Gelines del Blanco Tejerina
Domingo, 20 de Diciembre de 2020

En.sueños

Gelines y Laly del Blanco. Hermanas, gemelas, nacidas en un diminuto pueblo leonés llamado Las Muñecas donde jugaron los veranos rodeadas de padres y hermanos. Cruzaron los inviernos en internados, conviviendo con niños que cinco décadas después siguen siendo amigos. Amantes de las letras desde siempre, empezaron a trenzarlas cuando el mundo laboral puso el freno y el paisaje vital del otro lado del cristal se ofreció lento, permitiendo observar y contar lo que acontece, textos realistas, a veces de miel y otras de hiel. Siempre con alma. Fotografías de letras.

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Ella baila por amor. Gira, alza el vuelo, se eleva en una pirueta perfecta, sin dolor ni nombre. Mujer aire, mujer libre.

 

Protegida por muros y puertas ensaya pasos aferrada a la barra de la vida: Retiré, Relevé, caída… conoce la dureza del parquet y la soledad que anida al otro lado del telón, afila puntas y vence ese miedo que la habita desde aquel primer desliz que la llevó al suelo. El primero siempre es el peor, duele piel y hueso pero sobre todo duele el orgullo roto. Lloró la noche, limó temores y recién estrenada la mañana se adentró en las zapatillas dispuesta a esforzar separa no arruinar un sueño apenas estrenado.

 

Ni una lesión más, fuerza, disciplina y silencio, la danza es obediencia, y si cumples las normas todo fluye, baile y calma, calma dulce, punteras silenciosas rasgando el aire, vista baja, música suave, hasta que el volumen sube y sube sin previo aviso y Ella, desprevenida, cae contra el espejo que refleja su danza. Afortunadamente nadie lo ha visto, se repone, vence al susto y se levanta ensayando una sonrisa que le sale triste como el azogue de la luna rota. Dolor vendado y otro intento, resurgen alas y ganas de reintentarlo...Una y otra vez baila para él, rememorando aquel vals cubierto de tules y amor. Pero algo falla, se siente culpable y no sabe de qué, frágil y abandonada pero no sabe por quién. Intenta un adagio lento, se aconseja un compañero que eleve, sujete y apoye, pero Ella practica sola. Cae de nuevo, pero con la noche llegarán los brazos protectores que levantan del suelo, acarician heridas y susurran palabras que borran la sensación de culpa y vergüenza. Las emociones chocan, las caricias fluyen y a Ella le rebrota el coraje para volver a intentarlo. Por amor. Hasta que llegó la lesión grave, y la imposibilidad de bailar durante un tiempo.

 

Acurrucada en el ensueño, recompone ánimo y tendones, imaginando que un día se abrirá la puerta, subirá el telón y al otro lado habrá voces de ánimo, flores y aplausos dirigidos a ella, bien vale otro intento. Revive cada paso fallido, practica disciplina, silencio y concentración para no repetir errores, ensayo, error, ensayo, error…, recuperadas las fuerzas se engancha de nuevo a la barra de su vida, eleva mentón, orgullo y hombros, salta, al descender, el suelo se agrieta bajo sus pies, lágrimas y vendas amortiguan el golpe esperado. No siempre es fácil bailar la vida, a veces los pasos se complican y pierdes el equilibrio si nadie te sujeta. Ella se levanta, estira vestido y dignidad. Otro intento, uno más, pesa más la sensación de fracaso que la carne lastimada, alberga la fantasía de que las cosas pueden cambiar pero siempre surge otro incidente: la falda es demasiado larga y otras demasiado corta, el pelo suelto molesta y recogido también. Las uñas demasiado rojas y los labios demasiado mudos. Todo malo, todo feo. La última caída fue brutal.

 

Desde el suelo vio los talones del cobarde huyendo y escuchó el portazo de la rabia. Alza el vuelo. Se desprende de alianzas afiladas, y del nombre, se llamará Ella. Se eleva en un pié infinito. Ya no pesa el cuerpo, ya no duele el alma. Sube el telón liberador y los pies mutan en alas, un inmenso azul crece a su paso, y la acoge una hilera de mujeres, dóciles, blancas, algunas casi niñas, liberadas de barras y garras, con los sueños intactos y la vida rota por alguien que no ama la música. Ella, reconoce sus heridas, las físicas cicatrizadas, sangrando las del alma.

 

Ejecuta un assemblé, el pie se desliza por el suelo antes de elevarse por el aire y de nuevo vestida de tul blanco, salta rozando el horizonte en un giro perfecto, danza eterna y alegre como aquel vals de bodas. Y como tantas otras, por primera vez en “su vida” hay flores para ella y muchos ojos que la lloran, ojos ciegos cuando debían ver.

 

Ellas bailaron solas, tras telones bajados y puertas cerradas, ahora se elevan en vuelo perpetuo, sin dolor ni nombre. Al fin aire. Al fin libre de barras y garras. Por cada una de Ellas nace una cruz en el suelo y una flor adorna su féretro.

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