José Cabañas (*)
Domingo, 19 de Enero de 2014
La Semana Santa en la República en Astorga y en otros lugares
No dejaron nunca de salir las procesiones de la Semana Santa de 1932 en Sevilla por el peligro de enfrentamientos con anticlericales oponentes (que no se dio: el gobernador civil y el alcalde ofrecieron y aseguraron aumentar la subvención, y Alcalá-Zamora presidiría el palco de la plaza San Francisco; ni la República boicoteaba la Semana Santa, ni se producirían altercados, pues los propios costaleros asalariados, en su mayoría del sindicato anarquista, habían dado seguridades al efecto), como después y durante el franquismo y hasta hace bien poco falazmente se propaló, sino porque, según informaba el Diario de León entre el 12 y el 22 de febrero, “en Sevilla no habrá procesiones; es acuerdo de casi todas las hermandades (apoyado por el cardenal-arzobispo sevillano) no salir en la Semana Santa. Cuando la religión católica ocupe el puesto que le corresponde saldrán las procesiones”. Decisión tomada como protesta por lo legislado por las Cortes, que las cofradías entendieron pernicioso, y a la que tan solo una se opuso, la humilde hermandad trianera de la Estre-lla (llamada desde entonces la Valiente), desfilando contra la voluntad de todas las restantes. En ello consistió su valentía, en oponerse a lo decidido por la Iglesia y en romper su boicot, y no en la le-yenda y el mito fabricados de una cofradía que hizo frente al peligro de los comunistas y salió a la calle cuando las demás no se atrevieron por miedo (“esta cofradía, que es del pueblo, al pueblo se debe, que es tanto como decir que se debe al régimen constituido legalmente; es decir, a la Repúbli-ca", notificaron los cofrades en su acuerdo de procesionar). En 1934 saldrían trece cofradías, y en 1935 y 1936 volverían a desfilar todas las hermandades, sin que tampoco pasara entonces nada.
Acuerdos como el de Sevilla y otras poblaciones fueron secundados unánimemente por las cofradías de Astorga, que decidieron igualmente suspender las tradicionales procesiones. Como mostraba el Diario de León, el gobierno civil autorizaba la inmensa mayoría. Se solicitan permisos (y se obtienen) desde La Bañeza para las procesiones del Corpus y del 3 de junio, y desde San Mamés de la Vega “para celebrarla el día del patrón del pueblo”. La del día de la Inmaculada se celebró por el interior de la iglesia bañezana de Santa María.
Los representantes de las cofradías de Zamora decidían en reunión no sacar las procesiones en la Semana Santa de 1933 e intensificar los cultos celebrados dentro de los templos. La del Viernes Santo, 14 de abril, sería en León modelo de compostura y orden, sin que se registrara el menor disturbio. En ella y en las grandes fiestas de la Semana Santa “los no creyentes leoneses manifesta-ron su respeto a los sentimientos noblemente sentidos por los demás”, decía el Diario de León el día 15. En San Pedro Bercianos, por el contrario, el día de Jueves Santo, cuando en la sacristía se can-taba el Miserere, algunos rompieron desde fuera con grandes piedras los cristales de una ventana de la iglesia.
En Morla de la Valdería, uno de los días de la Semana Santa desaparecía la cruz de la entrada del pueblo, frente al estanco de Juan Castaño, arrancada durante la noche y tirada al río, de don-de la rescató el joven Feliciano Castaño, que la arregló y colocó en el lugar que antes ocupaba. En Jiménez de Jamuz, obtenido el permiso del gobernador, se celebraban los actos de la sacra semana con la mayor esplendidez y entusiasmo.
En la Semana Santa de 1934 se celebraron las procesiones con total tranquilidad en toda España (incluida Sevilla donde se esperaban conflictos y se habían reforzado las fuerzas policiales), y fueron en León modelo de orden y recogimiento, aunque algo deslucidas porque en la del viernes “un grupo de ineducados jóvenes socialistas no dejaron al Orfeón Leonés terminar de cantar el Miserere en la Plaza de Santo Domingo (así seguía nombrando el Diario de León aquella plaza que desde el inicio del periodo republicano había sido renombrada como Plaza de la Libertad), dando vivas a la República y a la anarquía, lo que hizo que tuvieran que actuar los guardias de Asalto produciéndose carreras. Algunos de los alborotadores fueron detenidos y puestos a disposición del Tribunal de Urgencia (que los absolverá el día 9), y otros multados por oponerse a la conducción de los tres apresados. Según La Democracia (y que niega el rotativo del que se dice ser “órgano del obispado”), en aquella procesión se iniciaba el alboroto porque “un cura de todos conocido había dado un viva a la monarquía y otro a Cristo Rey”.
Las cofradías, la Cámara de Comercio y la Unión Gremial acordaban la salida de procesiones en la Semana Santa astorgana de 1934, para cuyo logro se designó una comisión integrada por los Hermanos Mayores de las congregaciones y representantes de aquellas entidades. Después, la policía y las fuerzas de Seguridad de la ciudad detuvieron a un grupo de jóvenes (Felipe García Prieto, de 23 años; Fernando Rebaque Vigón, de 17; Tomás Prieto, de 16; Marcelino Fernández Gutiérrez, de 26, y Miguel Carro Fernández, de 16) por tratar de interrumpir la procesión del Silencio lanzando silbidos y cantando la Internacional, sin que se pudiera detener a Manuel Díaz Arroyo, que se dio a la fuga.
La Semana Santa, en los días finales de marzo de 1934, era celebrada en Jiménez de Jamuz con el entusiasmo de siempre por los ritos y cultos de aquellas fechas, y con las tradicionales proce-siones del Jueves y el Viernes Santo, una y otra con sermón de desagravios al Santo Cristo y a la Soledad, decía el párroco en la crónica que publica El Adelanto.
Paso de la Semana Santa ante el Hospicio de León.
También en Santa María del Páramo se habían oficiado con solemnidad los cultos de Semana Santa, y con gran afluencia de fieles a los actos religiosos, habiéndose observado un orden y compostura dignos de encomio, “aunque no ha faltado algún valiente que debía de sentir frío en la cabeza o creerse caballero cubierto”, se decía. Hubo también algunos enfriados que no asistieron a la misa y a la procesión de “las banderas” (en la que lucieron los mozos el pendón) el día de Santo Toribio en Valdefuentes del Páramo, donde “con grandísimo entusiasmo y más fervor que nunca se celebraron los Oficios de Semana Santa y las tradicionales procesiones”.
Informaba el Diario de León de que las procesiones de la Semana Santa se celebran en 1935 con gran entusiasmo en toda España, aunque en Zaragoza se ha declarado la huelga de terceroles (porteadores) para impedirlas, siendo detenido el comité anarquista y las directivas locales de la CNT y la FAI. También León celebra con gran esplendor los cultos religiosos (el 11 de abril autori-zaba el gobernador civil las procesiones de la Semana Santa bañezana), aunque en la cárcel de Astorga ingresaban el día 20 de aquel mes cuatro individuos “detenidos por pintar algunas paredes con letreros de carácter político y adversos a la religión”.
Se autorizan el día 6 de marzo de 1936 las procesiones de Semana Santa en Zamora por su carácter artístico y tradicional, y es criterio del ministerio de Gobernación, se dice, que se permitan todas, aunque las diversas cofradías maragatas acordarán el 24 de aquel mes no realizarlas en Astorga, mientras que el gobierno decidía cuatro días más tarde, “en vista de que la situación del orden público es satisfactoria”, autorizar las procesiones de la Semana Santa sevillana (que al cabo se celebrarían “con gran fervor y entusiasmo”), ofreciendo el amparo y las garantías máximas para que revistan gran esplendor, acudiendo incluso a ellas varios ministros para colaborar a conseguirlo.
En la Semana Santa de León en 1936, “con la supresión de las procesiones faltó todo el movimiento que siempre han producido, y por ello, sin duda, fue mayor la afluencia y el recogimiento en el interior de los templos”. Tampoco se celebraron procesiones entonces en Sahagún, ni en Destriana, donde “transcurrieron los días de la Semana Santa con las mismas solemnidades de años anteriores, exceptuando las procesiones, ante las circunstancias que atravesamos”. En Astorga resultaron muy concurridos aquella semana los cultos, “aunque se notó la falta de vecinos de los pueblos próximos al no haber habido este año procesiones”, y sí las hubo en Santa María del Páramo, cele-brados allí los actos religiosos “con fervor y recogimiento y las tradicionales procesiones con el orden más completo, garantizado por el ayuntamiento este año en que debido al actual estado de excitación y nerviosismo político y al ambiente social había algún temor de que se alterase” (dirán de unos y otros lugares el Diario de León y el semanario bañezano El Adelanto). Sucedió en la villa paramesa lo que fue habitual en toda España entonces, pues en la mayor parte de los lugares se desarrollaron sin incidencias las procesiones de Semana Santa, resultando anómalo lo que se dio en las otras localidades provinciales. En la capital, en junio la procesión del Corpus habría de celebrarse por el interior de la catedral, “exhalando la Pulcra un gran perfume de fervorosa piedad”.
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.
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No dejaron nunca de salir las procesiones de la Semana Santa de 1932 en Sevilla por el peligro de enfrentamientos con anticlericales oponentes (que no se dio: el gobernador civil y el alcalde ofrecieron y aseguraron aumentar la subvención, y Alcalá-Zamora presidiría el palco de la plaza San Francisco; ni la República boicoteaba la Semana Santa, ni se producirían altercados, pues los propios costaleros asalariados, en su mayoría del sindicato anarquista, habían dado seguridades al efecto), como después y durante el franquismo y hasta hace bien poco falazmente se propaló, sino porque, según informaba el Diario de León entre el 12 y el 22 de febrero, “en Sevilla no habrá procesiones; es acuerdo de casi todas las hermandades (apoyado por el cardenal-arzobispo sevillano) no salir en la Semana Santa. Cuando la religión católica ocupe el puesto que le corresponde saldrán las procesiones”. Decisión tomada como protesta por lo legislado por las Cortes, que las cofradías entendieron pernicioso, y a la que tan solo una se opuso, la humilde hermandad trianera de la Estre-lla (llamada desde entonces la Valiente), desfilando contra la voluntad de todas las restantes. En ello consistió su valentía, en oponerse a lo decidido por la Iglesia y en romper su boicot, y no en la le-yenda y el mito fabricados de una cofradía que hizo frente al peligro de los comunistas y salió a la calle cuando las demás no se atrevieron por miedo (“esta cofradía, que es del pueblo, al pueblo se debe, que es tanto como decir que se debe al régimen constituido legalmente; es decir, a la Repúbli-ca", notificaron los cofrades en su acuerdo de procesionar). En 1934 saldrían trece cofradías, y en 1935 y 1936 volverían a desfilar todas las hermandades, sin que tampoco pasara entonces nada.
Acuerdos como el de Sevilla y otras poblaciones fueron secundados unánimemente por las cofradías de Astorga, que decidieron igualmente suspender las tradicionales procesiones. Como mostraba el Diario de León, el gobierno civil autorizaba la inmensa mayoría. Se solicitan permisos (y se obtienen) desde La Bañeza para las procesiones del Corpus y del 3 de junio, y desde San Mamés de la Vega “para celebrarla el día del patrón del pueblo”. La del día de la Inmaculada se celebró por el interior de la iglesia bañezana de Santa María.
Los representantes de las cofradías de Zamora decidían en reunión no sacar las procesiones en la Semana Santa de 1933 e intensificar los cultos celebrados dentro de los templos. La del Viernes Santo, 14 de abril, sería en León modelo de compostura y orden, sin que se registrara el menor disturbio. En ella y en las grandes fiestas de la Semana Santa “los no creyentes leoneses manifesta-ron su respeto a los sentimientos noblemente sentidos por los demás”, decía el Diario de León el día 15. En San Pedro Bercianos, por el contrario, el día de Jueves Santo, cuando en la sacristía se can-taba el Miserere, algunos rompieron desde fuera con grandes piedras los cristales de una ventana de la iglesia.
En Morla de la Valdería, uno de los días de la Semana Santa desaparecía la cruz de la entrada del pueblo, frente al estanco de Juan Castaño, arrancada durante la noche y tirada al río, de don-de la rescató el joven Feliciano Castaño, que la arregló y colocó en el lugar que antes ocupaba. En Jiménez de Jamuz, obtenido el permiso del gobernador, se celebraban los actos de la sacra semana con la mayor esplendidez y entusiasmo.
En la Semana Santa de 1934 se celebraron las procesiones con total tranquilidad en toda España (incluida Sevilla donde se esperaban conflictos y se habían reforzado las fuerzas policiales), y fueron en León modelo de orden y recogimiento, aunque algo deslucidas porque en la del viernes “un grupo de ineducados jóvenes socialistas no dejaron al Orfeón Leonés terminar de cantar el Miserere en la Plaza de Santo Domingo (así seguía nombrando el Diario de León aquella plaza que desde el inicio del periodo republicano había sido renombrada como Plaza de la Libertad), dando vivas a la República y a la anarquía, lo que hizo que tuvieran que actuar los guardias de Asalto produciéndose carreras. Algunos de los alborotadores fueron detenidos y puestos a disposición del Tribunal de Urgencia (que los absolverá el día 9), y otros multados por oponerse a la conducción de los tres apresados. Según La Democracia (y que niega el rotativo del que se dice ser “órgano del obispado”), en aquella procesión se iniciaba el alboroto porque “un cura de todos conocido había dado un viva a la monarquía y otro a Cristo Rey”.
Las cofradías, la Cámara de Comercio y la Unión Gremial acordaban la salida de procesiones en la Semana Santa astorgana de 1934, para cuyo logro se designó una comisión integrada por los Hermanos Mayores de las congregaciones y representantes de aquellas entidades. Después, la policía y las fuerzas de Seguridad de la ciudad detuvieron a un grupo de jóvenes (Felipe García Prieto, de 23 años; Fernando Rebaque Vigón, de 17; Tomás Prieto, de 16; Marcelino Fernández Gutiérrez, de 26, y Miguel Carro Fernández, de 16) por tratar de interrumpir la procesión del Silencio lanzando silbidos y cantando la Internacional, sin que se pudiera detener a Manuel Díaz Arroyo, que se dio a la fuga.
La Semana Santa, en los días finales de marzo de 1934, era celebrada en Jiménez de Jamuz con el entusiasmo de siempre por los ritos y cultos de aquellas fechas, y con las tradicionales proce-siones del Jueves y el Viernes Santo, una y otra con sermón de desagravios al Santo Cristo y a la Soledad, decía el párroco en la crónica que publica El Adelanto.
![[Img #7370]](upload/img/periodico/img_7370.jpg)
Paso de la Semana Santa ante el Hospicio de León.
También en Santa María del Páramo se habían oficiado con solemnidad los cultos de Semana Santa, y con gran afluencia de fieles a los actos religiosos, habiéndose observado un orden y compostura dignos de encomio, “aunque no ha faltado algún valiente que debía de sentir frío en la cabeza o creerse caballero cubierto”, se decía. Hubo también algunos enfriados que no asistieron a la misa y a la procesión de “las banderas” (en la que lucieron los mozos el pendón) el día de Santo Toribio en Valdefuentes del Páramo, donde “con grandísimo entusiasmo y más fervor que nunca se celebraron los Oficios de Semana Santa y las tradicionales procesiones”.
Informaba el Diario de León de que las procesiones de la Semana Santa se celebran en 1935 con gran entusiasmo en toda España, aunque en Zaragoza se ha declarado la huelga de terceroles (porteadores) para impedirlas, siendo detenido el comité anarquista y las directivas locales de la CNT y la FAI. También León celebra con gran esplendor los cultos religiosos (el 11 de abril autori-zaba el gobernador civil las procesiones de la Semana Santa bañezana), aunque en la cárcel de Astorga ingresaban el día 20 de aquel mes cuatro individuos “detenidos por pintar algunas paredes con letreros de carácter político y adversos a la religión”.
Se autorizan el día 6 de marzo de 1936 las procesiones de Semana Santa en Zamora por su carácter artístico y tradicional, y es criterio del ministerio de Gobernación, se dice, que se permitan todas, aunque las diversas cofradías maragatas acordarán el 24 de aquel mes no realizarlas en Astorga, mientras que el gobierno decidía cuatro días más tarde, “en vista de que la situación del orden público es satisfactoria”, autorizar las procesiones de la Semana Santa sevillana (que al cabo se celebrarían “con gran fervor y entusiasmo”), ofreciendo el amparo y las garantías máximas para que revistan gran esplendor, acudiendo incluso a ellas varios ministros para colaborar a conseguirlo.
En la Semana Santa de León en 1936, “con la supresión de las procesiones faltó todo el movimiento que siempre han producido, y por ello, sin duda, fue mayor la afluencia y el recogimiento en el interior de los templos”. Tampoco se celebraron procesiones entonces en Sahagún, ni en Destriana, donde “transcurrieron los días de la Semana Santa con las mismas solemnidades de años anteriores, exceptuando las procesiones, ante las circunstancias que atravesamos”. En Astorga resultaron muy concurridos aquella semana los cultos, “aunque se notó la falta de vecinos de los pueblos próximos al no haber habido este año procesiones”, y sí las hubo en Santa María del Páramo, cele-brados allí los actos religiosos “con fervor y recogimiento y las tradicionales procesiones con el orden más completo, garantizado por el ayuntamiento este año en que debido al actual estado de excitación y nerviosismo político y al ambiente social había algún temor de que se alterase” (dirán de unos y otros lugares el Diario de León y el semanario bañezano El Adelanto). Sucedió en la villa paramesa lo que fue habitual en toda España entonces, pues en la mayor parte de los lugares se desarrollaron sin incidencias las procesiones de Semana Santa, resultando anómalo lo que se dio en las otras localidades provinciales. En la capital, en junio la procesión del Corpus habría de celebrarse por el interior de la catedral, “exhalando la Pulcra un gran perfume de fervorosa piedad”.
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.
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