Juan José Alonso Perandones
Martes, 27 de Mayo de 2014
De nuevo, en Europa, la imperiosa necesidad de la socialdemocracia
Finalizados los comicios de las elecciones al Parlamento Europeo, los medios de comunicación españoles están centrándose ante todo en la repercusión de las votaciones en la Nación; pero, en realidad, lo que aquí ahora importa, no son fenómenos de impacto, ante todo televisivo, como fue en su día, en calidad de mimada tránsfuga, el encumbramiento de Rosa Díez, o bien, hoy, la atractiva dialéctica incisiva de Pablo Iglesias; tampoco es lo relevante el ascenso contenido de la amalgama de IU. Este arañazo al PP, y en mayor medida al PSOE, no supone el fin del bipartidismo, porque el número de votantes que acuden a las urnas, la aplicación de la ley electoral, las peculiaridades propias de esta elección, nada o poco tienen que ver con el resto de comicios, sean municipales, autonómicos o nacionales. Para concluir con esta interpretación relativa a España: los resultados de este domingo lo que barruntan es un Congreso en la carrera de San Jerónimo con muchos grillos y con desentonado canto. Pero, en fin, todo está por ver, fundamentalmente cómo el PSOE va a resolver una nueva etapa en su dilatada historia.
Porque, dado el resultado electoral, lo importante, pues, es cómo va a ser la relación, la negociación, día a día, entre los conservadores europeos (el PPE), y los socialdemócratas (S&D), con sus 212 y 187 europarlamentarios respectivamente, en un Parlamento con 715 miembros. Y guste o no, la clave está en Alemania. Primero porque aún está por ver, dado que en ese país existe un gobierno de coalición entre ambos partidos, si Merkel va a apoyar al luxemburgués, Juncker, de su tendencia política, o al alemán, Schulz, socialdemócrata, o admitir una "tercera vía". A la socialdemocracia, que ha deparado tanto bienestar y justicia social a Europa, aunque sea la segunda fuerza política, le toca desempeñar un papel esencial en el futuro inmediato: frente a la representación cosechada por parte de los partidos de la derecha extrema, en Francia, Holanda, Gran Bretaña..., que tienen como bandera el considerarnos a los del sur unos paniaguados, y proclaman la insolidaridad europea, cuando no el abandono de la Unión, Schulz ha de abanderar la solidaridad. Solidaridad para evitar su desmembramiento, para conservar un propósito que ha superado las dos guerras mundiales; razones estas suficientes para dar un giro a las medidas hasta ahora aplicadas en la Unión, y que han creado la desafección, por la repercusión en el bienestar social y en el paro, de españoles, portugueses y griegos, fundamentalmente. Si bien el socialismo ha tenido un serio revés en Francia, en otros países, como Italia, Portugal, Suecia, o la misma Alemania..., se ha recuperado, y es, hoy, de nuevo, la fuerza política que ha de defender los principios de una unión de países, con cultura común, de la que España ha salido tan beneficiada, no solo en el aspecto económico sino también en el aprendizaje democrático y en librarnos de un aislamiento que tanto daño causó a generaciones anteriores como la nuestra.
El presidente Hollande, en su valoración del resultado electoral en Francia, pese a la sangría del partido socialista francés, ha dejado clara su vocación europea, como lo fue también la de otros presidentes, Miterrand, Kohl o Felipe González (aquel "inseparable trío"). La “entente” Francia & Alemania se necesita ahora más que nunca. Para que no fracase un proyecto en común, participado por 28 naciones de Europa.
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Finalizados los comicios de las elecciones al Parlamento Europeo, los medios de comunicación españoles están centrándose ante todo en la repercusión de las votaciones en la Nación; pero, en realidad, lo que aquí ahora importa, no son fenómenos de impacto, ante todo televisivo, como fue en su día, en calidad de mimada tránsfuga, el encumbramiento de Rosa Díez, o bien, hoy, la atractiva dialéctica incisiva de Pablo Iglesias; tampoco es lo relevante el ascenso contenido de la amalgama de IU. Este arañazo al PP, y en mayor medida al PSOE, no supone el fin del bipartidismo, porque el número de votantes que acuden a las urnas, la aplicación de la ley electoral, las peculiaridades propias de esta elección, nada o poco tienen que ver con el resto de comicios, sean municipales, autonómicos o nacionales. Para concluir con esta interpretación relativa a España: los resultados de este domingo lo que barruntan es un Congreso en la carrera de San Jerónimo con muchos grillos y con desentonado canto. Pero, en fin, todo está por ver, fundamentalmente cómo el PSOE va a resolver una nueva etapa en su dilatada historia.
Porque, dado el resultado electoral, lo importante, pues, es cómo va a ser la relación, la negociación, día a día, entre los conservadores europeos (el PPE), y los socialdemócratas (S&D), con sus 212 y 187 europarlamentarios respectivamente, en un Parlamento con 715 miembros. Y guste o no, la clave está en Alemania. Primero porque aún está por ver, dado que en ese país existe un gobierno de coalición entre ambos partidos, si Merkel va a apoyar al luxemburgués, Juncker, de su tendencia política, o al alemán, Schulz, socialdemócrata, o admitir una "tercera vía". A la socialdemocracia, que ha deparado tanto bienestar y justicia social a Europa, aunque sea la segunda fuerza política, le toca desempeñar un papel esencial en el futuro inmediato: frente a la representación cosechada por parte de los partidos de la derecha extrema, en Francia, Holanda, Gran Bretaña..., que tienen como bandera el considerarnos a los del sur unos paniaguados, y proclaman la insolidaridad europea, cuando no el abandono de la Unión, Schulz ha de abanderar la solidaridad. Solidaridad para evitar su desmembramiento, para conservar un propósito que ha superado las dos guerras mundiales; razones estas suficientes para dar un giro a las medidas hasta ahora aplicadas en la Unión, y que han creado la desafección, por la repercusión en el bienestar social y en el paro, de españoles, portugueses y griegos, fundamentalmente. Si bien el socialismo ha tenido un serio revés en Francia, en otros países, como Italia, Portugal, Suecia, o la misma Alemania..., se ha recuperado, y es, hoy, de nuevo, la fuerza política que ha de defender los principios de una unión de países, con cultura común, de la que España ha salido tan beneficiada, no solo en el aspecto económico sino también en el aprendizaje democrático y en librarnos de un aislamiento que tanto daño causó a generaciones anteriores como la nuestra.
El presidente Hollande, en su valoración del resultado electoral en Francia, pese a la sangría del partido socialista francés, ha dejado clara su vocación europea, como lo fue también la de otros presidentes, Miterrand, Kohl o Felipe González (aquel "inseparable trío"). La “entente” Francia & Alemania se necesita ahora más que nunca. Para que no fracase un proyecto en común, participado por 28 naciones de Europa.
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