La empresaria a la que el Camino de Santiago le cambió la vida
![[Img #14923]](upload/img/periodico/img_14923.jpg)
Rocío Rabanal es de las primeras personas que en Astorga dan los buenos días a los peregrinos que emprenden el camino hacia Compostela. Bien temprano (a las 6 de la mañana en verano y a las 7 en invierno) abre las puertas de la Chocolatería Sonrisas para que quienes se ponen en ruta hacia Maragatería puedan tomar el primer café o chocolate de Astorga con churros. Rocío ha tenido que cambiar este lunes el 'mandil' de trabajo por el traje de fiesta para recibir el premio de 'Mujer Empresaria 2015' que otorgan las asociaciones con una importante presencia femenina de la ciudad.
La empresaria asegura que la ruta de peregrinaje le cambió la vida un buen día del año 2002 cuando comenzó sola a caminar con su mochila en el Crucero de San Justo, su pueblo, "lo empecé llorando y volví feliz", recuerda. Y desde entonces no ha abandonado el camino porque en el corazón de la Ruta Jacobea a su paso por Astorga ha ubicado la chocolatería en la "solo trabajamos mujeres y las tres de San Justo", asegura orgullosa.
A sus 43 años, la homenajeada ha dedicado su vida laboral a la venta, "dejé de estudiar a los 18 años porque yo quería vender", explica esta emprendedora que montó una cadena de nueve carnicerías por toda la provincia, aprendió el mundo de la hostelería de la mano del empresario César Río y acabó abriendo su actual negocio en 2008 donde se practica la solidaridad. La chocolatería de Rocío es el único establecimiento hostelero de Astorga adherido al proyecto 'Cafés pendientes', una iniciativa puesta en marcha en Barcelona que consiste en dejar pagado un café para que quien no pueda permitírselo tenga una taza caliente que llevarse a la boca.
La 'Mujer Empresaria 2015' ha querido compartir el premio con las dos personas que le acompañan en el día a día detrás del mostrador porque "estamos en el mismo barco". El único deseo que manifiesta después de trabajar intensamente desde los 18 años es "intentar vivir, llevo 25 años trabajando, sacrificando la familia, todo. Con 43 años no tengo hijos, ni vida social, ni tiempo. Es verdad que este trabajo es muy gratificante, conozco a mucha gente, me lo paso bien, pero mi idea ahora es intentar vivir un poco más".
![[Img #14922]](upload/img/periodico/img_14922.jpg)
Rocío Rabanal es de las primeras personas que en Astorga dan los buenos días a los peregrinos que emprenden el camino hacia Compostela. Bien temprano (a las 6 de la mañana en verano y a las 7 en invierno) abre las puertas de la Chocolatería Sonrisas para que quienes se ponen en ruta hacia Maragatería puedan tomar el primer café o chocolate de Astorga con churros. Rocío ha tenido que cambiar este lunes el 'mandil' de trabajo por el traje de fiesta para recibir el premio de 'Mujer Empresaria 2015' que otorgan las asociaciones con una importante presencia femenina de la ciudad.
La empresaria asegura que la ruta de peregrinaje le cambió la vida un buen día del año 2002 cuando comenzó sola a caminar con su mochila en el Crucero de San Justo, su pueblo, "lo empecé llorando y volví feliz", recuerda. Y desde entonces no ha abandonado el camino porque en el corazón de la Ruta Jacobea a su paso por Astorga ha ubicado la chocolatería en la "solo trabajamos mujeres y las tres de San Justo", asegura orgullosa.
A sus 43 años, la homenajeada ha dedicado su vida laboral a la venta, "dejé de estudiar a los 18 años porque yo quería vender", explica esta emprendedora que montó una cadena de nueve carnicerías por toda la provincia, aprendió el mundo de la hostelería de la mano del empresario César Río y acabó abriendo su actual negocio en 2008 donde se practica la solidaridad. La chocolatería de Rocío es el único establecimiento hostelero de Astorga adherido al proyecto 'Cafés pendientes', una iniciativa puesta en marcha en Barcelona que consiste en dejar pagado un café para que quien no pueda permitírselo tenga una taza caliente que llevarse a la boca.
La 'Mujer Empresaria 2015' ha querido compartir el premio con las dos personas que le acompañan en el día a día detrás del mostrador porque "estamos en el mismo barco". El único deseo que manifiesta después de trabajar intensamente desde los 18 años es "intentar vivir, llevo 25 años trabajando, sacrificando la familia, todo. Con 43 años no tengo hijos, ni vida social, ni tiempo. Es verdad que este trabajo es muy gratificante, conozco a mucha gente, me lo paso bien, pero mi idea ahora es intentar vivir un poco más".