemente ponemos los oídos
metiendo estómago, al taconeo incesante, y…
no es murmullo,
es susurro
una caricia que envuelve
arrolla… la realidad,
el gran agujero. ¿Quién narra?
Da igual que digas: “Hágase el prodigio”. La liebre
no está ahí,
aunque se aprecie
moviéndose con fuerza,
rompiendo, o sin romper,
los papeles. Da igual que digas:
“Fue mi cerebro el que me obligó a hacerlo”.
¿Quién puede dar fe
de que aquello ocurrió,
y de cómo ocurrió?
Saber es complejo,
las líneas de suceso y tiempo
se rompen habitualmente.
Quizá… ¿y si aquí te cambio el texto?
Quizá la liebre no encontró el momento de saltar
antes de quemar la ropa vieja,
y los trastos
enredan siempre
envuelven, arropan, estorban.
Siempre con ellos
absumiendo
tragando lo que no se puede tragar
quemando lo que no se puede quemar… Y tú,
¿qué quemarías?
Dejar que arda
nunca supe elegir, el fuego
siempre me fascinó.
Pero es tarde y esta noche, la más breve,
se presta a la confidencia.
¿Qué liebre?
¿Quién narra?
Nunca estuvo allí,
pasó y no supo, narró, sí,
sin saber lugar ni condición.
Fue.
San Juan 3
Eloy Rubio Carro
Dulce el día
se cierra el ruiseñor
en el patio,
el trigal agita la calandria
y desmemora el tiempo.
Ya no estamos donde estamos
y ardió la constelación de la cereza.
Titubea el día desde la espera
y hasta la tortuga se ha amansado
de su gozque serpentino.
Todos hasta el cuervo
empujan la alborada,
hasta el gallo grita
su cuclillo de azor
a pelar la noche de manzana.
Amanece herida de obsidiana.
San Juan 2
Eloy Rubio Carro
Araña desplumante
la herida cárdena del monte,
la ojizarca que pespunta
las blancas manos entre ruecas verdes,
el ruiseñor dolido de su canto
en mi patio, abrochando la tarde ubica.
Su vello ralo en los rizos del pantano
advierte al sol
su túnica caída,
y todos esos ojos que escudan
su melena en sombra
ensayan ruiseñores,
petirrojo, curruca capirotada,
escribano, azor,
lumbre de amor,
carcajada del valle
decapitado sol.
Y la mente ardiendo
mas que temblor de rosas
el pinchazo mortal
de brote que enamora.