Hoy, todavía, siempre
'Nos mira la piedad desde las alambradas'. Marifé Santiago Bolaños'. Olifante, Zaragoza 2013
La palabra, en algunos momentos, nos queda corta
como aquel pantalón de la infancia que con recosidos o
remiendos ha superado su tiempo. La palabra no siempre abarca los mismos
puntos cardinales u horizontes que la mirada; si del sentir se
trata, aquella encoge y muestra su incapacidad, su insuficiencia para
dibujar el color de las emociones o la hondura de la necedad humana;
ante la infamia, quisiera enmudecer y preservar su dignidad, mas reconoce
y sabe que el silencio anega toda intención en la desesperanza. En
ocasiones, por momentos, habrá que reforzar esa palabra para que no anime
o caiga en la desmemoria. Sea como fuere ha de sostenerse en
pie, ha de resistir porque "resistir es sobrevivir para poder
contarlo fuera": aquello que consigue salir fuera, cuanto se cuente más allá
de los límites, difícilmente regresará al olvido.
![[Img #7481]](upload/img/periodico/img_7481.jpg)
Marifé Santiago nos entrega
en su texto un abrazo, acompañado de esa plegaria que brota urgente e imparable,
necesaria tras el "viaje moral" -recuerda en palabras de J.C.Mestre-
que en agosto de 2011
realizó a Auschwitz en compañía del poeta de
Villafranca del Bierzo, El Lebrijano, Berta Ojea y Henar Corbí. ¡Qué
difícil hallar palabras que acojan la poesía lúcida, que sean capaces de
mantener en hora el
reloj del compromiso ético con cuantos perdieron
la voz mas no la herencia! ¡¡En este poemario Marifé las encuentra;
les da alma bajo su cobijo!!
Recuerdo que Juan Gelman,
viajero ya definitivo, siempre tenaz ante la infamia, aseguraba:"a la poesía me
obliga el dolor ajeno". En estos poemas, en cuatro visiones-sueño la
poeta transustancia el tiempo del dolor en sentimiento propio que
quisiera colectivo y partícipe, nunca acosado por el devenir.
"Se van las palabras, se vacían los destinos, enferman los
sentimientos", escribe en el poema-visión XV. La vergüenza que desde entonces
cubre al hombre, aquel exterminio y cuantos exterminios lo
persiguen, manifiestan tal desnudez que "no la cubrirán ya nunca ni
ropas ni decretos" (XXIV).
Los ríos también guardan, ¿ocultan cómplices?,
la Historia. En los grandes ríos de Europa también tienen asiento
fragmentados los fondos de la memoria: "Vístula, como Danubio: dos
nombres de ríos majestuosos que guardan la memoria más abyecta de Europa. No
hay reconocimiento sacrificial en tales aguas. No caben mitos en
tales aguas" (XXVII). ¡El agua, imprescindible siempre; también guardiana
itinerante de la memoria!
En los versos, en los
versículos de este poemario el lenguaje directo, sin concesiones al canto grandilocuente
y huero, sin "sentimentalina" doctrinal, alcanza de
verdad lo más profundo del ser
humano. No deja espacio para la amargura ni
queda exiliada la Belleza; aquí el sentir humano no se alimenta de
lágrimas; lo refrigera la Ética.
La palabra, en algunos momentos, nos queda corta
como aquel pantalón de la infancia que con recosidos o
remiendos ha superado su tiempo. La palabra no siempre abarca los mismos
puntos cardinales u horizontes que la mirada; si del sentir se
trata, aquella encoge y muestra su incapacidad, su insuficiencia para
dibujar el color de las emociones o la hondura de la necedad humana;
ante la infamia, quisiera enmudecer y preservar su dignidad, mas reconoce
y sabe que el silencio anega toda intención en la desesperanza. En
ocasiones, por momentos, habrá que reforzar esa palabra para que no anime
o caiga en la desmemoria. Sea como fuere ha de sostenerse en
pie, ha de resistir porque "resistir es sobrevivir para poder
contarlo fuera": aquello que consigue salir fuera, cuanto se cuente más allá
de los límites, difícilmente regresará al olvido.
Marifé Santiago nos entrega
en su texto un abrazo, acompañado de esa plegaria que brota urgente e imparable,
necesaria tras el "viaje moral" -recuerda en palabras de J.C.Mestre-
que en agosto de 2011
realizó a Auschwitz en compañía del poeta de
Villafranca del Bierzo, El Lebrijano, Berta Ojea y Henar Corbí. ¡Qué
difícil hallar palabras que acojan la poesía lúcida, que sean capaces de
mantener en hora el
reloj del compromiso ético con cuantos perdieron
la voz mas no la herencia! ¡¡En este poemario Marifé las encuentra;
les da alma bajo su cobijo!!
Recuerdo que Juan Gelman, viajero ya definitivo, siempre tenaz ante la infamia, aseguraba:"a la poesía me obliga el dolor ajeno". En estos poemas, en cuatro visiones-sueño la poeta transustancia el tiempo del dolor en sentimiento propio que quisiera colectivo y partícipe, nunca acosado por el devenir. "Se van las palabras, se vacían los destinos, enferman los sentimientos", escribe en el poema-visión XV. La vergüenza que desde entonces cubre al hombre, aquel exterminio y cuantos exterminios lo persiguen, manifiestan tal desnudez que "no la cubrirán ya nunca ni ropas ni decretos" (XXIV).
Los ríos también guardan, ¿ocultan cómplices?, la Historia. En los grandes ríos de Europa también tienen asiento fragmentados los fondos de la memoria: "Vístula, como Danubio: dos nombres de ríos majestuosos que guardan la memoria más abyecta de Europa. No hay reconocimiento sacrificial en tales aguas. No caben mitos en tales aguas" (XXVII). ¡El agua, imprescindible siempre; también guardiana itinerante de la memoria!
En los versos, en los
versículos de este poemario el lenguaje directo, sin concesiones al canto grandilocuente
y huero, sin "sentimentalina" doctrinal, alcanza de
verdad lo más profundo del ser
humano. No deja espacio para la amargura ni
queda exiliada la Belleza; aquí el sentir humano no se alimenta de
lágrimas; lo refrigera la Ética.