Nuria Cadierno
Miércoles, 17 de Junio de 2015

Fuente de luz

Nuria Cadierno ilustra su ensoñación hacia la infancia, su contribución a la metafísica del tiempo elegíaco, el tiempo de la pena que dura.
Bachelar proponía una recolección de lugares como el que aquí se describe: "¡Un álbum ante el que nos fuese posible interrogar a nuestro ser solitario, para revelarnos el mundo donde tendríamos que vivir para poder ser nosotros mismos!"

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Era un día húmedo y ventoso y nos bullía la cabeza, zarandeándonos con sensaciones muy dispares, tumultuosas, sin apenas orden. 

 

Veníamos de tomar el café solas en la cantina; un día así, tan solitario y silencioso, parecía  el adecuado para perderse por los caminos, sin ser vistas.

 

De pronto supimos que era el momento perfecto para hacer una incursión en esos mundos imaginarios nuestros, y sin más, en una tregua que nos dejó la lluvia, cogimos el camino de abajo, el de rodadas marcadas en la tierra negra, el que siempre tomamos para volver a la infancia.

 

Justo al salir, nos dimos cuenta de que no había nadie, de que no le habíamos dicho nada a nadie, Y con este sentimiento furtivo traído de la infancia, nos aprestamos a ir.

 

Yo le había contado a mi hermana que abuela y su hermana me llevaban a un lugar cercano donde pasábamos la tarde; mientras yo jugaba y merendaba, ellas sentadas hablaban y hablaban; era una finca muy transitada cerca del río y sin embargo, por la diferencia de altura con el camino quedaba oculta a la vista.

 

Al ir acercándonos al lugar, me asaltaba la imagen nítida de ellas sentadas en unas piedras, entonces le decía a mi hermana que creía que abuela siempre sabía donde había que sentarse y donde no. Yo recuerdo a mi abuela rebuscando con su palo por todos los lados. Sin darnos apenas cuenta ya estábamos allí, sumergidas en  el mundo mágico de los recuerdos de la infancia, con abuela; y eso indicaba que era un perfecto sitio para explorar.

 

 

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Lo primero que percibimos, es que el lugar donde ellas se sentaban era el final de una muria ancha que descendía desde bastante arriba. Por el bulto de las piedras y en ese extremo a mí me parecía que estas habían sido puestas allí, como si quisieran tapar una entrada o salida; además, los tonos verde-musgo intensos nos indicaban que allí había habido agua en algún momento.

 

Enseguida percibimos otras dos salidas que venían desde arriba. La curiosidad y la emoción fue en aumento; guiadas por la intuición decidimos seguir las pistas borradas por el paso de tantos años de abandono; lo que si estaba claro era la distribución lineal de las murias que bajaban a nuestro nivel haciendo una especie de triangulo cuyo vértice estaría en la cumbre.

 

En ese explorar elucubrando por la base, decidimos que subiríamos por el otro extremo, y así tendríamos una visión más amplia, si la maleza lo permitía; yo había visto subir a dos corzos por allí lo que me hacía suponer que era un buen lugar para comenzar, la intuición era nuestra mejor guía.

 

Comenzamos la subida, no era fácil, apenas quedaba algún rastro de camino; estábamos en una maraña de vegetación que nos cubría casi a la altura, y solo los corros de robles nos servían de guía y de referencia. Mi hermana que iba por delante, de vez en cuando me gritaba para situarnos y no perdernos. Yo intentaba vislumbrar un posible camino dentro de esa maraña; a pesar de la sensación incluso de miedo.

 

Por momentos algo incierto me empujaba hacia arriba y me hacía sentir que estábamos cada vez más cerca; entonces buscaba como desesperada una visión nueva, al tiempo que el viento insistía en silbar como un aliento más de ese propósito; por ello apenas nos oíamos y dábamos voces para saber donde estábamos y sobre todo por si descubríamos un indicio curioso o sospechoso. Cuando eso sucedía una buscaba a la otra, y comentábamos emocionadas la belleza de la visión, que al ir cogiendo altura se iba haciendo más y más clara; después cada una volvía a su ritmo y búsqueda.

 

No sabíamos lo que buscábamos, pero a estas alturas la sensación de estar cerca de un lugar mágico era para nosotras más que evidente, lo vivíamos fascinadas y lo seguíamos sin saber a dónde... La belleza de lo que se veía a espaldas del camino y los sonidos de los diferentes pájaros elevaban más y más la emoción hasta su clímax.

 

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A medida que avanzábamos en altura, había algo menos de vegetación y aunamos más los caminos, porque las tierras eran como terrazas escalonadas, que nos aupaban a un culmen de cada vez mayor visión.

 

En la antesala del encuentro con el lugar, me inundó un estado indescriptible; me sentía volar en un circulo de visión, hasta ahora nunca visto, parecía comunicarme con los ancestros y con unas poderosas sensaciones animales, mientras escuchaba a un ‘guía pájaro’, irreconocible para mí, con un canto que me llegaba a lo profundo. Como si el mensaje del lugar me viniera en forma de pájaro desconocido, en visión circular donde el canto y el viento jugaban, y la ventisca de la nieve lejana, en ese momento visible, resplandeciera indicando algo que aún no podía comprender, pero que me arrebataba con una intensidad enorme y hacía que mis sentidos entraran en otra dimensión, real e irreal.

 

Yo me preguntaba allí arriba, como era posible que este lugar hubiera pasado desapercibido ante nuestros ojos durante tantos años y por qué ahora se nos mostraba. A pesar de que la naturaleza salvaje y el abandono lo habían mantenido oculto y misterioso algo me decía que no era una casualidad y que tenía algún propósito. Yo era consciente de que estábamos a los pies de una montaña sagrada y que esa visión única se revelaba allí por algo, quizás nos preparaba para algo más, para reconocer algo de verdad oculto.

 

 

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Mientras yo volaba en esta subida con la sensación mágica de una visión en perfecto circulo, mi hermana, que iba delante, me despertó a gritos indicando que había encontrado algo; yo subía apresurada y emocionada al tiempo y mi mente que ya se quería adelantar hacía elucubraciones y asociaciones curiosas, intuyendo aquello como un jardín escalonado que alguien había construido por algún motivo...

 

Cuando llegué al lugar y vi, la emoción fue total, mi hermana me señalaba una zona a los pies de una roca, con piedras estrambóticamente colocadas, dibujando círculos, como un lugar sagrado y mágico, ancestral, que te poseía de una manera intensa, ineludible.

 

De repente, nos dio miedo pisar sin saber lo que estaríamos pisando, cerca del milagro la emoción era indescriptible.

 

Ahí mismo a nuestros pies se dibujaba una tumba, un rectángulo formado por piedras con una  triangular sobresaliendo en la cabecera, unos palos verticales acotaban por encima de las piedras el lugar, señalando un pequeño espacio protegido, sagrado. La emoción fue tal que me pareció sentir que allí había sido enterrado alguien importante, alguien venerado y respetado, pues a pesar de la sencillez y lo primitivo del lugar, desprendía aun poder.

 

Claro que este pensamiento se unía al miedo y al misterio, cómo y cuándo y quién estaba allí, tras de las preguntas yo ya nada quería saber. Por los indicios de las ramas pensé que tal vez no fuera tan ancestral, quizás todavía alguien veneraba en secreto esta tumba...,Tal vez también y sin querer, estuviéramos ante algo sumamente sagrado y desde ese momento tuvimos mucho cuidado, nuestros pasos fueron medidos, sentíamos que debíamos de marcharnos de allí sin dejar rastro.

 

Todo parecía indicar que era un lugar de enterramiento primitivo;  en donde la roca lo permitía se veían nichos muy erosionados y antiguos., Había distintos niveles y acceder a la parte superior era costoso y más sin derrumbar algo ni dejar huellas, como pretendíamos. En esa cumbre el círculo era ya total, se podía ver todo a la redonda y el dios ‘Teleno’ estaba ahí, en todo el esplendor de la luz del atardecer en invierno, cegándonos en la cumbre.

 

Decidimos bajar por el otro lado, porque ahora sí, estaba claro desde arriba, había un camino de subida y otro de bajada, que a pesar de los arboles se adivinaba, formando un semicírculo, como si en el pasado hubiera sido un lugar de culto, o como  si alguien por amor o creencia hubiera construido ese lugar para que los sueños y los ancestros pervivieran por encima del tiempo.

 

Nos sentimos privilegiadas y hasta elegidas porque se nos había mostrado un lugar así a nuestros ojos, y porque desde entonces pasearíamos por allí sintiendo la belleza y la magia oculta del lugar sin decir nada.

 

Pero lo más hermoso aún tendría que llegar, y fue el saber que esa zona y ese lugar en concreto era llamado "fuente de luz". 

 

 

 

 

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