A los ochenta años de la muerte del Premio Nobel Ramón y Cajal
Manuel Ángel Ingelmo Tejerina (*)
Hacemos aquí un homenaje al doctor Santiago Ramón y Cajal, una de las grandes personalidades del siglo pasado. Poco conocido entre la mayor parte de los españoles, a pesar de la vigencia de su ingente obra. Esperamos que después de esta lectura Cajal sea algo más que una calle.
![[Img #9564]](upload/img/periodico/img_9564.jpg)
Hace ahora 80 años que nos dejó una de las personalidades más grandes que ha tenido la ciencia española. Y aquí la elección no es difícil, dado el pequeño número de científicos ilustres. Si se tratase de literatos o pintores, lo tendríamos más difícil a la hora de quedarnos con uno, pero en este campo, la figura de Don Santiago Ramón y Cajal es indiscutible. Es más, si preguntásemos por 'Nobeles' españoles, seguramente la mayor parte de la gente recordaría algunos literatos. No podría encontrar ningún físico ni químico, porque no los hay; pero dentro de la medicina se tendría que referir al hombre que nos ocupa, porque hay que recordar que el asturiano Severo Ochoa, tenía nacionalidad norteamericana cuando recibió su Nóbel, lo que tampoco le quita valor.
Sin embargo las circunstancias fueron muy distintas en ambos personajes: Cajal hizo toda su carrera científica aquí y con medios muy limitados. Ochoa tuvo que irse fuera para poder disponer de mejores medios.
La influencia paterna
Parece decisiva a todas luces la influencia de D. Justo Ramón, médico rural, sobre su hijo. El joven Santiago era bastante movido y tenía una clara inclinación artística. Sin embargo su padre le condujo a estudiar Medicina como él, Aun así, no terminó de dar gusto a su progenitor, ya que tras una primera experiencia en Cuba, decidió dedicarse a la docencia e investigación. Esto en España, y más entonces, era una carrera incierta y poco boyante.
De todos modos, la dura educación recibida y quizá el carácter navarro- aragonés del muchacho, no le hizo cejar en su empeño, ya que a sí mismo se considera una persona normal. Tuvo que hacer la tesis, casi con la oposición de su padre, que temía que volviese a sus andanzas artísticas, y su calificación fue de notable. Después fracasó en algunas oposiciones, por lo que el padre le aconsejó que abriese una consulta.
Nuestro hombre tenía una cosa clara: no quería ser un médico más o menos renombrado y tener una situación holgada, sino que quería “esclarecer los misterios ocultos en la ciencia”, aunque diesen menos dinero. Él sabía que antes o después “seremos olvidados, pero nos quedará la satisfacción de que los descendientes nos deberán algo de su dicha y el mundo resultará más agradable e inteligible”.
Y también sabía que cada uno es escultor de su propio cerebro (el cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, por lo que con voluntad enérgica, puede mejorar mucho su organización). Además se opone a la excesiva admiración de los grandes hombres, que llegaron a serlo precisamente por su trabajo. “No hay cuestiones agotadas, sino hombres agotados en las cuestiones”.
Trabajo científico
Su labor es ingente ya que tiene 15 libros y casi 300 artículos, que fueron traducidos especialmente al francés y alemán, lenguas básicas en la época si uno quería ser conocido en el mundo científico. La idea romántica de los primeros trabajos, publicados por él mismo y distribuidos entre cuatro amigos, no sirve de mucho, cuando se trata de dar a conocer algo importante.
![[Img #9566]](upload/img/periodico/img_9566.jpg)
Como era consciente de su precariedad de medios -sabía que no podía dedicarse a la naciente bioquímica, mucho más cara, se dedicó a la neurohistología. Viendo la complejidad del sistema nervioso, especialmente humano, empezó estudiando formas nerviosas de embriones de animales más sencillos, aves y pequeños mamíferos, abandonando la teoría reticular, que estaba en boga. Cajal se decantó por la neurona individual como célula formadora del intrincado sistema de nervios, lo que supuso una revolución en esta ciencia, hacia 1888. Siguió hasta publicar en 1891 el principio de la polarización dinámica, demostrando el sentido de la corriente nerviosa.
Todo esto aderezado con unos prodigiosos dibujos, en los que interpretaba sus observaciones al microscopio. Y podríamos calificarlo de visionario, porque es difícil comprender cómo con 1000 aumentos pudo precisar cosas que se han comprobado 100 años más tarde, con medios mucho más sofisticados.
Premio Nobel 1906
Sus trabajos científicos siguieron y en 1900 recibió el Premio Moscú de investigación, que le abriría la puerta al Nóbel de Medicina en 1906, reconociendo la valía de su contribución al estudio del sistema nervioso y compartiéndolo con el italiano Golgi, que todos los estudiantes conocen, por su famoso aparato, incluso más que a Cajal. De todos modos, a partir de ahora, también se estudiará el cuerpo Cajal (reconocido en Praga, 1999), que es un orgánulo del núcleo de la célula descubierto por él en 1903, y nombrado como cuerpo accesorio. Tiene relación con la atrofia muscular espinal, lo que nos indica, que el conocimiento científico no es un mero pasatiempo de estos raros personajes, sino que contribuye decisivamente al estudio de la patología humana, y a la posible solución de enfermedades terribles.
Mientras Cajal ha sido puesto al frente del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, que era un centro pionero, dotado con material por 80 000 pesetas, más el que puso el propio científico. Allí investigó 30 años, desde 1901. También fue presidente de la Junta de Ampliación de Estudios, que daría paso en 1932 al Instituto Cajal, 2 años antes de su muerte y que sigue existiendo como centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este Instituto nunca fue muy de su agrado, a pesar de la escuela por él creada, pero le pilló un poco mayor, como recuerda en sus memorias de un octogenario.
![[Img #9565]](upload/img/periodico/img_9565.jpg)
Vigencia actual de su obra
Además de la vigencia científica, que queda dicha y que es impresionante casi cien años más tarde, la humana no ofrece ninguna duda. Tenemos la suerte de contar con sus libros autobiográficos, como el último anteriormente citado.
Es muy interesante 'Reglas y consejos sobre investigación científica (Los tónicos de la voluntad)', reeditado en la colección Austral y prologado por Severo Ochoa, quien se lamenta de no haberse presentado al maestro, cuando era un joven estudiante de medicina y aquel ya no estaba en la Facultad.
En el citado libro dice: “En la Universidad se enseña a trabajar, pero el ambiente social, obra del Estado, enseña algo mejor: el respeto y la admiración hacia el hombre de ciencia. De nada sirve que el universitario reciba una cultura técnica eficiente y el ansia noble y patriótica de colaborar con la civilización, si al mismo tiempo no ve menospreciada la pereza, aborrecidas la farsa y la intriga, galardonado el mérito superior y reverenciado el genio. ¡Educación y Justicia, en fin!... He aquí el secreto”.
Sólo estas frases ya nos darían bastante para pensar y discutir su vigencia, que habría de ser plena, en un momento que se ensalza más el triunfo rápido que el trabajo, especialmente en la TV., la gran consejera de jóvenes y menos jóvenes.
¿Cómo es posible que tenga más importancia, por el machaconeo diario un futbolista o una tonadillera, que un médico que salva la vida a multitud de pacientes o un escritor o un maestro, que abren nuestra mente a un mundo más rico y pleno?.
(*) Químico y profesor del IES de San Andrés del Rabanedo
m.ingelmo@iessanandres.com
Manuel Ángel Ingelmo Tejerina (*)
Hacemos aquí un homenaje al doctor Santiago Ramón y Cajal, una de las grandes personalidades del siglo pasado. Poco conocido entre la mayor parte de los españoles, a pesar de la vigencia de su ingente obra. Esperamos que después de esta lectura Cajal sea algo más que una calle.
![[Img #9564]](upload/img/periodico/img_9564.jpg)
Hace ahora 80 años que nos dejó una de las personalidades más grandes que ha tenido la ciencia española. Y aquí la elección no es difícil, dado el pequeño número de científicos ilustres. Si se tratase de literatos o pintores, lo tendríamos más difícil a la hora de quedarnos con uno, pero en este campo, la figura de Don Santiago Ramón y Cajal es indiscutible. Es más, si preguntásemos por 'Nobeles' españoles, seguramente la mayor parte de la gente recordaría algunos literatos. No podría encontrar ningún físico ni químico, porque no los hay; pero dentro de la medicina se tendría que referir al hombre que nos ocupa, porque hay que recordar que el asturiano Severo Ochoa, tenía nacionalidad norteamericana cuando recibió su Nóbel, lo que tampoco le quita valor.
Sin embargo las circunstancias fueron muy distintas en ambos personajes: Cajal hizo toda su carrera científica aquí y con medios muy limitados. Ochoa tuvo que irse fuera para poder disponer de mejores medios.
La influencia paterna
Parece decisiva a todas luces la influencia de D. Justo Ramón, médico rural, sobre su hijo. El joven Santiago era bastante movido y tenía una clara inclinación artística. Sin embargo su padre le condujo a estudiar Medicina como él, Aun así, no terminó de dar gusto a su progenitor, ya que tras una primera experiencia en Cuba, decidió dedicarse a la docencia e investigación. Esto en España, y más entonces, era una carrera incierta y poco boyante.
De todos modos, la dura educación recibida y quizá el carácter navarro- aragonés del muchacho, no le hizo cejar en su empeño, ya que a sí mismo se considera una persona normal. Tuvo que hacer la tesis, casi con la oposición de su padre, que temía que volviese a sus andanzas artísticas, y su calificación fue de notable. Después fracasó en algunas oposiciones, por lo que el padre le aconsejó que abriese una consulta.
Nuestro hombre tenía una cosa clara: no quería ser un médico más o menos renombrado y tener una situación holgada, sino que quería “esclarecer los misterios ocultos en la ciencia”, aunque diesen menos dinero. Él sabía que antes o después “seremos olvidados, pero nos quedará la satisfacción de que los descendientes nos deberán algo de su dicha y el mundo resultará más agradable e inteligible”.
Y también sabía que cada uno es escultor de su propio cerebro (el cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, por lo que con voluntad enérgica, puede mejorar mucho su organización). Además se opone a la excesiva admiración de los grandes hombres, que llegaron a serlo precisamente por su trabajo. “No hay cuestiones agotadas, sino hombres agotados en las cuestiones”.
Trabajo científico
Su labor es ingente ya que tiene 15 libros y casi 300 artículos, que fueron traducidos especialmente al francés y alemán, lenguas básicas en la época si uno quería ser conocido en el mundo científico. La idea romántica de los primeros trabajos, publicados por él mismo y distribuidos entre cuatro amigos, no sirve de mucho, cuando se trata de dar a conocer algo importante.
![[Img #9566]](upload/img/periodico/img_9566.jpg)
Como era consciente de su precariedad de medios -sabía que no podía dedicarse a la naciente bioquímica, mucho más cara, se dedicó a la neurohistología. Viendo la complejidad del sistema nervioso, especialmente humano, empezó estudiando formas nerviosas de embriones de animales más sencillos, aves y pequeños mamíferos, abandonando la teoría reticular, que estaba en boga. Cajal se decantó por la neurona individual como célula formadora del intrincado sistema de nervios, lo que supuso una revolución en esta ciencia, hacia 1888. Siguió hasta publicar en 1891 el principio de la polarización dinámica, demostrando el sentido de la corriente nerviosa.
Todo esto aderezado con unos prodigiosos dibujos, en los que interpretaba sus observaciones al microscopio. Y podríamos calificarlo de visionario, porque es difícil comprender cómo con 1000 aumentos pudo precisar cosas que se han comprobado 100 años más tarde, con medios mucho más sofisticados.
Premio Nobel 1906
Sus trabajos científicos siguieron y en 1900 recibió el Premio Moscú de investigación, que le abriría la puerta al Nóbel de Medicina en 1906, reconociendo la valía de su contribución al estudio del sistema nervioso y compartiéndolo con el italiano Golgi, que todos los estudiantes conocen, por su famoso aparato, incluso más que a Cajal. De todos modos, a partir de ahora, también se estudiará el cuerpo Cajal (reconocido en Praga, 1999), que es un orgánulo del núcleo de la célula descubierto por él en 1903, y nombrado como cuerpo accesorio. Tiene relación con la atrofia muscular espinal, lo que nos indica, que el conocimiento científico no es un mero pasatiempo de estos raros personajes, sino que contribuye decisivamente al estudio de la patología humana, y a la posible solución de enfermedades terribles.
Mientras Cajal ha sido puesto al frente del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, que era un centro pionero, dotado con material por 80 000 pesetas, más el que puso el propio científico. Allí investigó 30 años, desde 1901. También fue presidente de la Junta de Ampliación de Estudios, que daría paso en 1932 al Instituto Cajal, 2 años antes de su muerte y que sigue existiendo como centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este Instituto nunca fue muy de su agrado, a pesar de la escuela por él creada, pero le pilló un poco mayor, como recuerda en sus memorias de un octogenario.
![[Img #9565]](upload/img/periodico/img_9565.jpg)
Vigencia actual de su obra
Además de la vigencia científica, que queda dicha y que es impresionante casi cien años más tarde, la humana no ofrece ninguna duda. Tenemos la suerte de contar con sus libros autobiográficos, como el último anteriormente citado.
Es muy interesante 'Reglas y consejos sobre investigación científica (Los tónicos de la voluntad)', reeditado en la colección Austral y prologado por Severo Ochoa, quien se lamenta de no haberse presentado al maestro, cuando era un joven estudiante de medicina y aquel ya no estaba en la Facultad.
En el citado libro dice: “En la Universidad se enseña a trabajar, pero el ambiente social, obra del Estado, enseña algo mejor: el respeto y la admiración hacia el hombre de ciencia. De nada sirve que el universitario reciba una cultura técnica eficiente y el ansia noble y patriótica de colaborar con la civilización, si al mismo tiempo no ve menospreciada la pereza, aborrecidas la farsa y la intriga, galardonado el mérito superior y reverenciado el genio. ¡Educación y Justicia, en fin!... He aquí el secreto”.
Sólo estas frases ya nos darían bastante para pensar y discutir su vigencia, que habría de ser plena, en un momento que se ensalza más el triunfo rápido que el trabajo, especialmente en la TV., la gran consejera de jóvenes y menos jóvenes.
¿Cómo es posible que tenga más importancia, por el machaconeo diario un futbolista o una tonadillera, que un médico que salva la vida a multitud de pacientes o un escritor o un maestro, que abren nuestra mente a un mundo más rico y pleno?.
(*) Químico y profesor del IES de San Andrés del Rabanedo
m.ingelmo@iessanandres.com






