El entorno familiar del Maragato Cordero (XII)
Las relaciones de la familia Cordero no son siempre recomendables, Ahora Joaquín de Fagoaga ha caído en desgracia, sale de la cárcel por un desfalquillo al Banco de San Fernando del que fuera director y reingresa por su pertenencia política; ya entonces la liberalidad se enconaba en el dinero.
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Por la carta de Pepa llegamos a saber que murió el suegro Bernardino. Se entera en casa de Doña Matilde.
Poco después desde La Bañeza contesta su primo Tomás Sánchez. La carta va dirigida a Pozuelo de Vidriales, lugar donde por entonces se halla María Antonia. El problema que se plantea es el de unos colchones con lana negra o lana blanca. También los primos de La Bañeza aseguran que ese fin de mes de agosto no irán a Ponferrada, “por estar atrasados”. Verdad que esta carta pertenece a 1854 fechada el 11 de agosto por los limiares del día de la Asunción. Pocos días antes de ella, exactamente el 18 de julio envía también desde Pozuelo de Vidriales una carta a Santiago Alonso Franco, su primo y cuñado, que está en Santiago de Millas. Temía que Alonso Franco hubiera sufrido con los últimos acontecimientos y revueltas españolas de este año que dieron apertura de nuevo al abuelo Cordero y a los progresistas en una nueva edición de segunda parte del esparterismo. En este contexto hemos de centrar las palabras que siguen.
Este Santiago es el muchacho emprendedor, sabio, que ha estudiado en Inglaterra y al que se le dan bien los negocios, la política y los libros. Le preocupaba, dice “el no tener en tantos días ninguna noticia, ni saber tu paradero, pues con motivo de la revolución me figuraba ya que te había sucedido algo. Ya, gracias al Todopoderoso, estoy más tranquila. Yo lo que quiero es tu vida. Lo demás lo miro, si se quiere, con indiferencia. Te doy gracias por el consuelo que me das en tu carta. Yo lo que deseo es veros siempre así unidos. Ven cuanto antes te sea posible, pues yo no puedo hacer aquí nada y así se está de mala manera. Me harás el favor de encargar al señor Ignacio Pérez, que es el que trae la loza a los comerciantes de Benavente, la adjunta lista para que me la traiga para mí, pues ni en dicho punto ni en La Bañeza he hallado un plato. Hazme el obsequio de escribir a Plácido Lesaca (si se halla en La Coruña u Oviedo) para que me mande una docena de cazos de medio cuartillo y otra de cortadillo y otra de copas para vino. Di a madre que me mande los dos refagitos blancos de la Elenita y una hogaza de pan de centeno, pues aquí no lo hay y me hace falta para hacer mi sopa. Dispénsame que ponga el papel al revés, pues son las 12 y me estoy durmiendo”.
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Algún familiar de Cordero seguía la línea de los militares y concretamente de la infantería. Del paso por el muelle del Ferrol de José Martínez, el 30 de agosto, tenemos constancia. Una pista más de esta larga familia. José Martínez es cuñado de Victoria, la hija segunda de Cordero.
Disponemos de tres cartas que nos ponen en la peripecia de uno de los amigos más intensos del Maragato. Me refiero a Joaquín de Fagoaga que siempre distinguido en la política y en el palacio de la Reina, era el Tesorero General de la Real Casa y Patrimonio de su Majestad. Uno de los que consultaba la Reina de la Corte de los Milagros. Joaquín había sido padrino de un hijo de Cordero, del mismo nombre y de una nieta, la primera, Clotilde –el nombre le viene de la esposa del prócer, también madrina-. Pues ahora durante dos años, años de persecución contra los liberales hasta el advenimiento de Espartero, lo hallamos en la cárcel de Alcalá, aunque se podría decir que era medio pensionista de la misma desde un desfalco cometido en el banco de San Fernando del que fuera director en el año 1848, un desfalco de 4.800.000 reales, prácticamente en efectivo. También había perpetrado otro desfalco de 32 millones de reales en títulos del 3 %, y 29 millones en los del 5 %. Cordero ha tenido que escabullirse a causa de sus veleidades políticas, desvestido de sus galas de difunto maragateriles. Es posible que algunos días fuera Don Patricio, el cura del pueblo de Santiago de Millas quien le diera cobijo en la casa rectoral. Pero sepamos ahora de la esposa de Fagoaga y del mismo Fagoaga, el uno de diciembre de 1852: “El mayoral Fausto me entregó una tarjeta y una anguila riquísima que llegó tan buena que todavía ayer almorzó de ella Joaquín. Damos gracias por este obsequio y yo particularmente por el excelente chocolate y mantecadas que me envió antes de mi salida de Madrid, pues todo esto me prueba que no se olvidan ustedes de nosotros”. Sabemos que María Antonia ha caído con el constipado de moda, lo mismo que ya lo tuvo Clotilde y ahora se ceba en Joaquín. “Sentí no verla cuando fui a despedirme y más todavía no haber podido ir en día que Clotilde hubiese salido del colegio, pues no la he visto desde la tarde en que estuvo usted en el saladero y a la vuelta me asustaba Luisito en el pescante”.
![[Img #18383]](upload/img/periodico/img_18383.jpg)
Después todavía cuenta algo de su marido en la cárcel: “A Joaquín le han dado ahora una habitación muy buena, tanto que si se anima a hacernos una visita –según me indicó el mayoral, medio la tenía usted proyectada- no tendrá usted que entrar en el presidio para verle”. Y firma la madrina y amiga Clotilde.
Poseemos después una carta de Clotilde que contesta a la que le envió María Antonia tras saber la liberación de Joaquín Fagoaga, a mediados de febrero de 1854: “ya suponía yo que la libertad de Joaquín causaría a ustedes verdadera satisfacción, y a no ser por su proyecto de viaje a Madrid hubiera escrito yo la buena noticia, pero me pareció sería más grato para ustedes que la diera él personalmente. Me escribe que ha tenido el gusto de verlos y que nuestra ahijada está muy guapa, pero que usted está mala y se levantó de la cama para verle. Siento infinito sus padecimientos de usted y no puedo menos que aconsejarla que no se acobarde y siga mi ejemplo: yo estaba el año pasado casi impedida y con una extenuación capaz de alarmar a la persona menos aprensiva, los facultativos, empeñados en darme cuidado, sin duda porque ellos lo tendrían, pero yo, sin hacer caso de la medicina, siguiendo mi método de vida ordinario, a costa de grandes esfuerzos, pues casi no me podía mover, me encuentro en el día buena y ágil y con toda la robustez que puede prometerse una persona de mi edad y que tanto ha sufrido física y moralmente, como usted sabe muy bien. Con que buen ánimo y que la joven no sea más pusilánime que la vieja”.
Pero Clotilde Arcaz y Telli estaba en Alcalá por el mes de junio, cuando ya iban cuatro meses de la puesta en libertad de su esposo Joaquín. La han felicitado por Santa Clotilde. Ha tenido tercianas que la han estropeado bastante.
El 13 de junio de 1855 llegó carta de Pepa desde Toledo. Este año ha tenido que ir a la imperial ciudad con su ama la Marquesa. Luego pasarán al Escorial y a Colmenar Viejo. La felicita porque es su santo. En esta fiesta está Cordero. Pero mientras María Antonia lee la carta, brillante y dolorida, va sintiendo la fluxión de la Pepa, su dolor de muelas, de dientes, la hinchazón de la cara con el consiguiente flemón. La pobre Pepa cree que es cosa de los disgustos pasados. Doña Eugenia anda por Aranjuez y lleva unas soberanas fresas y enseña el palacio al pueblo soberano. Luisito anda por Marsella.
Desde Alcalá las cartas llegaban por el mayoral de las diligencias de la familia Cordero Franco; también desde Toledo llegan las cartas a Madrid por otro conducto de diligencias maragatas. Lo revela en su postdata la Pepa: “No escribí otra carta por no tener tiempo, pues esta está mal escrita. Dirijo a usted esta por el Mayoral de sus diligencias, porque es padre del que hay en casa”.
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Dos años antes, en el 1853 hubo invitados especiales a la fiesta. Llegaron desde León algunos. Y otros desde Santander o Londres. Hay un poema firmado conjuntamente por Santiago Franco Alonso y por Clemente Alonso Cordero en Madrid el 13 de junio. Se ve que esta era una tradición de la familia Cordero. No son un prodigio de inspiración los de este año de 1853. Clemente es hermano de Santiago el Maragato, y deán de la catedral leonesa:
Si darte los días pudiéramos
como desea nuestro amor,
vida y no días te diéramos para dártelos mejor.
…………………
Admite Antonia,
con gusto y placer,
ofrenda que hacer
no podemos mejor.
Disfruta contenta
de tan bello día
que con alegría
pensamos pasar.
Y lo pasaron estrepitosamente en núcleo de familia unida, en el cogollo de la Puerta del Sol de Madrid.
Por la carta de Pepa llegamos a saber que murió el suegro Bernardino. Se entera en casa de Doña Matilde.
Poco después desde La Bañeza contesta su primo Tomás Sánchez. La carta va dirigida a Pozuelo de Vidriales, lugar donde por entonces se halla María Antonia. El problema que se plantea es el de unos colchones con lana negra o lana blanca. También los primos de La Bañeza aseguran que ese fin de mes de agosto no irán a Ponferrada, “por estar atrasados”. Verdad que esta carta pertenece a 1854 fechada el 11 de agosto por los limiares del día de la Asunción. Pocos días antes de ella, exactamente el 18 de julio envía también desde Pozuelo de Vidriales una carta a Santiago Alonso Franco, su primo y cuñado, que está en Santiago de Millas. Temía que Alonso Franco hubiera sufrido con los últimos acontecimientos y revueltas españolas de este año que dieron apertura de nuevo al abuelo Cordero y a los progresistas en una nueva edición de segunda parte del esparterismo. En este contexto hemos de centrar las palabras que siguen.
Este Santiago es el muchacho emprendedor, sabio, que ha estudiado en Inglaterra y al que se le dan bien los negocios, la política y los libros. Le preocupaba, dice “el no tener en tantos días ninguna noticia, ni saber tu paradero, pues con motivo de la revolución me figuraba ya que te había sucedido algo. Ya, gracias al Todopoderoso, estoy más tranquila. Yo lo que quiero es tu vida. Lo demás lo miro, si se quiere, con indiferencia. Te doy gracias por el consuelo que me das en tu carta. Yo lo que deseo es veros siempre así unidos. Ven cuanto antes te sea posible, pues yo no puedo hacer aquí nada y así se está de mala manera. Me harás el favor de encargar al señor Ignacio Pérez, que es el que trae la loza a los comerciantes de Benavente, la adjunta lista para que me la traiga para mí, pues ni en dicho punto ni en La Bañeza he hallado un plato. Hazme el obsequio de escribir a Plácido Lesaca (si se halla en La Coruña u Oviedo) para que me mande una docena de cazos de medio cuartillo y otra de cortadillo y otra de copas para vino. Di a madre que me mande los dos refagitos blancos de la Elenita y una hogaza de pan de centeno, pues aquí no lo hay y me hace falta para hacer mi sopa. Dispénsame que ponga el papel al revés, pues son las 12 y me estoy durmiendo”.
Algún familiar de Cordero seguía la línea de los militares y concretamente de la infantería. Del paso por el muelle del Ferrol de José Martínez, el 30 de agosto, tenemos constancia. Una pista más de esta larga familia. José Martínez es cuñado de Victoria, la hija segunda de Cordero.
Disponemos de tres cartas que nos ponen en la peripecia de uno de los amigos más intensos del Maragato. Me refiero a Joaquín de Fagoaga que siempre distinguido en la política y en el palacio de la Reina, era el Tesorero General de la Real Casa y Patrimonio de su Majestad. Uno de los que consultaba la Reina de la Corte de los Milagros. Joaquín había sido padrino de un hijo de Cordero, del mismo nombre y de una nieta, la primera, Clotilde –el nombre le viene de la esposa del prócer, también madrina-. Pues ahora durante dos años, años de persecución contra los liberales hasta el advenimiento de Espartero, lo hallamos en la cárcel de Alcalá, aunque se podría decir que era medio pensionista de la misma desde un desfalco cometido en el banco de San Fernando del que fuera director en el año 1848, un desfalco de 4.800.000 reales, prácticamente en efectivo. También había perpetrado otro desfalco de 32 millones de reales en títulos del 3 %, y 29 millones en los del 5 %. Cordero ha tenido que escabullirse a causa de sus veleidades políticas, desvestido de sus galas de difunto maragateriles. Es posible que algunos días fuera Don Patricio, el cura del pueblo de Santiago de Millas quien le diera cobijo en la casa rectoral. Pero sepamos ahora de la esposa de Fagoaga y del mismo Fagoaga, el uno de diciembre de 1852: “El mayoral Fausto me entregó una tarjeta y una anguila riquísima que llegó tan buena que todavía ayer almorzó de ella Joaquín. Damos gracias por este obsequio y yo particularmente por el excelente chocolate y mantecadas que me envió antes de mi salida de Madrid, pues todo esto me prueba que no se olvidan ustedes de nosotros”. Sabemos que María Antonia ha caído con el constipado de moda, lo mismo que ya lo tuvo Clotilde y ahora se ceba en Joaquín. “Sentí no verla cuando fui a despedirme y más todavía no haber podido ir en día que Clotilde hubiese salido del colegio, pues no la he visto desde la tarde en que estuvo usted en el saladero y a la vuelta me asustaba Luisito en el pescante”.
Después todavía cuenta algo de su marido en la cárcel: “A Joaquín le han dado ahora una habitación muy buena, tanto que si se anima a hacernos una visita –según me indicó el mayoral, medio la tenía usted proyectada- no tendrá usted que entrar en el presidio para verle”. Y firma la madrina y amiga Clotilde.
Poseemos después una carta de Clotilde que contesta a la que le envió María Antonia tras saber la liberación de Joaquín Fagoaga, a mediados de febrero de 1854: “ya suponía yo que la libertad de Joaquín causaría a ustedes verdadera satisfacción, y a no ser por su proyecto de viaje a Madrid hubiera escrito yo la buena noticia, pero me pareció sería más grato para ustedes que la diera él personalmente. Me escribe que ha tenido el gusto de verlos y que nuestra ahijada está muy guapa, pero que usted está mala y se levantó de la cama para verle. Siento infinito sus padecimientos de usted y no puedo menos que aconsejarla que no se acobarde y siga mi ejemplo: yo estaba el año pasado casi impedida y con una extenuación capaz de alarmar a la persona menos aprensiva, los facultativos, empeñados en darme cuidado, sin duda porque ellos lo tendrían, pero yo, sin hacer caso de la medicina, siguiendo mi método de vida ordinario, a costa de grandes esfuerzos, pues casi no me podía mover, me encuentro en el día buena y ágil y con toda la robustez que puede prometerse una persona de mi edad y que tanto ha sufrido física y moralmente, como usted sabe muy bien. Con que buen ánimo y que la joven no sea más pusilánime que la vieja”.
Pero Clotilde Arcaz y Telli estaba en Alcalá por el mes de junio, cuando ya iban cuatro meses de la puesta en libertad de su esposo Joaquín. La han felicitado por Santa Clotilde. Ha tenido tercianas que la han estropeado bastante.
El 13 de junio de 1855 llegó carta de Pepa desde Toledo. Este año ha tenido que ir a la imperial ciudad con su ama la Marquesa. Luego pasarán al Escorial y a Colmenar Viejo. La felicita porque es su santo. En esta fiesta está Cordero. Pero mientras María Antonia lee la carta, brillante y dolorida, va sintiendo la fluxión de la Pepa, su dolor de muelas, de dientes, la hinchazón de la cara con el consiguiente flemón. La pobre Pepa cree que es cosa de los disgustos pasados. Doña Eugenia anda por Aranjuez y lleva unas soberanas fresas y enseña el palacio al pueblo soberano. Luisito anda por Marsella.
Desde Alcalá las cartas llegaban por el mayoral de las diligencias de la familia Cordero Franco; también desde Toledo llegan las cartas a Madrid por otro conducto de diligencias maragatas. Lo revela en su postdata la Pepa: “No escribí otra carta por no tener tiempo, pues esta está mal escrita. Dirijo a usted esta por el Mayoral de sus diligencias, porque es padre del que hay en casa”.
Dos años antes, en el 1853 hubo invitados especiales a la fiesta. Llegaron desde León algunos. Y otros desde Santander o Londres. Hay un poema firmado conjuntamente por Santiago Franco Alonso y por Clemente Alonso Cordero en Madrid el 13 de junio. Se ve que esta era una tradición de la familia Cordero. No son un prodigio de inspiración los de este año de 1853. Clemente es hermano de Santiago el Maragato, y deán de la catedral leonesa:
Si darte los días pudiéramos
como desea nuestro amor,
vida y no días te diéramos para dártelos mejor.
…………………
Admite Antonia,
con gusto y placer,
ofrenda que hacer
no podemos mejor.
Disfruta contenta
de tan bello día
que con alegría
pensamos pasar.
Y lo pasaron estrepitosamente en núcleo de familia unida, en el cogollo de la Puerta del Sol de Madrid.