JRJ y Luis Felipe Vivanco, la recuperación de un robo
Juan C. León Brázquez
Dos centenarios unen este año a Astorga y Juan Ramón Jiménez, la publicación en 1914 de La Esfinge Maragata y de Platero y yo. Dos libros esenciales de la literatura española.
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El hombre que convirtiera a Leopoldo Panero a la Falange, el poeta Luis Felipe Vivanco, fue decisivo para que Juan Ramón Jiménez recuperara gran parte de lo que le robaron en su casa de Madrid, nada más terminar la guerra civil. Luis Felipe Vivanco convivió con Panero jornadas de poesía en Villa Odila, en Castrillo de las Piedras, y en Astorga. Había conocido al mayor de los Panero, Juan, mientras estudiaba, en tiempos de la República, Filosofía y Letras en Madrid. Más tarde, junto a Leopoldo Panero (asistió a su boda en 1941), Dionisio Ridruejo y Luis Rosales formó la llamada generación del 36. Un poeta que se arrepintió, como ocurrió con Rosales o Ridruejo, de sus conexiones con el franquismo y de haber “contribuido en alguna medida a instaurar un régimen que había suprimido las libertades”. Leopoldo Panero fue el único del grupo que no pudo retractarse por morir muy joven, en 1962 con poco más de 52 años. Su amigo Vivanco, a quien JRJ calificó como “persona decente”, consiguió que el poeta de Moguer no perdiera todos sus documentos y manuscritos en la rapiña que sufrió mientras se encontraba en el exilio, en Estados Unidos. Esta es la historia.
Hace 75 años, nada más terminar la guerra civil española, la casa de Juan Ramón Jiménez, en Madrid, fue saqueada por tres incipientes literatos falangistas, Carlos Sentís, Félix Ros y Carlos Martínez-Barbeito, quienes de aquel domicilio se llevaron manuscritos, numerosos libros, entre ellos los dedicados por otros autores, mobiliario, objetos personales, discos, cuadros, entre los que se encontraba el conocido retrato que el pintor Daniel Vázquez Díaz realizó a JRJ en 1916 y que este tenía en gran estima. Dicho dibujo a lápiz, a pesar de sus numerosas reproducciones con el rostro del poeta, nunca ha sido recuperado.
JRJ vivía en la calle Padilla de Madrid y había recibido protección de la República durante la guerra civil, pero al entrar las tropas en la capital, el 28 de marzo de 1937, la protección desapareció quedando a cargo de la casa la fiel criada Luisa Andrés, quien a los pocos días tuvo que franquear la puerta a los tres falangistas que se acercaron al domicilio con un camión del Servicio Nacional de Prensa y Propaganda del nuevo régimen, en el que en varios viajes cargaron todo lo que pudieron. Luisa Andrés declaró que aquellos hombres se presentaron aduciendo que tenían permiso para llevarse los bienes del poeta con el fin de protegerlos. Sin embargo, la realidad iba a ser muy diferente, ya que Pablo Bilbao Aristegui visitó el piso, el 3 de abril de 1939, y comprobó que “…daba la impresión y la realidad de haber sido saqueado de la forma más innoble. Luisa Andrés no hacía más que llorar”.
Los amigos del poeta republicano se movilizaron inmediatamente para conocer exactamente lo que había sucedido y quienes tenían los objetos robados. El Servicio Nacional de Prensa y Propaganda (SNPP), al que pertenecía el camión utilizado, se desmarcó inmediatamente del hecho, señalando que los autores habían actuado por cuenta propia y comisionaron a Luis Felipe Vivanco para que resolviera aquel episodio. El poeta estaba entonces a las órdenes de Pedro Laín Entralgo, jefe de Ediciones y Publicaciones, quien a su vez dependía de Dionisio Ridruejo, al mando del SNPP. No tardaron en enterarse de que dos de los asaltantes fueron los falangistas Félix Ros y Carlos Martínez-Barbeito, a los que Vivanco pidió que devolvieran lo sustraído.
Félix Ros reconoció inmediatamente su implicación en el robo y devolvió personalmente a Vivanco una cantidad inconcreta de libros que tenía envueltos en una alfombra, también sustraída de la casa de Juan Ramón, indicando que era todo cuanto tenía. No era cierto, porque años después, entregó a José María Pemán otros 27 libros, a los que había recortado las dedicatorias, y señalando que el resto de libros se encontraban en posesión del falangista, Carlos Sentís, al parecer el principal responsable y quien se quedó con mayor parte del botín. Este siempre lo negó, aunque nadie duda de su autoría, ya que llegó hacer regalos con algún ejemplar sustraído.
![[Img #9834]](upload/img/periodico/img_9834.jpg)
Luis Felipe Vivanco, Pablo Bilbao Aristegui y el alicantino Juan Guerrero, gran amigo del poeta y prácticamente su secretario en España, fueron los primeros en movilizarse para tratar de recuperar lo sustraído. Carlos Martínez-Barbeito, otro de los asaltantes, también colaboró en la devolución, alegando que si fue a la casa de JRJ fue para proteger su obra, ya que se enteró de lo que pensaban hacer otros falangistas y quería evitar males mayores. Sin embargo, fue Vivanco quien le conmino a que devolviera inmediatamente lo que tenía en su poder; así que en dos entregas a Juan Guerrero devolvió parte de lo incautado. JRJ le agradeció el gesto, pero años más tarde insistió en que aun tenía cosas suyas y le pidió que se las devolviera. Martínez-Barbeito negó que conservara nada más del poeta y mantuvo siempre que trató de ayudar desde el primer momento.
Quien nunca devolvió nada fue Carlos Sentís, quien hasta el final (murió en 2011) negó haber participado en aquel asalto, incluso lo dejó escrito en su libro Memorias de un espectador, que publicó con 95 años, en 2006. Sin embargo, entre la extensa correspondencia desde su exilio americano, JRJ le escribió varias veces instándole a que le devolviera lo robado, pero Carlos Sentís contestó de malas maneras, en 1946, diciéndole “que si VD. Piensa seguir diciendo que yo me he quedado con su Biblioteca de Madrid, sepa categóricamente que está pronunciando una total calumnia”. Nadie de los que han estudiado el caso dudan de que Carlos Sentís estuvo implicado.
JRJ siempre lo consideró así, así como agradeció las gestiones de Vivanco. De hecho, en un borrador escrito a lápiz titulado Félix Ros y otros adláteres maleantes, el poeta republicano reconoce que Luis Felipe Vivanco “…lo puso todo a mi disposición en el Servicio de Propaganda y Publicaciones” y curiosamente en ese escrito culpó también a los poetas Pedro Salinas y José Bergamín de haber preparado el asalto. Lo cierto es que JRJ no se llevó nunca bien con Bergamín, precisamente tío de Vivanco.
La noticia trasciende y desde el Departamento de Estado norteamericano y la Embajada de Cuba en Madrid se hacen gestiones para devolver al poeta lo robado. Es Zenobia, la mujer de JRJ, quien escribe en junio de 1939 al Departamento de Estado informándole de que su casa había sido saqueada “ y los originales de algunos libros inéditos robados. Toda nuestra información pasa por manos de la inevitable censura y de esa manera nos llegan noticias sueltas y vagas. También y por la misma razón no hablamos de estas cosas cuando contestamos.[…] Luis Felipe Vivanco es un joven estudioso de literatura conocido de mi marido y parece probable que interviniera para rescatar los manuscritos […] la razón por la que le escribo inmediatamente es debido a que los oficiales cambian tan frecuentemente en España, y más aun en la actualidad, que temo que el Sr. Vivanco sea reemplazado por otra persona con un punto de vista distinto y debemos aprovecharnos del momento oportuno”. En efecto el Departamento de Estado confirmó mas tarde que lo robado estaba en posesión de Vivanco: “We have been informed throug devious channels that these MSS. Are now in the possesion of Luis F. Vivanco of the Servicio Nacional de Propaganda, Serrano 71, Madrid”.
No era cierto, no todo se recuperó. El poeta perdió libros, manuscritos y objetos personales como el retrato de Vázquez Díaz. La noticia agudizó el estado depresivo del poeta andaluz quien sintió la puñalada de aquel acto como algo terrible, ya que era muy ordenado y guardaba los manuscritos que había dejado en Madrid. El trauma de este robo le duró hasta la muerte y nunca volvió en vida a España. Ni aun cuando le concedieron el Premio Nobel, en 1956.
![[Img #9835]](upload/img/periodico/img_9835.jpg)
Notas y cartas recogidas en Guerra en España, de JRJ.
1) Notas autobiográficas de JRJ, tras la donación que hizo en 1949 a la Biblioteca del Congreso de Washington
“Durante la guerra de 1936-39, el grupo de falangistas-comunistas que allanó y saqueó nuestra casa a las órdenes de Félix Ros, catedrático luego de Literatura en Barcelona y de Carlos Sentís corresponsal de guerra entonces y luego en Washington se llevó la mayor parte de lo nuestro, incluyendo manuscritos cartas, papeles de todo jénero. Mucho de ello fue rescatado gracias a la dilijencia de mis nobles amigos Luis Felipe Vivanco, etc. de “Prensa y Propaganda” y luego de Martínez-Barbeito y José María Pemán. Pero, es claro, los ladrones retuvieron lo que les convino retener: muchos de los mejores libros de mi biblioteca se vendieron luego con las dedicatorias cortadas. Rescaté algunos de Félix Ros gracias a la jestión de José María Pemán. Otros fueron dispersados y lo mismo muchos de mis papeles. Por ejemplo me faltan muchas cartas de Unamuno, Benavente, Antonio y Manuel Machado, Miró, Valle Inclán, cartas y poemas de Lorca, de Guillén, de Alberti, de Salinas, etc.”.
2) Carta de Zenobia a Luis Felipe Vivanco. Miami, 24 de junio de 1939
Muy Sr. Mío: Por las graves pérdidas económicas sufridas durante la guerra no me es posible ir ahora a España y, sabiendo usted que tiene bajo su cuidado en el Servicio Nacional de Propaganda, los originales literarios de mi marido (que, como usted sabe no tiene ningún carácter polìtico y necesita para su trabajo) le escribo a Vd. Confiada en que no tendrá inconvenientes en ponerlos a la disposición de la Embajada de los Estados Unidos, que a su vez se encargará de remitirlos a la Universidad de Miami, que los ha solicitado a la secretaría de Estado. Le quedará muy reconocida. Su afma.
3) Carta de Juan Guerrero a los Jiménez. Madrid, 25 de junio. Año de la Victoria.
“Esta tarde ha venido a verme L.F. Vivanco y muy amablemente me ha enterado de que todos los originales sacados de Padilla se encuentran bajo su cuidado en lo que era el Centro de Estudios Históricos, en un armario cerrado, sin riesgo alguno”.
4) Carta de Juan Guerrero a los Jiménez. Madrid, 16 de julio. Año de la Victoria.
“….les adelanté la grata noticia de haber restituido a casa de Luisa todo o casi todo el conjunto de carpetas blancas y amarillas que hace tiempo habían sido trasladadas de lugar en contra de su deseo. Ignorando exactamente lo que se habían llevado aquellos “rojos” sin conciencia y lo recuperado, no puedo asegurar que esté todo completo, pero sí que debe faltar poco. Para mí ha sido una satisfacción muy grande conseguir esto, y debo consignar que he sido ayudado eficazmente por Luis F. Vivanco que me hizo la entrega de todo lo recogido por él, sin dificultad”.
5) Carta de JRJ a José María Chacón y Calvo. Miami, 20 de julio, 39
“Por jestiones amistosas (todo esto lo sé por Juan Guerrero) estas carpetas están hoy depositadas en “Prensa y Propaganda”, Medinaceli, 4, al cuidado del excelente Luis Felipe Vivanco, encargado de este negociado, quien está dispuesto a entregarlas a personas autorizada”.
6) Carta de Carlos Martínez Barbeito a JRJ. Barcelona 18-I-40.
“…me agregué espontánea, oficiosa y hasta discretamente al grupo (extraño a mí en todos los sentidos) con el fin de asegurar todo lo que debía ser conservador por manos cuidadosas. La torpeza de una mujer tan leal a usted como ininteligente (Luisa Andrés puso una denuncia contra los asaltantes) dio al traste con mis propósitos pues me vi obligado a entregar todos los manuscritos y libros importantes a L.F. Vivanco en cuyas manos deben parar todavía”.
“La poesía no puede ser una vuelta al pasado ni una profecía porque fatalmente es futura y si es futura supone el pasado y no tiene necesidad de profetizar un futuro que lleva dentro”. JRJ
Juan C. León Brázquez
Dos centenarios unen este año a Astorga y Juan Ramón Jiménez, la publicación en 1914 de La Esfinge Maragata y de Platero y yo. Dos libros esenciales de la literatura española.
El hombre que convirtiera a Leopoldo Panero a la Falange, el poeta Luis Felipe Vivanco, fue decisivo para que Juan Ramón Jiménez recuperara gran parte de lo que le robaron en su casa de Madrid, nada más terminar la guerra civil. Luis Felipe Vivanco convivió con Panero jornadas de poesía en Villa Odila, en Castrillo de las Piedras, y en Astorga. Había conocido al mayor de los Panero, Juan, mientras estudiaba, en tiempos de la República, Filosofía y Letras en Madrid. Más tarde, junto a Leopoldo Panero (asistió a su boda en 1941), Dionisio Ridruejo y Luis Rosales formó la llamada generación del 36. Un poeta que se arrepintió, como ocurrió con Rosales o Ridruejo, de sus conexiones con el franquismo y de haber “contribuido en alguna medida a instaurar un régimen que había suprimido las libertades”. Leopoldo Panero fue el único del grupo que no pudo retractarse por morir muy joven, en 1962 con poco más de 52 años. Su amigo Vivanco, a quien JRJ calificó como “persona decente”, consiguió que el poeta de Moguer no perdiera todos sus documentos y manuscritos en la rapiña que sufrió mientras se encontraba en el exilio, en Estados Unidos. Esta es la historia.
Hace 75 años, nada más terminar la guerra civil española, la casa de Juan Ramón Jiménez, en Madrid, fue saqueada por tres incipientes literatos falangistas, Carlos Sentís, Félix Ros y Carlos Martínez-Barbeito, quienes de aquel domicilio se llevaron manuscritos, numerosos libros, entre ellos los dedicados por otros autores, mobiliario, objetos personales, discos, cuadros, entre los que se encontraba el conocido retrato que el pintor Daniel Vázquez Díaz realizó a JRJ en 1916 y que este tenía en gran estima. Dicho dibujo a lápiz, a pesar de sus numerosas reproducciones con el rostro del poeta, nunca ha sido recuperado.
JRJ vivía en la calle Padilla de Madrid y había recibido protección de la República durante la guerra civil, pero al entrar las tropas en la capital, el 28 de marzo de 1937, la protección desapareció quedando a cargo de la casa la fiel criada Luisa Andrés, quien a los pocos días tuvo que franquear la puerta a los tres falangistas que se acercaron al domicilio con un camión del Servicio Nacional de Prensa y Propaganda del nuevo régimen, en el que en varios viajes cargaron todo lo que pudieron. Luisa Andrés declaró que aquellos hombres se presentaron aduciendo que tenían permiso para llevarse los bienes del poeta con el fin de protegerlos. Sin embargo, la realidad iba a ser muy diferente, ya que Pablo Bilbao Aristegui visitó el piso, el 3 de abril de 1939, y comprobó que “…daba la impresión y la realidad de haber sido saqueado de la forma más innoble. Luisa Andrés no hacía más que llorar”.
Los amigos del poeta republicano se movilizaron inmediatamente para conocer exactamente lo que había sucedido y quienes tenían los objetos robados. El Servicio Nacional de Prensa y Propaganda (SNPP), al que pertenecía el camión utilizado, se desmarcó inmediatamente del hecho, señalando que los autores habían actuado por cuenta propia y comisionaron a Luis Felipe Vivanco para que resolviera aquel episodio. El poeta estaba entonces a las órdenes de Pedro Laín Entralgo, jefe de Ediciones y Publicaciones, quien a su vez dependía de Dionisio Ridruejo, al mando del SNPP. No tardaron en enterarse de que dos de los asaltantes fueron los falangistas Félix Ros y Carlos Martínez-Barbeito, a los que Vivanco pidió que devolvieran lo sustraído.
Félix Ros reconoció inmediatamente su implicación en el robo y devolvió personalmente a Vivanco una cantidad inconcreta de libros que tenía envueltos en una alfombra, también sustraída de la casa de Juan Ramón, indicando que era todo cuanto tenía. No era cierto, porque años después, entregó a José María Pemán otros 27 libros, a los que había recortado las dedicatorias, y señalando que el resto de libros se encontraban en posesión del falangista, Carlos Sentís, al parecer el principal responsable y quien se quedó con mayor parte del botín. Este siempre lo negó, aunque nadie duda de su autoría, ya que llegó hacer regalos con algún ejemplar sustraído.
Luis Felipe Vivanco, Pablo Bilbao Aristegui y el alicantino Juan Guerrero, gran amigo del poeta y prácticamente su secretario en España, fueron los primeros en movilizarse para tratar de recuperar lo sustraído. Carlos Martínez-Barbeito, otro de los asaltantes, también colaboró en la devolución, alegando que si fue a la casa de JRJ fue para proteger su obra, ya que se enteró de lo que pensaban hacer otros falangistas y quería evitar males mayores. Sin embargo, fue Vivanco quien le conmino a que devolviera inmediatamente lo que tenía en su poder; así que en dos entregas a Juan Guerrero devolvió parte de lo incautado. JRJ le agradeció el gesto, pero años más tarde insistió en que aun tenía cosas suyas y le pidió que se las devolviera. Martínez-Barbeito negó que conservara nada más del poeta y mantuvo siempre que trató de ayudar desde el primer momento.
Quien nunca devolvió nada fue Carlos Sentís, quien hasta el final (murió en 2011) negó haber participado en aquel asalto, incluso lo dejó escrito en su libro Memorias de un espectador, que publicó con 95 años, en 2006. Sin embargo, entre la extensa correspondencia desde su exilio americano, JRJ le escribió varias veces instándole a que le devolviera lo robado, pero Carlos Sentís contestó de malas maneras, en 1946, diciéndole “que si VD. Piensa seguir diciendo que yo me he quedado con su Biblioteca de Madrid, sepa categóricamente que está pronunciando una total calumnia”. Nadie de los que han estudiado el caso dudan de que Carlos Sentís estuvo implicado.
JRJ siempre lo consideró así, así como agradeció las gestiones de Vivanco. De hecho, en un borrador escrito a lápiz titulado Félix Ros y otros adláteres maleantes, el poeta republicano reconoce que Luis Felipe Vivanco “…lo puso todo a mi disposición en el Servicio de Propaganda y Publicaciones” y curiosamente en ese escrito culpó también a los poetas Pedro Salinas y José Bergamín de haber preparado el asalto. Lo cierto es que JRJ no se llevó nunca bien con Bergamín, precisamente tío de Vivanco.
La noticia trasciende y desde el Departamento de Estado norteamericano y la Embajada de Cuba en Madrid se hacen gestiones para devolver al poeta lo robado. Es Zenobia, la mujer de JRJ, quien escribe en junio de 1939 al Departamento de Estado informándole de que su casa había sido saqueada “ y los originales de algunos libros inéditos robados. Toda nuestra información pasa por manos de la inevitable censura y de esa manera nos llegan noticias sueltas y vagas. También y por la misma razón no hablamos de estas cosas cuando contestamos.[…] Luis Felipe Vivanco es un joven estudioso de literatura conocido de mi marido y parece probable que interviniera para rescatar los manuscritos […] la razón por la que le escribo inmediatamente es debido a que los oficiales cambian tan frecuentemente en España, y más aun en la actualidad, que temo que el Sr. Vivanco sea reemplazado por otra persona con un punto de vista distinto y debemos aprovecharnos del momento oportuno”. En efecto el Departamento de Estado confirmó mas tarde que lo robado estaba en posesión de Vivanco: “We have been informed throug devious channels that these MSS. Are now in the possesion of Luis F. Vivanco of the Servicio Nacional de Propaganda, Serrano 71, Madrid”.
No era cierto, no todo se recuperó. El poeta perdió libros, manuscritos y objetos personales como el retrato de Vázquez Díaz. La noticia agudizó el estado depresivo del poeta andaluz quien sintió la puñalada de aquel acto como algo terrible, ya que era muy ordenado y guardaba los manuscritos que había dejado en Madrid. El trauma de este robo le duró hasta la muerte y nunca volvió en vida a España. Ni aun cuando le concedieron el Premio Nobel, en 1956.
Notas y cartas recogidas en Guerra en España, de JRJ.
1) Notas autobiográficas de JRJ, tras la donación que hizo en 1949 a la Biblioteca del Congreso de Washington
“Durante la guerra de 1936-39, el grupo de falangistas-comunistas que allanó y saqueó nuestra casa a las órdenes de Félix Ros, catedrático luego de Literatura en Barcelona y de Carlos Sentís corresponsal de guerra entonces y luego en Washington se llevó la mayor parte de lo nuestro, incluyendo manuscritos cartas, papeles de todo jénero. Mucho de ello fue rescatado gracias a la dilijencia de mis nobles amigos Luis Felipe Vivanco, etc. de “Prensa y Propaganda” y luego de Martínez-Barbeito y José María Pemán. Pero, es claro, los ladrones retuvieron lo que les convino retener: muchos de los mejores libros de mi biblioteca se vendieron luego con las dedicatorias cortadas. Rescaté algunos de Félix Ros gracias a la jestión de José María Pemán. Otros fueron dispersados y lo mismo muchos de mis papeles. Por ejemplo me faltan muchas cartas de Unamuno, Benavente, Antonio y Manuel Machado, Miró, Valle Inclán, cartas y poemas de Lorca, de Guillén, de Alberti, de Salinas, etc.”.
2) Carta de Zenobia a Luis Felipe Vivanco. Miami, 24 de junio de 1939
Muy Sr. Mío: Por las graves pérdidas económicas sufridas durante la guerra no me es posible ir ahora a España y, sabiendo usted que tiene bajo su cuidado en el Servicio Nacional de Propaganda, los originales literarios de mi marido (que, como usted sabe no tiene ningún carácter polìtico y necesita para su trabajo) le escribo a Vd. Confiada en que no tendrá inconvenientes en ponerlos a la disposición de la Embajada de los Estados Unidos, que a su vez se encargará de remitirlos a la Universidad de Miami, que los ha solicitado a la secretaría de Estado. Le quedará muy reconocida. Su afma.
3) Carta de Juan Guerrero a los Jiménez. Madrid, 25 de junio. Año de la Victoria.
“Esta tarde ha venido a verme L.F. Vivanco y muy amablemente me ha enterado de que todos los originales sacados de Padilla se encuentran bajo su cuidado en lo que era el Centro de Estudios Históricos, en un armario cerrado, sin riesgo alguno”.
4) Carta de Juan Guerrero a los Jiménez. Madrid, 16 de julio. Año de la Victoria.
“….les adelanté la grata noticia de haber restituido a casa de Luisa todo o casi todo el conjunto de carpetas blancas y amarillas que hace tiempo habían sido trasladadas de lugar en contra de su deseo. Ignorando exactamente lo que se habían llevado aquellos “rojos” sin conciencia y lo recuperado, no puedo asegurar que esté todo completo, pero sí que debe faltar poco. Para mí ha sido una satisfacción muy grande conseguir esto, y debo consignar que he sido ayudado eficazmente por Luis F. Vivanco que me hizo la entrega de todo lo recogido por él, sin dificultad”.
5) Carta de JRJ a José María Chacón y Calvo. Miami, 20 de julio, 39
“Por jestiones amistosas (todo esto lo sé por Juan Guerrero) estas carpetas están hoy depositadas en “Prensa y Propaganda”, Medinaceli, 4, al cuidado del excelente Luis Felipe Vivanco, encargado de este negociado, quien está dispuesto a entregarlas a personas autorizada”.
6) Carta de Carlos Martínez Barbeito a JRJ. Barcelona 18-I-40.
“…me agregué espontánea, oficiosa y hasta discretamente al grupo (extraño a mí en todos los sentidos) con el fin de asegurar todo lo que debía ser conservador por manos cuidadosas. La torpeza de una mujer tan leal a usted como ininteligente (Luisa Andrés puso una denuncia contra los asaltantes) dio al traste con mis propósitos pues me vi obligado a entregar todos los manuscritos y libros importantes a L.F. Vivanco en cuyas manos deben parar todavía”.
“La poesía no puede ser una vuelta al pasado ni una profecía porque fatalmente es futura y si es futura supone el pasado y no tiene necesidad de profetizar un futuro que lleva dentro”. JRJ