José Luis Puerto
Sábado, 11 de Octubre de 2014

La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo

  

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Una pequeña y deliciosa obra maestra. Una parábola, como también lo son otros relatos contemporáneos de Steinbeck (La perla) o de Hemingway (El viejo y el mar), aunque en sentidos distintos. En todas ellas hay una indagación en la condición humana.


Aquí, tal indagación se realiza narrativamente a través de dos hermanos: Pepin, vitalista, animador y frecuentador del club de bellas señoritas, y Francin, entregado a su pasión por montar y desmontar motores –a lo largo de la obra– de su coche Skoda 430 y, ya al final de la novela, del camión White.


El narrador –hijo de Francin– caracteriza y define a uno y otro hermano en su relación con el tiempo y con los demás: “ante mi padre todo se cerraba a cal y canto porque él robaba el tiempo a la gente, todo lo contrario que Pepin, quien llenaba y enriquecía el tiempo de la gente.” 


La pregunta final de Pepin, frecuentador del club de bellas señoritas, siempre con su gorra de marinero y con su orgullo de haber sido soldado del imperio austro-húngaro, cuando ya está en la residencia de ancianos, en el departamento de los inmóviles, es significativa y misteriosa, porque apunta a lo esencial de la vida: “¿Qué pasará con el amor?”


Sin embargo, Francin, el hermano, el que roba el tiempo a la gente, con su obsesión con montar y desmontar motores, descubre un día en que sale a buscar setas 'un camión de la marca White', con el motor “en un estado perfecto”, que le proporcionará un nuevo aliciente vital: “Y en ese momento glorioso mi padre sentía que había vivido toda su vida para ese instante preciso”.


Relato (o novela breve) lleno de simbolismos con una gran carga de profundidad, como ocurre, por ejemplo, con dos que aparecen en los últimos capítulos: el agua que Pepin llena en el barril y el aire que hincha los neumáticos (dos estrategias de Francin para mantener a su hermano activo mediante la realización de esos ejercicios que favorecerían su movilidad).

 

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El desenlace del relato ilumina los acontecimientos de su transcurso y le da a la obra una perspectiva nueva y distinta, con una gran carga de profundidad, que sobrepasa y trasciende los hechos narrados.


La perspectiva y reflexión en torno a un tiempo histórico que queda barrido por una serie de acontecimientos (segunda guerra mundial, caída de Chekoslovaquia en el bloque soviético) le otorga al relato un indudable carácter trágico. Lo mismo que su cierre en la residencia de ancianos en que terminará Pepin sus días. “¿Qué pasará con el amor?”


Como remate de este apunte, ofrecemos un pequeño texto de la obra que nos resultó llamativo, como ejemplo de esa perspicacia y de mirada honda de su autor:


“en ese momento empecé a intuir un mundo distinto del mío, y ese mundo me hizo temblar, y empecé a comprender que el mundo tenía dos mitades, que estaba partido en dos como la capa de san Martín, partido por una espada, y de todos modos las dos mitades convivían una al lado de otra”.
La lectura de un libro así es reconfortante. Nos reconcilia con la verdadera literatura.

 

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