Jueves, 04 de Abril de 2013

Martin Luter King & Barack Obama

JUAN JOSÉ ALONSO PERANDONES / 

Se cumplen hoy, cuatro de abril,  cuarenta y cinco años del asesinato de Luter King, cuatro más del de John Fitzgerald Kennedy;  cercano, asimismo, sucedió el de su hermano Robert. Apenas han pasado  ocho desde el  fallecimiento de Rosa Parks, la mujer negra que se negó a ceder su asiento en el autobús a un blanco en 1955:   una gesta con la que se inició un movimiento pacífico (aunque sembrado de muertes) que cambiaría la sociedad de los EEUU.  Fue, pues,  prácticamente  ayer cuando a los afroamericanos de la poderosa nación se les reconocieron sus derechos civiles, como ejercer el voto o no ser  segregados en las escuelas... 

Puede que todo empezase una tarde de 1935, en Atlanta, cuando al niño de seis años, Michael King (tal era entonces su nombre, que fue cambiado por su padre en honor a Martín Lutero, el teólogo protestante),   dos niños blancos le dicen que no pueden jugar con él. Si resulta imposible  encontrar  palabras con que definir la desolación, el apartamiento e indefensión, la imagen frágil de desamparo..., no es difícil imaginar lo que pasa puertas adentro, en la casa del niño negro y las de los niños blancos. En la vida  interior de esas casas  está escrita  gran parte de la  historia  contemporánea de los EEUU. 

Era aquella una época llamada de la 'guerra fría' en la que sucedieron grandes acontecimientos: invasión de Bahía Cochinos,  crisis de los misiles en Cuba, la construcción del muro de Berlín, la guerra del Vietnam... Y cuando, poco después de asesinado Luter King, pegados al televisor en blanco y negro,  nos enteramos del otro  acontecimiento de mayor resonancia mundial, este de primacía tecnológica:   el Apolo 11, impulsado por el cohete Saturno V,  había llegado a la luna; Amstrong, Aldrin y Collins aparecían sobre una superficie irreal, irreconocibles en sus trajes ahuecados blancos, junto a la bandera norteamericana. 

No vivimos años menos convulsos desde, esencialmente, el atentado de las Torres Gemelas: entre el mundo de religión islámica y el occidental cristiano, con la amenaza nuclear de Irán, con el problema palestino-israelí sin resolución posible, con la baladronada, no por  visionaria menos temible, de Kim Yong...; y con esta crisis económica que no desmerece de la del 29, y que está arrumbando derechos conquistados el siglo pasado. Cayó el muro de Berlín y las nuevas tecnologías han puesto a nuestro alcance, en nuestra propia casa, toda la información y también la impune intoxicación. 

Un afroamericano, Barack Obama,  preside, en el mundo occidental, la nación más poderosa de la tierra, sin la anterior y latente confrontación con la Unión Soviética.  Se ha cumplido en parte el  “sueño” de Martín Luter King. Solo en parte, pues de  aquel discurso memorable a propósito de la Marcha sobre Washington, del que en agosto se cumplirán 50 años, además del profético “Tengo un sueño” se pueden extraer lecciones más allá de la abolición racial. Algunas de aquellas palabras con las que vibró la multitud,  bien pueden  ser atendidas por nosotros, con igual rabia y pasión,  hoy mismo:  «Este no es el momento de permitirse el lujo de enfriarse o tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer efectiva la democracia». 

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