Esteban Carro Celada
Domingo, 01 de Diciembre de 2013

Caminos Arrieros por el Bierzo

En el año 1836 tenía buena venta en Madrid el Oro berciano que sacaban las 'aurianas'
(Artículo publicado por Esteban Carro Celada en 'Aquiana')



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La arriería maragata tuvo, como uno de los puntos de mayor concentración a Galicia. Una región, la maragata, lindan­te con el Bierzo, límite natural de algo más que una confederación hidro­gráfica.


Durante varios siglos, los maragatos fueron verdaderos amos del comercio interior. Especialmente transportaban de Galicia las salazones. Las recuas de los arrieros eran forzosa visión de los bercianos, colocados  en los cami­nos reales. La arriería más arriscada, de los mulos y machos en hilera, solía ascender por las pendientes del Ca­mino Jacobeo hacia Manjarín y Raba­nal del Camino.


Casi todos los pueblos de la maragatería ostentaban un alto porcentaje de varones dedicados a estos menesteres, como se demuestra por una clasificación catastral, en tiempo del Marqués de la Ensenada.


El encuentro con maragatos o mo­zos de cuadra, en los pueblos del Bierzo, era normal. Ya en su puerta, en Manzanal, don Jorgito el inglés, charla con el maragato, que encuen­tra en la posada. 


El auge de la arriería tiene un nom­bre culminante, don Santiago Alonso Cordero. El Maragato Cordero, amigo de ministros progresistas, de banque­ros mendizabalinos, bolsista él mismo.  En  varias ocasiones viajó al Bierzo. Hasta su hermano Francisco tenía una casa en Ponferrada. Cuando Bernardino, Francisco y Santiago obtienen del rey Fernando VIl la licencia para transportar la conducta de caudales de Galicia, Ponferrada empieza a ser un paso importante para ellos. Aquí, en Ponferrada establecen Una corres­ponsalía de su organización. Y hasta una  especie de sucursal de banco. Pusieran al frente de ella a su amigo Vázquez. Tenemos noticia de que fue robada al poco de su instalación. Váz­quez en Ponferrada cobraba libranzas y letras a la  vista. A veces tiene mu­cho dinero en casa y solicita de los maragatos de Santiago de Millas, que le dejen habitar su casa berciana, por­que era mucho más segura.

 

Los comerciantes de Ponferrada se enfadaban, cuando el Maragato Corde­ro trataba de sacar el vellón o calde­rilla acumulado de sus cobros. A la vista de águila en los negocios de es­tos maragatos no  se le iba nunca que el cambio del vellón por oro o plata en Ponferrada, resultaba muy caro: el seis por ciento de pérdida, cuando en Tuy lo transformaban al uno por ciento.


Uno de los negocios que el corres­ponsal ponferradino de los arrieros maragatos de caudales les propuso, fue el de la compra del oro de las «aurianas». Hacia el año 1836 hay va­rias cartas, dando  órdenes de que se compre, pues se coloca bien en el mercado de Madrid. Años más tarde se formará una sociedad, inspirada por el Maragato Cordero, titulada 'La aurífera berciana', destinada a la ex­plotación del oro del Sil. El hombre de negocios que llevaba dentro San­tiago Alonso Cordero le hizo meterse en ese romanticismo. Porque a la par que maragato, muy realista, estaba he­cho al golpe de estilo del siglo.


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Muchos nombres de Ponferrada y bastante dinero, aparecen en las cuentas de estos arrieros. Hasta 220 reales que da el Maragato a Enrique Gil, en el año 1839. Vive entonces en Madrid. Y es a cambio de unos libros que tras­mite a Vázquez, que era una especie de tendero, librero y corresponsal de banco, en Ponferrada, todo de una pieza.


Más adelante, un sobrino del Mara­gato Cordero, Santiago Franco Alonso dirige la culminación de una empresa de arriería, que se va a convertir en la de ‘Diligencias del Poniente de Es­paña’. ‘La maragata’, le llamaban.


Barrió a otras empresas de diligencias anteriores. Conocemos el lugar de em­plazamiento de los tiros de caballerías que enganchaban y desenganchaban. Viniendo de Astorga, el punto primero de desenganche donde esperaba el zagal a la galera era en Manzanal. El nuevo desenganche y reenganche se producía en Bembibre, para repetir la misma operación en Cubillos del Sil. Y luego ya, directo, a Villafranca. Aquí la empresa maragata de «Diligencias del Poniente» tenía su administrador, que era don Ventura Crespo. La gale­ra que venía de Madrid solía llegar de noche. Hay facturas de las propinas que daba el administrador a un mozo, para que, con un candil, acompañase a la diligencia hasta pasado el puente.


La parada siguiente, después de Villafranca, se efectuaba en Ruitelán. Y desde Ruitelán, otra tirada hasta los Nogales.  En Ruitelán había varias pa­rejas de bueyes contratadas, para en­gancharlas al tiro de’ machos y caba­llos —ocho— que subía la diligencia de 19 plazas con los compartimientos de berlina, Interior, cupé o imperial.


 Los villafranquinos de 1854 viajaban bastante. Y era notablemente pingüe la recaudación, tanto en concepto de asientos, encargos o por exceso de equipajes.


Por el año 1876, el ferrocarril sola­mente llegaba hasta Brañuelas. Pues bien, la empresa de los ferrocarriles del Norte y del Noroeste organizaba sus viajes, en combinación con otra empresa de diligencias, cuyo nombre era ‘La Ferocarrilana’. Se les daba un billete combinado desde Madrid a Vigo. Les costaba 469 reales en pri­mera y berlina. También podían usar el interior y el cupé. Las diligencias partían de Brañuelas y a Brañuelas volvían a confluir de nuevo los viaje­ros para su traslado a Madrid. De es­to me enteré, el otro día, por un ar­tículo de «ABC», mejor, por la foto­copia de un programa. Los viajeros solamente podían llevar sin exceso de equipaje, treinta kilos hasta Brañuelas. Desde Brañuelas, en las diligencias, el tope era menor: 15 kilos. ¡Qué tiem­pos!


Durante el invierno, a causa del pa­so del puerto de Piedrafita del Cebrero, solía llegar la diligencia hasta Villafranca del Bierzo. La que venía de La Coruña se quedaba, a la otra falda del puerto. El alquiler de numerosas caballerías enjaezadas era el sistema de transporte, por la montaña, hasta coger la góndola, que esperaba, a pie de montaña tanto en Villafranca, como más allá de los Nogales.


La diligencia maragata paraba en la plaza, donde habían abierto un mesón, que era el lugar donde se daban co­midas, cenas o chocolates según el horario que se hubiera establecido. Porque fue oscilante y rotativo. Se no­ta la lucha, en la empresa, por redu­cir las 70 horas iniciales de viaje en­tre Madrid y La Coruña.


Había dos portazgos que satisfacer, a través del Bierzo. El portazgo de la Torre y el de Villafranca. El precio era por el tiro de caballería si bien no era exactamente el mismo, si los caballos arrastraban la diligencia o si pasaban, según la frase arriera, de mulas suel­tas.


Estos son simples apuntes de la es­tampa viajera de los maragatos, gran­des comerciantes, trajineros y señores de los caminos gallegos. Toda la ri­queza gallega y su comercio se hizo por estas trochas, veredas, cañadas y caminos reales. Desde la reata a la diligencia, desde la conducta de cau­dales, con tropa que la escoltaba, hasta la partida del general carlista Gómez, que también se encontró con maragatos en el Bierzo.

 

 

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