Caminos Arrieros por el Bierzo
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        			        			        			        			        
    
    
    En el año 1836 tenía buena venta en Madrid el Oro berciano que sacaban las 'aurianas'
(Artículo publicado por Esteban Carro Celada en 'Aquiana')
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        			        			        	
                                
                    			        			        
        
                
        
        
La arriería maragata tuvo, como uno de los
puntos de mayor concentración a Galicia. Una región, la maragata, lindante con
el Bierzo, límite natural de algo más que una confederación hidrográfica.
Durante varios siglos, los maragatos fueron verdaderos amos del
comercio interior. Especialmente transportaban de Galicia las salazones. Las
recuas de los arrieros eran forzosa visión de los bercianos, colocados  en los caminos reales. La arriería más
arriscada, de los mulos y machos en hilera, solía ascender por las pendientes
del Camino Jacobeo hacia Manjarín y Rabanal del Camino.
Casi todos los pueblos de la maragatería ostentaban un alto
porcentaje de varones dedicados a estos menesteres, como se demuestra por una
clasificación catastral, en tiempo del Marqués de la Ensenada.
El encuentro
con maragatos o mozos de cuadra, en los pueblos del Bierzo, era normal. Ya en
su puerta, en Manzanal, don Jorgito el inglés, charla con el maragato, que
encuentra en la posada. 
El auge de la arriería tiene un nombre culminante, don Santiago
Alonso Cordero. El Maragato Cordero, amigo de ministros progresistas, de banqueros
mendizabalinos, bolsista él mismo.  En  varias ocasiones viajó al Bierzo. Hasta su hermano
Francisco tenía una casa en Ponferrada. Cuando Bernardino, Francisco y Santiago
obtienen del rey Fernando VIl la licencia para transportar la conducta de
caudales de Galicia, Ponferrada empieza a ser un paso importante para ellos.
Aquí, en Ponferrada establecen Una corresponsalía de su organización. Y hasta
una  especie de sucursal de banco.
Pusieran al frente de ella a su amigo Vázquez. Tenemos noticia de que fue
robada al poco de su instalación. Vázquez en Ponferrada cobraba libranzas y
letras a la  vista. A veces tiene mucho
dinero en casa y solicita de los maragatos de Santiago de Millas, que le dejen
habitar su casa berciana, porque era mucho más segura.
 
Los comerciantes de Ponferrada se enfadaban, cuando el Maragato
Cordero trataba de sacar el vellón o calderilla acumulado de sus cobros. A la
vista de águila en los negocios de estos maragatos no  se le iba nunca que el cambio del vellón por
oro o plata en Ponferrada, resultaba muy caro: el seis por ciento de pérdida,
cuando en Tuy lo transformaban al uno por ciento.
Uno de los negocios que el corresponsal ponferradino de los
arrieros maragatos de caudales les propuso, fue el de la compra del oro de las
«aurianas». Hacia el año 1836 hay varias cartas, dando  órdenes de que se compre, pues se coloca bien
en el mercado de Madrid. Años más tarde se formará una sociedad, inspirada por
el Maragato Cordero, titulada 'La aurífera berciana', destinada a la explotación
del oro del Sil. El hombre de
negocios que llevaba dentro Santiago
Alonso Cordero le hizo meterse en ese romanticismo. Porque a la par que
maragato, muy realista, estaba hecho al golpe de estilo del siglo.
![[Img #6538]](upload/img/periodico/img_6538.jpg)
Muchos nombres de Ponferrada y bastante dinero, aparecen en las
cuentas de estos arrieros. Hasta 220 reales que da el Maragato a Enrique Gil, en el año 1839. Vive entonces en Madrid. Y es a cambio de unos libros
que trasmite a Vázquez, que era una
especie de tendero, librero y corresponsal de banco, en Ponferrada, todo de una
pieza.
Más adelante, un sobrino del Maragato Cordero, Santiago Franco Alonso dirige la
culminación de una empresa de arriería, que se va a convertir en la de ‘Diligencias del Poniente de España’. ‘La maragata’, le llamaban.
Barrió a otras empresas de diligencias anteriores. Conocemos el lugar de emplazamiento
de los tiros de caballerías que enganchaban y desenganchaban. Viniendo de
Astorga, el punto primero de desenganche donde esperaba el zagal a la galera
era en Manzanal. El nuevo desenganche
y reenganche se producía en Bembibre,
para repetir la misma operación en Cubillos del Sil. Y luego ya, directo, a
Villafranca. Aquí la empresa maragata de «Diligencias del Poniente» tenía su
administrador, que era don Ventura Crespo. La galera que venía de Madrid solía
llegar de noche. Hay facturas de las propinas que daba el administrador a un
mozo, para que, con un candil, acompañase a la diligencia hasta pasado el
puente.
La parada siguiente, después de Villafranca, se efectuaba en Ruitelán. Y desde Ruitelán, otra tirada
hasta los Nogales.  En Ruitelán había varias parejas de bueyes
contratadas, para engancharlas al tiro de’ machos y caballos —ocho— que subía
la diligencia de 19 plazas con los compartimientos de berlina, Interior, cupé o
imperial.
 Los villafranquinos de 1854
viajaban bastante. Y era notablemente pingüe la recaudación, tanto en concepto de asientos, encargos o por exceso de equipajes.
Por el año 1876, el ferrocarril solamente llegaba hasta Brañuelas. Pues bien, la empresa de los
ferrocarriles del Norte y del Noroeste organizaba sus viajes, en combinación
con otra empresa de diligencias, cuyo nombre era ‘La Ferocarrilana’. Se les daba un billete combinado desde Madrid a
Vigo. Les costaba 469 reales en primera y berlina. También podían usar el
interior y el cupé. Las diligencias partían de Brañuelas y a Brañuelas volvían
a confluir de nuevo los viajeros para su traslado a Madrid. De esto me enteré,
el otro día, por un artículo de «ABC», mejor, por la fotocopia de un
programa. Los viajeros solamente podían llevar sin exceso de equipaje, treinta
kilos hasta Brañuelas. Desde Brañuelas, en las diligencias, el tope era menor:
15 kilos. ¡Qué tiempos!
Durante el invierno, a causa del paso del puerto de Piedrafita del Cebrero, solía llegar la
diligencia hasta Villafranca del Bierzo. La que venía de La Coruña se quedaba,
a la otra falda del puerto. El alquiler de numerosas caballerías enjaezadas era
el sistema de transporte, por la montaña, hasta coger la góndola, que esperaba,
a pie de montaña tanto en Villafranca, como más allá de los Nogales.
La diligencia maragata paraba en la plaza, donde habían abierto un
mesón, que era el lugar donde se daban comidas, cenas o chocolates según el
horario que se hubiera establecido. Porque fue oscilante y rotativo. Se nota
la lucha, en la empresa, por reducir las 70 horas iniciales de viaje entre
Madrid y La Coruña.
Había dos portazgos que satisfacer, a través del Bierzo. El
portazgo de la Torre y el de Villafranca. El precio era por el tiro de
caballería si bien no era exactamente el mismo, si los caballos arrastraban la
diligencia o si pasaban, según la frase arriera, de mulas sueltas.
Estos son
simples apuntes de la estampa viajera de los maragatos, grandes comerciantes,
trajineros y señores de los caminos gallegos. Toda la riqueza gallega y su
comercio se hizo por estas trochas, veredas, cañadas y caminos reales. Desde la
reata a la diligencia, desde la conducta de caudales, con tropa que la
escoltaba, hasta la partida del general carlista Gómez, que también se encontró
con maragatos en el Bierzo.
 
 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                                                                                                                                                                                                    
    
    
	
    
(Artículo publicado por Esteban Carro Celada en 'Aquiana')
![[Img #6539]](upload/img/periodico/img_6539.jpg)
La arriería maragata tuvo, como uno de los puntos de mayor concentración a Galicia. Una región, la maragata, lindante con el Bierzo, límite natural de algo más que una confederación hidrográfica.
Durante varios siglos, los maragatos fueron verdaderos amos del comercio interior. Especialmente transportaban de Galicia las salazones. Las recuas de los arrieros eran forzosa visión de los bercianos, colocados en los caminos reales. La arriería más arriscada, de los mulos y machos en hilera, solía ascender por las pendientes del Camino Jacobeo hacia Manjarín y Rabanal del Camino.
Casi todos los pueblos de la maragatería ostentaban un alto porcentaje de varones dedicados a estos menesteres, como se demuestra por una clasificación catastral, en tiempo del Marqués de la Ensenada.
El encuentro con maragatos o mozos de cuadra, en los pueblos del Bierzo, era normal. Ya en su puerta, en Manzanal, don Jorgito el inglés, charla con el maragato, que encuentra en la posada.
El auge de la arriería tiene un nombre culminante, don Santiago Alonso Cordero. El Maragato Cordero, amigo de ministros progresistas, de banqueros mendizabalinos, bolsista él mismo. En varias ocasiones viajó al Bierzo. Hasta su hermano Francisco tenía una casa en Ponferrada. Cuando Bernardino, Francisco y Santiago obtienen del rey Fernando VIl la licencia para transportar la conducta de caudales de Galicia, Ponferrada empieza a ser un paso importante para ellos. Aquí, en Ponferrada establecen Una corresponsalía de su organización. Y hasta una especie de sucursal de banco. Pusieran al frente de ella a su amigo Vázquez. Tenemos noticia de que fue robada al poco de su instalación. Vázquez en Ponferrada cobraba libranzas y letras a la vista. A veces tiene mucho dinero en casa y solicita de los maragatos de Santiago de Millas, que le dejen habitar su casa berciana, porque era mucho más segura.
Los comerciantes de Ponferrada se enfadaban, cuando el Maragato Cordero trataba de sacar el vellón o calderilla acumulado de sus cobros. A la vista de águila en los negocios de estos maragatos no se le iba nunca que el cambio del vellón por oro o plata en Ponferrada, resultaba muy caro: el seis por ciento de pérdida, cuando en Tuy lo transformaban al uno por ciento.
Uno de los negocios que el corresponsal ponferradino de los arrieros maragatos de caudales les propuso, fue el de la compra del oro de las «aurianas». Hacia el año 1836 hay varias cartas, dando órdenes de que se compre, pues se coloca bien en el mercado de Madrid. Años más tarde se formará una sociedad, inspirada por el Maragato Cordero, titulada 'La aurífera berciana', destinada a la explotación del oro del Sil. El hombre de negocios que llevaba dentro Santiago Alonso Cordero le hizo meterse en ese romanticismo. Porque a la par que maragato, muy realista, estaba hecho al golpe de estilo del siglo.
![[Img #6538]](upload/img/periodico/img_6538.jpg)
Muchos nombres de Ponferrada y bastante dinero, aparecen en las cuentas de estos arrieros. Hasta 220 reales que da el Maragato a Enrique Gil, en el año 1839. Vive entonces en Madrid. Y es a cambio de unos libros que trasmite a Vázquez, que era una especie de tendero, librero y corresponsal de banco, en Ponferrada, todo de una pieza.
Más adelante, un sobrino del Maragato Cordero, Santiago Franco Alonso dirige la culminación de una empresa de arriería, que se va a convertir en la de ‘Diligencias del Poniente de España’. ‘La maragata’, le llamaban.
Barrió a otras empresas de diligencias anteriores. Conocemos el lugar de emplazamiento de los tiros de caballerías que enganchaban y desenganchaban. Viniendo de Astorga, el punto primero de desenganche donde esperaba el zagal a la galera era en Manzanal. El nuevo desenganche y reenganche se producía en Bembibre, para repetir la misma operación en Cubillos del Sil. Y luego ya, directo, a Villafranca. Aquí la empresa maragata de «Diligencias del Poniente» tenía su administrador, que era don Ventura Crespo. La galera que venía de Madrid solía llegar de noche. Hay facturas de las propinas que daba el administrador a un mozo, para que, con un candil, acompañase a la diligencia hasta pasado el puente.
La parada siguiente, después de Villafranca, se efectuaba en Ruitelán. Y desde Ruitelán, otra tirada hasta los Nogales. En Ruitelán había varias parejas de bueyes contratadas, para engancharlas al tiro de’ machos y caballos —ocho— que subía la diligencia de 19 plazas con los compartimientos de berlina, Interior, cupé o imperial.
Los villafranquinos de 1854 viajaban bastante. Y era notablemente pingüe la recaudación, tanto en concepto de asientos, encargos o por exceso de equipajes.
Por el año 1876, el ferrocarril solamente llegaba hasta Brañuelas. Pues bien, la empresa de los ferrocarriles del Norte y del Noroeste organizaba sus viajes, en combinación con otra empresa de diligencias, cuyo nombre era ‘La Ferocarrilana’. Se les daba un billete combinado desde Madrid a Vigo. Les costaba 469 reales en primera y berlina. También podían usar el interior y el cupé. Las diligencias partían de Brañuelas y a Brañuelas volvían a confluir de nuevo los viajeros para su traslado a Madrid. De esto me enteré, el otro día, por un artículo de «ABC», mejor, por la fotocopia de un programa. Los viajeros solamente podían llevar sin exceso de equipaje, treinta kilos hasta Brañuelas. Desde Brañuelas, en las diligencias, el tope era menor: 15 kilos. ¡Qué tiempos!
Durante el invierno, a causa del paso del puerto de Piedrafita del Cebrero, solía llegar la diligencia hasta Villafranca del Bierzo. La que venía de La Coruña se quedaba, a la otra falda del puerto. El alquiler de numerosas caballerías enjaezadas era el sistema de transporte, por la montaña, hasta coger la góndola, que esperaba, a pie de montaña tanto en Villafranca, como más allá de los Nogales.
La diligencia maragata paraba en la plaza, donde habían abierto un mesón, que era el lugar donde se daban comidas, cenas o chocolates según el horario que se hubiera establecido. Porque fue oscilante y rotativo. Se nota la lucha, en la empresa, por reducir las 70 horas iniciales de viaje entre Madrid y La Coruña.
Había dos portazgos que satisfacer, a través del Bierzo. El portazgo de la Torre y el de Villafranca. El precio era por el tiro de caballería si bien no era exactamente el mismo, si los caballos arrastraban la diligencia o si pasaban, según la frase arriera, de mulas sueltas.
Estos son simples apuntes de la estampa viajera de los maragatos, grandes comerciantes, trajineros y señores de los caminos gallegos. Toda la riqueza gallega y su comercio se hizo por estas trochas, veredas, cañadas y caminos reales. Desde la reata a la diligencia, desde la conducta de caudales, con tropa que la escoltaba, hasta la partida del general carlista Gómez, que también se encontró con maragatos en el Bierzo.




 
                        
                        

